El romance del falso caballero: capítulo 4 (VII)

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4: (I)(II)(III)(IV)(V)(VI)

El primero en atacar fue Firdánir, que lanzó dos flechas en rápida sucesión hacia los monstruos que se acercaban por el aire. Impactaron en sendos enemigos, que cayeron con pesadez al suelo heridos de muerte, agitando por última vez sus alas emplumadas en un estertor de agonía. Morgana se decantó por la defensa y gritó algo que se superpuso a los graznidos de las criaturas en un idioma extraño, gutural y cavernoso al tiempo que movía los brazos en remolinos veloces; de repente, una muralla de fuego se formó ante ella y se expandió, como si el mismo aire se incendiase, formando un círculo protector en torno a los tres combatientes, elevándose hasta la altura de dos personas puestas una encima de la otra.

–¡Esas arpías no podrán atacarnos con facilidad! –dijo Elin sonriendo.

–Más bien son sirenas. –Incluso en pleno combate, Morgana no podía dejar pasar la ocasión de demostrar su superioridad intelectual.

–¿Como las de Odiseo?

–Exactamente. ¡Prepárate por si alguna de ellas se decide a atravesar el muro de fuego! –ordenó.

Elin asintió, clavando su mirada más allá de la ígnea muralla, donde las sirenas –Elin pensaba que Homero había cambiado mucho los detalles, desde el canto hasta el aspecto– permanecían sin atreverse a lanzarse contra sus enemigos, algunas planeando en cortos círculos, algunas posadas en el suelo. Una nueva flecha salió volando del arco cantarín de Firdánir, que se incendió en pleno vuelo y se clavó en el pecho de una de las criaturas, que gritó en su agonía. El fuego se expandió por el plumaje.

Al ver que el elfo podía seguir atacándolas, y que Morgana comenzaba a pronunciar las palabras de un nuevo conjuro, las sirenas decidieron lanzarse contra ellos aunque ello supusiera chamuscarse; un par, más astutas o menos inconscientes, se elevaron hasta alcanzar la altura máxima del muro de fuego, para luego arrojarse por el ojo del huracán flamígero y lanzarse en picado, casi como pesos muertos, contra Elin y sus compañeros.

–¡A un lado! –gritó la joven, viendo el fugaz descenso de los monstruos; Morgana, alertada, interrumpió su conjuro e hizo que el fuego aumentara su diámetro, dándoles espacio para maniobrar. Desplegando las alas, frenaron su descenso y proyectaron las garras, desafiantes, hacia delante para atacarlos. Elin agitó la espada, llamando su atención, encarándose a ellas.

–¡Vamos! –gritó, dando un paso hacia ellas mientras Firdánir seguía descargando una mortal lluvia de flechas y Morgana chisporroteaba con una luz azulada–. ¡Venid!

Las sirenas obedecieron. Se lanzaron contra ella a la vez y Elin optó por empezar con la de la izquierda, un tanto más grande que su congénere. Desplazándose con rapidez para que la otra no pudiera atacarla, Elin trazó un arco, más tentativo que otra cosa, contra la criatura, que respondió a su desafío con un nuevo grito. La joven sintió el aire proyectado por el batir de sus alas, pero no se dejó engañar y mantuvo la vista fija en las garras, que se proyectaron buscando su carne. Con agilidad, Elin esquivó el ataque y lanzó un tajo ascendente que golpeó a la sirena en la pata, desequilibrándola y obligándola a tomar tierra. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, la joven lanzó una estocada en dirección a su cabeza, pero erró al calcular mal la distancia. La sirena le golpeó con una de sus alas con tal fuerza que la hizo trastabillar, preguntándose por qué no estaba accediendo a su capacidad especial.

Con el rabillo del ojo, vio que la otra sirena, también en el suelo, se acercaba lenta, con torpeza, para flanquearla. Tenía que acabar de inmediato con su oponente o la habrían rodeado.

