Mero Azar

El siguiente es mi propuesta para el Concurso de relatos para novatos organizado, como ya se dijo en esta entrada, por los blogs Palabras de Mariana y Ensimismada estoy. Parece que hay algún problema con la página creada a tal efecto, así que, cuando quede solventado, actualizaré el post para enlazar lo necesario y todas esas cosas. La temática elegida fue «VIDA», así que ahí va eso.

¡Espero que os guste!

MERO AZAR

Leía un ensayo sobre la Guerra de Crimea mientras el sonido de Sweet home Alabama salía de los cascos tras recorrer el camino de cobre entre el móvil y mi oído. De vez en cuando, me gusta escuchar algo hecho por los dinosaurios del rock duro para entender la génesis de mi música preferida.

Lynyrd Skynyrd, por ejemplo. En realidad, creo que la canción que sonaba… da igual. Pongamos que mi banda sonora en ese momento era esa.

Estaba en la media hora de descanso de mi trabajo. No es que sea un curro especialmente duro, pero desconectar un rato de papeles, ordenadores y expedientes resulta liberador, y me gusta salir del edificio de oficinas, meterme en uno de los bares cercanos para tomarme un café tranquilamente, aislado del mundo.

Es una cafetería pequeña, que hace esquina, regentada por un hombre bajito y risueño que me saluda elevando la voz quizá demasiado para mi gusto. Sabe qué tiene que ponerme porque soy un habitual desde hace meses. En uno de esos raros días en los que me encuentro un tanto más comunicativo, me contó que vino de China cuatro años antes, con su mujer y sus dos hijas, la mayor de las cuales está ahora en Italia con una Beca Erasmus, creí entender. A veces, no estoy muy seguro de lo que me cuenta, y según la cara que él pone, sospecho que Huan tampoco comprende todo lo que le digo yo.

Como decía, la cafetería está en la esquina de una calle ancha, de dos carriles en cada sentido y aceras por las que pueden pasar tres carritos de bebé uno al lado de otro sin estrecheces, contando incluso la fila de mesas y sillas que Huan pone diligentemente, cada mañana, en el trozo de calle que la licencia municipal le permite. Es importante visualizarlo: esquina, avenida grande, acera espaciosa.

Me faltaban un par de líneas para terminar un párrafo en el que los jinetes de lord Cardigan cargaban hacia su muerte en Balaclava, cuando la canción cesó abruptamente indicándome que, o bien me entraba un mensaje, o bien una llamada.

Era lo segundo.

Como no me gusta el manos libres, desconecté el jack del auricular a toda prisa y deslicé el dedo por la pantalla para descolgar. Se trataba de mi mujer, quizá para pedirme que comprara algo. En casa le había dicho que pasaría por la verdulería.

–Dime –contesté, pero su voz no me llegaba, así que insistí –. Dime.

Retiré el móvil de mi oreja y lo miré. La llamada no se había cortado, por lo que pensé que sería un problema de recepción. Me levanté para dirigirme hacia la calle, donde no habría problemas de cobertura, y en cuanto puse el pie fuera de la cafetería pude oírla:

–¿Me oyes? –preguntaba.

–Sí, sí. ¿Qué pasa?

Nuestro diálogo pasó a toda velocidad a un segundo plano. Ella hablaba, pero mi atención se volcó de inmediato en algo que ocurrió en fracciones de segundo. Hubo un grito de mujer que era la más cercana expresión al terror absoluto. Un chirrido de goma rascando el asfalto al derrapar con salvajismo. El sonido de un motor bruscamente acelerado que hizo que una furgoneta de reparto de paquetería exhalara gruesos nubarrones por su tubo de escape. Uno, dos, tres golpes conforme el vehículo despedía por los aires las mesas de la terraza al chocar contra ellas.

Y, por fin, el estruendo que provocan miles de cristales rotos que abandonan la estructura de una ventana para desparramarse por el suelo, creando una cacofonía que se abre paso entre las entrañas de quien la escucha.

Si no lo habéis oído nunca, no podéis imaginar el sentimiento de horror que produce.

Antes de ser siquiera consciente de lo que estaba pasando, me giré instintivamente y registré visualmente la escena, quedándome de inmediato paralizado; el conductor de la furgoneta había perdido el control de la misma y se había empotrado contra la cafetería, entrando en el local como si fuera un gorrión de una tonelada que no ve que la ventana está cerrada. Polvo de yeso flotaba en el ambiente procedente de las paredes sacudidas por el terrible impacto, y las luces parpadeaban, titilando asustadas. La televisión había enmudecido también, y en ese momento, pareció que el mundo contenía el aliento.

