La sombra dorada: Rosas

Lo prometido es deuda, que se suele decir. Como siempre, agradeciendo a las personas que han decidido confiar en mi novela La sombra dorada y que han gastado parte de su valioso tiempo realizando una reseña, cuelgo este relato dedicado a Sadire, del blog Divagaciones en rosa, esperando que lo disfrutéis. ¡Gracias, Sadire, una vez más!


ROSAS

La mujer sopló hacia arriba para retirarse el mechón que le caía sobre el ojo derecho. Hacía que se lo cortaran mucho por detrás para mostrar su esbelta nuca, pero tenía un pelo moreno abundante y liso, tan oscuro que contrastaba con su piel de alabastro. Sus ojos castaños, grandes y brillantes, contemplaban sin perder detalle la calleja, una más de las muchas de Vetero en la que vagabundeaban borrachos, juerguistas y putas al caer la noche, iluminados por el resplandor de las antorchas y fanales que colgaban de las fachadas de los edificios permitiendo disipar la oscuridad y garantizando un mínimo de seguridad, aunque fuera bastante ficticia.

Estaba sentada sobre una caja de fruta utilizada a modo de taburete; junto a ella había otras dos mujeres, corpulentas y altas, embutidas en gruesas capas de lana negra, los rasgos embozados por capuchas. Una se mordisqueaba una uña, como siempre que hacía cuando estaba aburrida, y Shappyre la miró con aire divertido desde su improvisado asiento. Ella, como una niña cogida en falta, retiró el dedo de su boca con un encogimiento de hombros.

Volvió a mirar a la gente que pululaba, la mayoría dando bandazos, fijando su atención en una de las puertas cercanas, un edificio de aspecto tétrico y ruinoso utilizado como lupanar de emergencia por las prostitutas callejeras que ofrecían sus servicios a cambio de unas pocas monedas. Shappyre indicó a sus compañeras que estuviesen atentas señalando a la mujer, casi una niña, que acababa de salir recolocándose la falda. Con aspecto cansado, se apoyó contra una pared cercana y se recogió la larga cabellera rubia en un nudo, esperando su próximo cliente.

Poco después, un hombre alto, vestido con ropas ajustadas que ponían de relieve su fibrosa delgadez, se acercó hasta la prostituta. Shappyre vio su perfil, provocando en ella gran disgusto su nariz aguileña y sus labios finos, crueles, que parecían necesitar abrirse demasiado para hablar. Todo en él revelaba tensión y violencia, y sus movimientos eran espasmódicos, como si fuese un adicto al jeyenar, cosa que no hubiera sorprendido lo más mínimo a Shappyre.

Estaba segura de que se trataba de él, pero no quería actuar antes de tener pruebas definitivas. Se levantó cuando el hombre levantó la mano con la evidente intención de descargar un golpe contra la joven. La bofetada le llegó con tal violencia que la tiró al suelo; permaneció tendida, con la ropa arremolinada en torno suyo, frotándose la dolorida mejilla mientras el hombre gritaba algo, aunque el sonido del gentío impidió que Shappyre escuchara lo que estaba diciendo. Antes que decidiera liarse a puntapiés con ella, hizo un nuevo gesto en dirección hacia la calleja y sus dos compañeras se pusieron en marcha con zancadas rápidas y seguras, apartando a empellones a todo aquel que estuviese en su camino.

Sin darse cuenta de lo que se le cernía, el hombre continuaba insultando a la pobre chica, y el primer golpe le dio de lleno en los riñones. La más alta de las dos mujeres había descargado con brutalidad un pequeño cetro de hierro, de poco más de dos palmos, contra la espalda del hombre, que gritó echándose la mano a la zona lumbar, doblado en dos. La otra mujer soltó una rápida patada contra la rodilla del proxeneta, y Shappyre imaginó el satisfactorio crujido que debía haber hecho. El hombre cayó de rodillas recibiendo un nuevo impacto en el lateral del cráneo con el arma que le mandó al olvido. Entre las dos cogieron a la muchacha, que permanecía ojiplática y confusa ante el rápido despliegue de violencia y, casi en volandas, la llevaron hasta Shappyre. Echó sobre sus hombros una capa, diciéndole:

–Vámonos antes de que nadie reaccione.