Dio un nuevo salto para esquivar otro golpe de ala y esa vez sintió que el filo del acero mordía carne al entrar en el torso de la sirena. Impulsada por su propio movimiento, se lanzó hacia delante e hizo que la espada trazase un arco de vuelta, tajando de nuevo a la criatura, abriéndole una fea herida en la parte baja del torso, de donde manó sangre a borbotones. En su cara horrible y vieja se formó una expresión de pánico y la vida comenzó a abandonar sus ojos. Aleteó con frenesí, de manera alocada, y Elin volvió a clavar su arma en el pecho del monstruo, hincándola casi hasta la empuñadura, atravesando piel, carne, músculo, órganos.

Comenzaba a sacar la espada del cuerpo ya muerto para enfrentarse a la otra sirena, cuando sintió un agudo dolor en el hombro.

La muy maldita la había mordido, clavando sus infectos dientes colmilludos tan hondamente que le arrancó un pedazo de carne. Elin gritó de dolor, pero se dio la vuelta con rapidez, sacudiéndose a la criatura con un codazo, haciéndola retroceder.

Cegada por la furia que supuso que la hubieran herido, Elin lanzó un par de golpes frenéticos descendentes con una velocidad pasmosa. El segundo de ellos golpeó el cráneo del monstruo, hendiéndolo casi hasta la nariz, abriéndolo como un melón maduro. Liberó la espada con un brusco tirón y, poseída por la rabia, volvió a tajar la cabeza de la sirena de arriba a abajo, partiéndola en dos mitades que se abrieron sobre el cuello emplumado como sanguinolentos pétalos de una flor terrible.

Miró en derredor, resoplando, buscando un nuevo enemigo. Firdánir había gastado todas las flechas de su carcaj, que ahora yacían enterradas en los cuerpos de las sirenas desparramadas por el suelo. Las pocas que habían decidido lanzarse contra el muro de fuego permanecían retenidas, como congeladas en pleno vuelo por las artes de Morgana, quien tenía una mano alzada mientras que la izquierda, que presentaba el dedo índice y meñique extendidos, subía y bajaba siguiendo un ritmo sincopado. La hechicera miraba hacia el suelo concentrada en sus conjuros, musitando algo casi inaudible. De repente, Elin sintió en el interior de su cuerpo una presión, como si el aire en torno se hubiera comprimido y luego liberado con brusquedad, soltando una onda expansiva que ganó velocidad y golpeó con brutalidad a las sirenas que aún quedaban vivas, aplastando sus órganos internos, licuándolos por la terrible presión, matándolas de inmediato.

Los gritos de los monstruos y el chasquear del aire quemándose fueron sustituido por las respiraciones agitadas de los tres únicos seres que quedaban con vida.

Pero la sonrisa triunfal de Elin se le congeló en el rostro cuando Morgana, con voz dura, muy dura, le dijo:

–¿Acaso no sabes andar sin atraer problemas, chiquilla estúpida?

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38 respuestas a “El romance del falso caballero: capítulo 4 (VII)

      1. Seguro que será Merlín quien le dé cuatro indicaciones, porque en realidad no necesitará más, Elin lleva la magia en sus venas (si no recuerdo mal…) jijiji

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      2. Una cosa es llevarla en las venas y otra saber manejarla. Aunque, en realidad, lo que lleva Elin es sangre de criatura del otro mundo, élfica. Sobre la magia y su práctica, no te pierdas el siguiente fragmento 😉

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  1. Pues también tiene razón al echarle la bronca, que la niñata esa tan tierna se pasea por el bosque y es una tentación para las sirenas con hambre. No? Que ellas estaban tan a gusto ayunando en su rama, como el tomate, y llega una….uy eso tampo va aquí. Un abrazo
    Eso si, gracias a Milord, hemos asistido a una pelea de primera.