Huan salió de detrás de la barra con el rostro desencajado y se dirigió hacia la furgoneta. El conductor estaba desplomado sobre el volante; quizá hubiera sufrido un desvanecimiento, un infarto o algo así, provocando sin querer todo el caos que se desplegaba ante mis ojos. Galvanizado por la actuación de Huan, también yo me acerqué a la puerta del conductor con rápidas zancadas y tiré del picaporte con fuerza para abrirla. Poniendo los dedos sobre el cuello del hombre, comprobé que seguía vivo y levanté el móvil para marcar el número de emergencias, percatándome entonces que mi mujer seguía hablando, intentando que le respondiera, preguntando qué pasaba.

Tosiendo y lagrimeando por los restos que formaban una densa neblina, miré el libro que había estado leyendo, en el suelo, boca abajo, con muchas de sus páginas dobladas por el golpe que lo había expulsado del sitio en el que lo había dejado antes de salir para hablar con mi esposa.

La furgoneta había impactado contra la mesa en la que estaba.

Y comprendí que, en realidad, la vida y todo lo que ella conlleva es una cuestión de mero azar.

Safe Creative #1610269560437


44 respuestas a “Mero Azar

  1. ¡Jarrrlll! Impactante. Ya te dije en una ocasión que tienes una prosa que da la apariencia de sencillez —sólo apariencia: ésa es la esencia de la genialidad—. Para este relato, la claridad es fundamental. Hay que llegar al final de un tirón y recibir el palo en todos los morros. ¡Genial!

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    1. Joeeer… vas a hacer que me sonroje 🙂
      Muchas gracias por tus comentarios, me alegra mucho que te guste. Efectivamente, intento dar sencillez a lo que escribo, en tres fases normalmente, que pasan por la recreación mental de la escena a grandes rasgos, la escritura primera tal y como me viene (en plan «a lo que salga») y la última, la más laboriosa, de corrección para que el texto sea, ante todo, claro.
      ¡Gracias por comentar!

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  2. Impresionante! Me ha gustado muchísimo, ¡cómo has dejado el listón y eso que eres el primero que he leído!

    Realmente la vida es puro azar, o simplemente no es tu hora, no sé, prefiero no profundizar en esos temas. Hace tiempo escribí un relato corto de temática parecida «Por un minutito de nada» en el que expresaba como la más mínima fracción de tiempo puede cambiarte la vida de manera asombrosa.

    Buenísimo.

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  3. Ya lo había leído, pero no en tu blog, sino que alguien lo compartió y me pareció genial!! Está el contexto tan bien descrito que el lector se mete en la historia como si estuviera allí. De hecho, me quedó la duda de si eso era real o imaginario. Te paso en realidad? Si fuera así, volviste a nacer ese día!! Relato genial. Saludos.

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    1. ¡Muchas gracias! El objetivo era divertir al que lo leyera, así qeu me alegro mucho.
      En cuanto a si pasó… pachí-pachá. Es decir: la localización, el que el pavo protagonista esté ahí tomando el café y tal son verídicos. Somos el bar, el camarero y yo en mi media hora de descanso matutino 🙂 Peeeeero… lo de la furgoneta no es real. A no ser que consideres los sueños reales. De eso se trata, de un sueño que tuve con un camión empotrado en una tienda.
      Mézclese, agítese, y ¡hop! Relato on the rocks.
      ¡Gracias por pasarte!

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  4. Dicen que hasta que no te llegue la hora te salvas por una razón u otra.
    Buen cuento.
    Y aparte te comento que inscribirme en Safe Creative fué imposible.Probé varias veces y nunca llega el correo que tiene la clave. Me comuniqué y me mandaron un enlace que no anda.
    Y tengo una novela en una editorial nueva que no conozco.
    Es solo un comentario.
    Un abrazo.

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    1. Gracias por comentar, Luis.
      Yo, sin embargo, no tuve ningún problema a la hora de registrarme como usuario en Safe Creative. Tampoco me da ningún tipo de error a la hora de colgar un texto para registro…
      Ya nos hablarás de esa novela 🙂
      ¡Un saludo!

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