La muchacha seguía sin comprender lo que estaba pasando, pero no se sentía con fuerzas de llevar la contraria a las tres mujeres y, flanqueada por las dos que habían pegado la paliza al hombre, siguió a Shappyre. Se preguntó qué era lo que querían de ella, qué iba a pasar cuando volviera con Jisto y pagara con ella la deshonra que para su hombría había supuesto que le machacaran de tal modo, en que alguna lista iba a aprovechar el sitio que con tanto trabajo había ganado en esa calle…

–Hemos llegado. –La mujer morena, a todas luces la jefa del trío, abrió la puerta de una casa en uno de los barrios donde vivía una gran cantidad de trabajadores y pequeños artesanos de la capital, no muy lejos de la gran avenida central de Vetero. El interior era cálido, luminoso, con alfombras de intrincados diseños repartidas por el suelo y mobiliario un tanto escaso, pero bonito. Un hogar, algo que la muchacha reconocía como tal pero que hacía mucho no había tenido.

–Siéntate, por favor –le dijo–. Me llamo Shappyre. Estas son Mira y Taraz. Estás entre amigas.

La joven se abrazó a sí misma, empezando a sentir algo extraño, una mezcla de miedo y alivio. No obstante, la voz de Shappyre era dulce en su tono grave, reconfortante, y de inmediato supo que podía confiar en ella–. ¿Cuál es tu nombre, cielo?

–Yo… me llamo Esmeralda.

Shappyre pareció divertida, pues sus labios se curvaron en una sonrisa amable. Asintió y le indicó un montón de cojines de vivos colores. Ambas se sentaron y Shappyre cogió sus manos con cariño; la joven sintió el calor que emanaba y, pese a que no debía tener muchos más años que ella, recordó a su madre, al pan que horneaba mientras cantaba todas las mañanas.

–Tu vida te pertenece –le estaba diciendo–. Solo tú puedes decidir sobre ella, Esmeralda. Queremos darte la oportunidad de recuperarla.

La chica la miraba con ojos humedecidos, sin saber qué decir. Una de las otras dos, que estaba curioseando entre una serie de tarros de especias, dijo sin volverse:

–Ese desgraciado ha recibido lo suyo. Se lo pensará mejor antes de volver a pegar a una mujer.

–Eso si vuelve a levantarse. ¡Le hemos dado bien fuerte! –rio la otra a carcajadas. Para su sorpresa, Esmeralda esbozó una sonrisa, extrañada porque nunca jamás se le habría ocurrido reírse de la desgracia de Jisto.

–Mira esto. –Shappyre le tendió un pendiente en forma de rosa roja, una bonita joya vidriada igual a la que, se daba cuenta entonces, adornaba los lóbulos de las tres mujeres. Esmeralda la cogió y le dio vueltas entre los dedos.

–Es muy bonita.

–Es un símbolo. Es nuestro símbolo. Es tuyo si quieres.

–¿Si quiero?

–Puedes ser una de las rosas, hermana. Puedes volver a la calle y ganar migajas a cambio de revolcarte con esos cerdos. Puedes volver al sitio del que provengas. Puedes quedarte con nosotras y formar parte de nuestra sororidad. Puedes… –Shappyre se interrumpió un breve momento, mirando hacia el techo–. Puedes hacer lo que quieras, pero nunca dejes que te obliguen a hacer algo, Esmeralda.

–¿Quiénes sois?

–Somos las Rosas, ya te lo he dicho. Y como las rosas, somos bellas, pero si unas manos zafias quieren tratarnos con rudeza, nuestras espinas –señaló con un movimiento de cabeza hacia sus dos compañeras– les pincharán hasta hacer que sangren.

