El romance del falso caballero – Capítulo 2 (I)

Capítulo 1

Elin detuvo la yegua y descendió con agilidad para contemplar más de cerca el frondoso rosal. Había salido esa mañana temprano, justo después que el sol asomara tras el horizonte, con la intención de aclarar su mente cabalgando. Los últimos días habían sido casi turbadores, desde la instalación en Camelot hasta los galanteos del Bello Desconocido, pasando por las miradas nada disimuladas de reprobación que le seguía dedicando sir Kay, el senescal del reino. No entendía cómo podía resultarle tan desagradable verla, y cuando creía que no le oía, decía que se dedicaba a corretear por los pasillos de la corte jugando a ser lo que no era. Solo su mayor educación y el no querer ganarse una reprimenda de Arturo refrenaban su lengua, pues ardía en deseos de decirle unas cuantas cosas que aclararan de una vez por todas que ella era una más de la Tabla Redonda.

Se agachó al ver algo entre las ramas espinosas, olvidando la avinagrada cara de Kay. Un conejito, el muy torpe, se había metido ahí sin saber que su atrevimiento le podía costar una herida.

–Chist, chist. –Intentó calmarlo mientras apartaba las ramas con la punta de su espada–. No tengas miedo, pequeño. Pronto podrás irte a casa…

El animalillo, al ver que podía escapar, movió las patas lo más rápido que pudo y pasó junto a la joven, que sonrió con dulzura. En unos cuantos brincos, el conejo desapareció de su vista.

Suspirando, se incorporó y miró al cielo, azul, sin una nube, sacudiéndose el polvo que impregnaba sus rodillas. Parecía que el día iba a ser muy hermoso.

Decidió no volver a montar y cogió a Perla de las riendas, disfrutando del ligero calor que bañaba su rostro. Era junio, y los días eran largos, luminosos y dorados, como si el propio clima hubiera decidido acompañar al rey y otorgar un magnífico fondo de placidez sobre el que desarrollar las ideas de paz y justicia de Arturo.

–¿Qué dices, Perlita? –preguntó acariciando la testa de la yegua cuando esta relinchó–. ¿Hueles algo?

Elin se extrañó al escucharla piafar con inquietud. No quiso avanzar más pese a que intentó que continuara; había clavado los cascos, decidida a no seguir avanzando, así que la joven pensó que algo iba mal.

Miró a un lado y otro, pero no había nada sospechoso. Estaban solas las dos, mujer y yegua, y nada se movía en las cercanías.

Con todo, su instinto le decía que algo estaba a punto de pasar, y echó mano al pomo de su espada, comenzando a desenvainarla, apenas medio palmo, para enfrentarse a cualquier posible…

De repente, se sintió sin fuerzas. Las piernas le temblaron y sintió como si una helada garra oprimiese su corazón. Se llevó la mano al pecho, respirando agitada, y se apoyó en la montura para no caer al suelo.

Perla relinchó, y en el sonido había auténtico pavor.

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27 respuestas a “El romance del falso caballero – Capítulo 2 (I)

  1. ¿En qué apuro, ¡oh, maestro! has colocado a mi Erin y su Perla? ¿Qué mágica entidad es capaz de constreñir así el corazón a distancia antes de inventarse la telenovela? ¿Un espíritu del frío? ¿Una bruja o un hechiceros de corazón ya helados?
    Quedo pendiente de la pantalla.
    PS.- Aquí hay temaaaaa, pero vamos… Con el Bello, con Perceval o con los dos. Y en cuanto al senescal, no te preocupes, que ya encontrará la manera de acallarlo con hechos más que con palabras. ¿Salvará a su hijo? ¿A Camelot entero? ¿Le devolverá el vigor de antaño…? —Quizá esto último sobraba 😛 —

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    1. Pues en tu comentario me das un buen montón de temas que poder desarrollar, que lo sepas…
      A la coautoría que vas como sigas así 🙂 🙂
      De todos modos, ya sabes que en las novelas de caballería, se pueden meter en bretes sin cuento, pero al final salen. Porque salen, ¿no?

