Un monstruo viene a verme

Si la película de Tim Burton que adaptaba la novela sobre los niños de Miss Peregrine me resultó un fiasco, Un monstruo viene a verme me ha deparado una gratísima sorpresa. En realidad, iba a verla con un poco de desconfianza, por dos cuestiones. En primer lugar, porque siempre me acerco (y conforme va pasando más tiempo, cada vez más) con mi brecha generacional presente a una obra para público adolescente.

Y, más importante todavía, las dos obras anteriores de Bayona dirigiendo no me habían resultado nada interesantes (1)

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Cartel promocional.

Pero, oye, uno también es víctima de vez en cuando del hype y leer múltiples parabienes, que había sido capaz de arrancar lágrimas en el festival de San Sebastián y un trailer que me resultó bastante majo (2) me hizo acudir a la sala, como intento siempre, libre de prejuicios.

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¡Haz el favor de salir, monstruo!

Así que, después de un interminable cuarto de hora de publicidad en la que siempre aprovecho para mirar correos, el guasam o, directamente, leer en el Kindle, fijé los ojos en la pantalla.

Los créditos me hicieron asentir de gusto. No solo porque son muy bonitos, con imágenes que se van pintando como acuarelas (3) y, aún mejor, que el guión era obra de Patrick Ness. Es decir, del propio novelista, lo que siempre viene a ser una garantía de respeto al espíritu de la obra (4). Estas acuarelas también aparecen a lo largo de la película, otorgando un cambio muy bienvenido del que no diré más para no reventar la historia.

Creo que todos sabemos de qué va la película, así que no ahondaré en el tema del argumento. Sí que quiero incidir en algunos aspectos a mi entender muy remarcables. El primero de ellos es la interpretación. Lewis MacDougall, que da vida al niño protagonista, está impresionante. No es un niñato insufrible ni un llorica aunque tenga motivos para serlo, y está correctísimo a la hora de transmitir un abanico de emociones que van de la tristeza a la furia pasando por la aceptación del interior de uno mismo. Felicity Jones me empalagó un poco, pero es más bien por el personaje, porque hay que reconocer que la actriz lo da todo a la hora de mostrar una enferma de cáncer en sus últimos días; no obstante, esa continua mirada de optimismo y esa sonrisa triste, más que llegarme al corazón, me cansaron un pelo. De Sigourney Weaver… ¿qué puedo decir de una mujer que ha demostrado ser una todo terreno en la pantalla? Genial como interpreta a una mujer mayor llena de tanta tristeza y amargura como su nieto aunque por distintas razones, pero con esa dualidad que supura cada fotograma de la película y a la que me referiré luego. Por último, Toby Kebbell, el padre guapete que se fue también cumple, la verdad, optando por una actuación tierna que redondea una relación rota o, al menos, fragmentada con su hijo.

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En el set de rodaje.

¡Ah, sí! También sale Liam Neeson. Pero, claro, verla doblada es lo que tiene, que ni lo oigo… Sí, bueno, hace como Serkis con la motion capture, pero no es lo mismo que verle el palmito, ya se me entiende.

Vamos con la banda sonora, una de las cosas en las que más me fijo de las películas. Magistral. Construida básicamente a base de cuerdas y piano, otorga una envoltura preciosa y melancólica que se rompe cuando los vientos y algo, poco, de percusión toman el protagonismo coincidiendo con la presencia del monstruo. Impresionante el trabajo de Fernando Velázquez.

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Ilustración del libro.

Y, para no aburrir más, la filosofía que subyace en la obra. Personalmente, me gusta más cuando un escritor inglés da lecciones de vida que uno americano, si nos quedamos en el tema de la ficción anglosajona. Me gusta más la idiosincrasia de la gente de la Pérfida Albión, qué le vamos a hacer (5), y si lo que en ella se intenta enseñar es algo que coincide, y en Un monstruo viene a verme, con mi propio sistema de valores, magnífico. Evidentemente, lo disfruto mucho más. Y, en este caso, hay ciertos aspectos que considero vitales en el aprendizaje de los adolescentes para moverse en el mundo adulto en el que, en breves, van a entrar (6), tales como la aceptación de lo diferente, la subjetividad de la realidad o la superación de la pena, mensajes que, en algunos casos, están disimulados o apenas mencionados, pero que se pueden ver si se está atento.

En resumidas cuentas, una película que me fascinó y, he de reconocerlo, me hizo llorar pese a que reconozco que el tercer acto es excesivamente melodramático. Pero, claro, ese es el objetivo de una película que, entre otras cosas, es “para llorar”, ¿no? (7). El sonido de pañuelos y moquita en el cine fue una constante y todos salíamos con unas caras que revelaban claramente las lágrimas vertidas.

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Alguien va a pillar la del pulpo.


1: El orfanato me pareció un fiasco y Lo imposible, sencillamente, un tostón.

2: Y, debo reconocerlo, la promoción de 2×1 entradas en el cine que conseguí al rellenar una encuesta de fidelización, jur, jur, jur.

3: Enseguida me vinieron a la cabeza los créditos de Marco Polo, serie muy recomendable de Netflix, por cierto.

4: A ver, me explico. La escritura de un guión y de una novela se parecen como un huevo a una castaña, y a lo mejor alguien es bueno en una cosa y un patán en otra, pero siempre es índice de un mayor respeto al niño que se ha parido. Por otra parte, no me he leído el libro, aunque no descarto hacerlo, así que tampoco sé si el propio autor se ha respetado… pero imagino que sí.

5: Por supuesto, y como en todo, hay excepciones.

6: Grande la frase de apertura, esa del “demasiado mayor para ser un niño, pero demasiado joven para ser un hombre”.

7: No llegué a darme un berrinche tal como el que me di con Siempre a tu lado (Hachiko) o Bajo la misma estrella, pero hubo lloros.


2 respuestas a “Un monstruo viene a verme

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