»Es tu vida. Es tu decisión. Hay demasiados monstruos en este mundo que quieren volver a los días de antaño y las leyes del Imperio no son suficientes para impedir que se salgan con la suya. Las Rosas llegan allá donde los emperadores no lo hacen.

rosas


21 respuestas a “La sombra dorada: Rosas

  1. «Sororodad Rosa». ¡Fantástico!
    No voy a hacer público un comentario que podría hacer de reventón de la novela, pero sí voy a decir que me ha encantado este relato. Que un chulo drogadicto se vea en tal tesitura, bueno, quizá no sea muy ético alegrarse, y que lo moral sea dejar que «el imperio» actúe, pero ¡qué narices!, que las Rosas le «reconvengan» me mola.
    Por supuesto, el ambiente, los personajes, los diálogos pero, osbre todo, la prosa, geniales.

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    1. Si es que, conforme van pasando los años, uno se vuelve menos tolerante con según qué cosas, me parece a mí… Y se pone en plan Punisher y tal (aunque en el plano mental, claro, lo de calzarse mallas y liarse a hostias con la hez de la humanidad no le veo yo mucho futuro :D)
      Imagino cuál puede ser tu comentario que no comentas. Dímelo al oído, así, bajito, anda 😉
      Como siempre, gracias por estar ahí y comentar. ¡Me alegra que te haya gustado!

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      1. Está insinuado con lo de que el imperio «debería» —fíjate, que así pensado, incluso podría haber ido como capítulo de la novela, aclarando el estado del estado—. Pero ¡schsss! que no se entere quien no lo haya leído.

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      2. En efecto. La novela se centra, en este aspecto, en los salones de los altos señores (como reza un capítulo), considerando la cuestión desde lo legislativo, lo teórico, pero, descendiendo al detalle de la vida diaria, nos podemos encontrar con cosas como esta, que es lo que he intentado reflejar. Una cosa son las leyes, otra la vida «verdadera».
        ¡Chitón! 😀

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  2. A ver, a ver…Primero decirte que he esperado a estar en casa para poder responderte desde el ordenador ya que no quiero que suceda ningún error informático ;). Dicho esto, ¡me has hecho super feliz! Ahora entiendo lo que sienten aquellos a los que algún cantante dedica una canción. ¡Es todo un orgullo Luis, un detalle precioso!
    En cuanto al relato en sí, me ha encantado. Por supuesto por tu manera de escribir, tu forma de crear personajes y hacerte partícipe de sus acciones.
    Pero….¿eres vidente o algo así? :):) El personaje de Shappyre es…es….¡es perfecto para mi!!! Desde su descripción…pelo corto, oscuro y con mechón sobre los ojos (seguro que mucho más guapa que yo, pero bueno)…hasta el pendiente, UN pendiente. Yo también llevo solo uno, tranquilo que no formo parte de ninguna organización, pero sí que significa algo para mi. Y por supuesto el tema de elegir tu camino sin que nadie te lo imponga…es una de mis máximas. Yo tampoco voy a destripar las leyes de Vetero, pero la realidad como bien decís, es que una cosa son las leyes y otra la realidad…
    Por último, confesarte que gracias a ti llevo dos días acostándome sabiendo algo nuevo. Hacía tiempo que no necesitaba buscar en el diccionario pero tu has hecho que me sintiese como en el instituto porque aunque intuyese el significado, quería asegurarme. La primera palabra la busqué leyendo tu novela y fue «ominoso» y la segunda ha sido «sororidad». Perdona mi ignorancia, pero sinceramente me encanta que alguien suscite mi interés, y tú lo haces.
    Y ya no me enrollo más, MIL GRACIASSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!