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      1. Milord no se exprese vuecencia en britonico ante este plebeyo. Porque no entiendo ni el rabo. Crossover es una cuestión de arquitectura de sistemas cuando se desea que dos procesadores compartan el control de un determinado hardware. Ve su señoría. Ya me ha recordado cosas que debo olvidar. Si es que no tengo remedio!!! Un abrazo.

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      2. 😀 😀 😀 😀 Es que estoy demasiado influenciado por años de lectura comiquera. O tebeyera, si deriváramos nuestro castizo vocablo procedente de tan venerable publicación (TBO)
        Culpa mía. Arrepentido y compungido me hallo 😉

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  2. -Sacude la sangre de los pompones uno contra el otro como se sacude uno las manos después de un trabajo bien hecho-

    Pues que Elin se ha ganado su bronca que, aunque la hayamos pasado genial no debe olvidar que la vida y la muerte no son un juego. Pero mira que venir a gritarle así a la niña de nuestros ojos.

    A todo esto.

    A que es genial conocer las opinión variadas y desvariadas de tus lectores ¿No?

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      1. Eso es tener los dados a favor, aunque había que compensar que el máster la hubiese mandado caminando directo a la boca del lobo.
        Sin olvidar que quizás cuanto tiempo Morgana había forjado un «entendimiento/respeto» mutuo con aquellas criaturas y Elin lo ha mandado todo al carajo sólo por salir a pasear para demostrar su «adultez».

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      2. En esos tiempos en los que yo dirigía partidas, solía hacer precisamente eso: dirigir a los pobres PJs a sitios chungos, ponerles en bretes horribles… pero luego me portaba bien y en favor del drama, hacía que se sintiesen campeones tras el reto.
        A no ser que tuvieran una espantosa tarde de tiradas, claro.

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  3. ¡Juaaaaaarl!, me voy al baño a lavar los resto sanguiolentos que me han caído encima. Fenomenal batalla, ¡boto a bríos!
    Y lo de las curianas, ha estado fenomenal. Sí, dísticos es lo que me ha recordado esos seres mitológicos acuáticos según Homero y voladores según el testimonio de vuesa merced; aunque tengan plumas, cara humana y garras, me ha recordado a las curianas y punto 😛 .
    Y nuestra virginal y delicada, pero no tanto, Elin ha demostrado que redaños no le faltan. Pero que se puede ser lírico incluso en la batalla con genialidades como:
    volvió a tajar la cabeza de la sirena de arriba a abajo, partiéndola en dos mitades que se abrieron sobre el cuello emplumado como sanguinolentos pétalos de una flor terrible.
    Aunque lo que sí es adecuado es la reconvención. ¡Ay, la juventud de hoy en día! ¡Si es que van como locos! Eso sí, al abuelete parece no haberle molestado en demasía la artrosis.
    Que sepas que he pasado un muy buen rato leyendo este capítulo.

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    1. ¡Me alegra muy, pero que muy mucho que te haya gustado! 😀
      Como me habían pedido sangre y combate, yo, que me debo a vosotros, os proporcioné lo que queríais… como bien sabes por mi forma de narrar, con sangre y dureza, pero, en efecto, intentando dar lirismo, que una cosa no quita la otra.
      Por cierto: ¿quién ha dicho que el elfo, aunque mayorcete, esté artrítico, eh? Que lo estáis poniendo al pobre de no poder moverse 😀 😀 😀
      Y coincido: A lo mejor Morgana se ha pasado con la bulla, pero es que Elin ha ido a la de «ahivaquevoy».
      PS: ¿Curianas? Tras buscar, me salen cucarachas en castellanomanchego castizo…

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      1. Castellanomanchego castizo está bien, pero yo prefiero «ridiela», jeje. Me refería a dísiticos. Son animales que vuelan, nadan y andan, aunque no se parecen en nada a las lechuzas. Pero gastan una mala leche «que paqué».

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