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      1. ¿Cuál de ellos terminó despedazado y arrojado a un río para que el siguiente autor no pudiese resucitarlo —Floristán, Felixmarte, Belianís… no recuerdo cuál—? Me temo que ése no salió de tal brete.
        Recuerdo una del Amadís, que se mete en no sé qué casa encantada y, por no ser puro, le dieron la del pulpo dos veces. Eso sí, salir, salió.

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  2. Me encanta ese punto de vista!! A mí también me gusta que mis protagonistas transgredan las normas. Tu relato me ha recordado a un micro que escribí hace poco. Te lo comparto por si quieres leerlo: https://genereialtreshistories.wordpress.com/2016/10/12/el-crepitar-del-fuego/
    Por cierto, quiero destacar la riqueza léxica y la corrección de tu escritura, enhorabuena! Voy a esperar el siguiente capítulo, para saber qué les sucede a la joven y a su yegua. Un saludo 😊

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    1. Por supuesto que lo voy a leer. ¡Ahora mismo de hecho!


      ¡Leído! Me ha arrancado una sonrisa. Me ha hecho imaginar, por cierto, que podía tratarse de una mujer que participó en la confección del tapiz de Bayeux.
      Y en cuanto a la asunción estereotipada de roles de género… en fin, esperemos que vayan cayendo, no solo en la ficción sino, lo que es infinitamente más importante, en la realidad.
      ¡Gracias por comentar!

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      1. Muchas gracias 😊 Qué interesante eso que me comentas del tapiz de Bayeux!! Podría ser, por qué no?! Me alegra encontrar a alguien que cree que la desigualdad de género existe 🙏 Gracias por eso y por tus palabras en general. Un saludo y feliz domingo!!

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  3. ¿Pero que tienes tú en contra de mi concentración laboral? Bueno, que más da… desempolvaré la cota de malla, el yelmo de Mambrino… pero en versión quijotesca que el otro no me queda. y mis artilugios de Bribón a ver si le hecho una mano a Elin… En el buen sentido de la palabra claro, que para el malo ya tiene a un grupo entero de caballeros haciendo fila.

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    1. -Se hace saber -tronó el heraldo tras tocar con fuerza su cuerno-, que en la intención del narrador no se encuentra el despistar a toda aquella persona de sus obligaciones para con las tareas que le proporcionan la manduca, si bien ha de reconocer que agradece tales halagos, pues es cierto y sabido por todos que, en líneas generales, trabajar gusta bastante menos que hacer cualquier otra cosa, como, por ejemplo, leer.
      🙂 🙂 🙂
      ¡Un saludo!

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  4. Despedazado y arrojados sus restos a un río? Fue cosa de Seth el destructor, la víctima su divino hermano Osiris, el esposo de Isis, la cual recuperó su pene en forma de pez y, ayuntandose con é, engendró a Horus, ese dios con cara de halcón cabreado que ocupa plaza de funcionario en calidad de juez supremo para pesar las almas en la balanza contra una pluma y mandar a las más pesadas derechitas a los infiernos. Así que sean buenos, apliquense el cuento y no anden mareando el relato, para que Milord tenga que escribirlo de nuevo. Un abrazo.

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    1. Nop.
      Es la primera parte del capítulo 2º. Que en estas dos semanas que has estado ausente he estado liado con Elin y los alegres caballeros de la Tabla Redonda (¿ha quedado un tanto montyphytiano esto?)
      Los enlaces del inicio de esta entrada te llevan a los capítulos 1 y 2, y ayer colgué la primera parte del capítulo 3.
      Me explico: La cosa nació como un divertimento a vuelapluma, pero se ha empezado a desmandar y va por las 12000 palabras y pico…
      La culpa es de Torpeyvago (entre otros), que me azuza.
      «Medievaloide», dice, qué bueno, juas 🙂 🙂 🙂 🙂
      Y como te he dicho en tu último post: ¡Encantado de leerte de nuevo!

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