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    1. Me alegra enormemente, de verdad, seguir siendo el origen de un ratito ameno y felicidad. De verdad, y no me cansaré de repetirlo: cuando alguien que me lee dice que le he hecho pasar un rato entretenido, me hace sentir pero que muy bien.
      Te voy a contar un secreto: he hecho trampas. Digo que los relatos que escribo para agradeceros las reseñas están dedicados y personalizados, y es cierto 😉 Por un lado, para el aspecto físico de Shappyre, sencillamente me fui a tu perfil de Google+ (como nos hemos cambiado correos, Gmail me lo ha chivado) y vi una foto de perfil que fue mi guía para la descripción (lo del pendiente, UN pendiente, no lo vi, mira, ahí fue de casualidad :D). La forma de ser, de pensar, la saco de mis lecturas de vuestros blogs, en los que, como es normal, se traslucen ciertos rasgos de la personalidad que intento plasmar espero con acierto (como ha sido el caso según dices)
      Y de ignorancia nada: ignorante es el que dice saberlo todo y no quiere saber nada más. Así que no hay nada que perdonar, sino al contario, aplaudirte por acudir al diccionario, al cual yo también voy de vez en cuando, todo hay que decirlo 😉
      En fin, que me alegra, una vez más lo digo, que te haya gustado, y para lo que sea, aquí estamos.
      ¡Un abrazo fortísimo!

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  3. Cautivador Milord, cero que vuencencia evoluciona más rápido de lo previsible hacia el puesto de encantador de serpientes. Sororidad es el concepto que rige sobre éste cuento que me ha transportado desde el primer párrafo al reino de la emotividad. Un abrazo y gracias por compartirlo.

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    1. Gracias a ti por leerlo. Eso de encantador de serpientes, me deja un poco culitorcido 😀
      ¿Está llamando vuecencia a quienes lo leen, incluyéndose usted mismo, serpientes? ¿Me está llamando a mí hechicero marrullero? ¿Ambas cosas?
      Bueno, como ya hemos tenido nuestros más y nuestros menos en clase de poesía japonesa, lo vamos a dejar correr, pero los guantes pueden volar de un momento a otro para batirno en duelo, ¡caballero! 😀 😀 😀

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      1. Ay la poca edad le disculpa la fogosidad y el ansia beligerante, se lo dijo por vez primera el jefe de la oposición a Adolfo Suarez, una persona capaz de ilusionar con sus palabras a sus enemigos políticos cuando provocó con ellas la autodisolución de las cortes franquistas y la aceptación de la transición monarquica incluso por el partido comunista. Salvado lo cual, espero que deje vuecencia el guante de hierro donde sea que se guarden esos chismes. Jajaja, que perdone de nuevo pero es que me lo imagino y ese ferreo aditamento debe ser un engorro a la hora de ir al servicio, Verdad? Jajaja. Un abrazo.

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      2. Y a la hora de comer. No veas lo difícil que es coger el tenedor, que al final acabas hollando en el plato como lechón cualquiera 😀
        Lo de Suárez con el final del franquismo fue de nota, cierto. Aunque ni siquiera había nacido cuando hizo que las Cortes aprobaran la Ley de Reforma Política, la he estudiado y lo cierto es que es de risión cómo se la metió doblada. Bien doblada. ¡Saludos!

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  4. Esta vez voy a ser crítico con la ortografía: Le sobra un punto.

    El punto y final.

    Tiene que ser punto y seguido; ahora que ya tienes el bourbon es cuando se supone que empieza el meneo, ¿no?

    Abrazo, genio. Quedo a la espera.

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    1. Gracias, Israel, es todo un detalle por tu parte. Y aprovecho para decirte que llevo un tiempo últimamente que básicamente no paro por Scripto, pero es que no tengo tiempo para casi nada… Ayer hice una visita exprés y hoy espero pasarme, aunque lo cierto es que la labor de redacción sobre los textos para la versión final está bastante avanzada… ¡Un saludo!

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      1. Pues yo lo aborrecí hace años, lo típico en estos casos: una noche tonta, un amigo recién peleadito con la novia, un mago haciendo trucos en la barra, un psicólogo metido a camarero y final con Gimkana recorriendo medio barrio de Triana a cuatro patas, el que deja esquina sin potar pierde.
        Desde entonces las rosas de una en una.

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