El romance del falso caballero – Capítulo 2 (II)

Capítulo 1

Capítulo 2: (I)

No muy lejos se vislumbraban las murallas de Camelot y Elin se preguntaba quién tendría la osadía de atacarla tan cerca de la corte del rey. El dolor crecía por momentos y apretó los dientes hasta hacerse daño para intentar soportarlo. Una figura se formó frente a ella, de forma tal que parecía que un pintor inepto estuviera aplicando la pintura sobre la realidad con sus dedos, creando una forma de bordes confusos en la que primaba el negro y que creció hasta llenar su campo de visión. Un olor a huevos podridos acompañaba al grueso hombre aparecido frente a ella, que se carcajeó pasando una mano por su cabeza pelada.

–¡No deberías salir tú sola, pajarita! –se mofó mirándola de arriba a abajo con lascivia; Elin inhalaba aire a duras penas, lo justo para mantenerse consciente, y no pudo replicar–. No son buenos tiempos para las muchachas hermosas.

La joven abrió los ojos con temor al ver que el hombre, lamiéndose los labios, avanzaba hacia ella. Se encontraba por completo a su merced, sin poder reaccionar, y no tuvo ninguna duda de lo que planeaba hacerle. El miedo la invadió e intentó librarse de la parálisis que la atenazaba, sin éxito.

–¿Para qué resistirse, chica? –El hombre, una cabeza más alto que Elin, se plantó delante de ella y comenzó a deslizar las manos sobre sus brazos. Pese a estar cubiertos por las mangas del jubón de monta, le pareció sentir las palmas repugnantes y húmedas sobre la piel y clavó los ojos en él intentando desafiarle, pero provocando, por el contrario, su risa de nuevo.

Cuando todo parecía perdido, oyó unos pasos que crujían sobre la gravilla del camino y el hombre se detuvo, molesto por la presencia de alguien más en el lugar.

–¿Qué es lo que aquí ocurre? –inquirió una voz a la espalda de Elin, una voz femenina dulce y cantarina, que le recordó al hermoso arrullo del riachuelo recién nacido cayendo sobre los cantos.

–¡Nada de tu incumbencia! –replicó él, agitando un puño.

–¿No es nada, Elin? –preguntó la recién llegada tras colocarse a su vera, una mujer delgada y pequeña, cubierta por una túnica del verde de la hierba recién mojada y los rasgos escondidos tras una capucha. Se preguntó quién podía ser y cómo la conocía–. Creo que sí es algo, mozarrón.

En la voz de la mujer había un claro sarcasmo que hizo que el hombre resoplara como un toro enfurecido y Elin temió por la vida de su inesperada ayuda, pero, antes siquiera que él pudiera replicar, la mujer extendió una mano frente a sí y, más veloz de lo que Elin había visto jamás en nadie, tocó con sus dedos índice y meñique el torso del rufián.

Que cayó al suelo como un fardo.

Al fin, Elin pudo respirar con normalidad y tragó grandes bocanadas de aire, sintiendo que volvía a estar en posesión de su cuerpo. La mujer no dijo nada, esperando a que se recompusiera mientras cepillaba las crines de Perla con unas manos de estilizados dedos, blancos como el mármol y terminados en largas uñas.

–¿Te encuentras bien, Elin?

–Os debo la vida, señora –dijo asintiendo.

–La vida no sé. –En su voz había un deje de diversión–. Lo más seguro es que solo vuestro honor de doncella.

Elin no supo qué decir y, obviando el comentario, puso la rodilla derecha en tierra y levantando la cabeza hacia la mujer dijo:

–Os lo agradezco, de todos modos. El bellaco me había embrujado…

–Así es, dama Elin de la Tabla Redonda –la interrumpió–. Hay más espíritus y nigromantes en esta tierra de lo que mi hermanastro está dispuesto a creer.

–¿Hermanastro?

–En efecto. –La mujer, por fin, apartó la capucha mostrando unos rasgos afilados y hermosos, crueles pero bellos, que recordaron a Elin el filo de la más perfecta de las espadas, y se vio atrapada por los enormes ojos, del mismo color que la túnica que vestía y que lanzaban alfilerazos de inteligencia y orgullo al mirarla con detenimiento–. Soy Morgana, hermanastra de Arturo.

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23 respuestas a “El romance del falso caballero – Capítulo 2 (II)

  1. Es que hay gente «mu» mala por ahí. No se puede fiar uno de nadir. Y más si eres caballero andante: habrá hechiceros que sean tus enemigos mutando jayanes en molinos y brujas que te ayuden a salir de más de un apuro.
    PS.- Lo del sulfhídrico de ese pobre ser puede deberse a cenar judías con chorizo. A mí me ha pasado, aunque mi propia no me ha visto esos hálitos negros. O no me lo ha confesado por no desmoralizar.
    PPS.- Quedamos a la espera de los «acaecíos», porque se pone interesante. En según que versión, Morgana es «buena» o «mala», pero pocos grises se dan para este personaje.

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    1. Dentro de los estereotipados personajes del ciclo artúrico (me refiero a las obras medievales y modernas, aunque también hay contemporáneas de ese palo), el de Morgana es uno de los que más me chirría. Es el arquetipo malvado, la bruja de la manzana envenenada, la madrastra mala, la Eva primordial… cuando resulta que Uther se comportó como lo hizo. Pero, claro, una mujer no puede querer venganza/justicia por la violación de su madre y, desde luego, no puede practicar magia y tener conocimientos propios de alguien como Merlín (que, aunque hijo del demonio, el tipo cae bien, claro). No soy amigo del maniqueísmo, y siempre he visto a Morgana (incluso a Mordred, aunque sea puro egoísmo y ansia de poder) con un punto de compasión, pero tengo que reconocer que no sé exactamente aún cuál va a ser el papel de la hechicera en el texto. Es lo que tiene saber la idea general pero estarla desarrollando sin concretar del todo los planes 🙂

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