El género de la magia (II)

1ª parte

Publio suspiró y colocó las manos en su regazo torciendo un tanto el gesto.

–Una lástima que nos emborracháramos tanto de poder –masculló. Eva no se movió un ápice, no hizo un gesto de asentimiento ni de negación. Habían hablado mucho sobre la deriva dictatorial y conservadora vivida por el mundo en el último siglo cuando, tras la guerra, de entre las cenizas del mundo arrasado por el conflicto, había surgido un nuevo orden, una taumatocracia controlada por aquellos archimagos y archimagas que habían combatido en esa última batalla, aún vivos gracias al control de las fuerzas de la naturaleza, que incluían poder sobre la vida y la muerte.

Unas cuantas estrofas después, el público aplaudió a los artistas, que se retiraron haciendo reverencias.

–¿Adónde irás? –Eva hizo la pregunta tras levantar la mano pidiendo otro zumo de grosella.

–He decidido que a Tutarrio. –Publio, hasta la noche anterior, dudaba entre varias opciones, pero se había decidido al final por la pequeña población costera: quería ver el mar. Además, al estar ubicada en la periferia, el control de los practicantes mágicos era mucho más laxo y podría entrar con facilidad en el colegio local de hechiceros sin que le hicieran demasiadas preguntas.

–He leído que tiene un clima muy bueno. Muy soleado.

–Sí. –Publio detectó la amargura en las palabras de su esposa. Le dolía dejarla, pero era necesario: se trataba de su vida, de su cuerpo, de su mente de mujer atrapada durante muchos años en un receptáculo equivocado que por fin había sido sustituido. Ella había accedido a ayudarle, y Publio se lo agradecería siempre, pero no podía seguir viviendo una mentira.

Después de darle muchas vueltas, había decidido utilizar la magia para convertirse en quien sería desde ese día: Laura, una mujer. Por mucho que las reglas de la práctica mágica prohibieran la utilización de los conjuros para realizar cambios físicos de tal calibre en sus practicantes.

–Encontrarás a alguien que te quiera. –Laura sintió la necesidad de decir algo a su esposa para consolarla, pero Eva meneó la cabeza–. Eres muy hermosa. –Eva volvió a negar.

–No hablemos de ello. Y fíjate: nuestro hombre se levanta.

En efecto, había terminado la botella por completo y dejaba la mesa poniéndose el capote que le trajeron en seguida, tambaleándose un tanto por efecto del alcohol ingerido. Avanzó hacia la salida con pasos temblorosos y las dos mujeres fueron tras él, mientras en el escenario se cantaba la balada de los cuatro genchires, valientes pobladores que plantaron cara a los demonios en los primeros compases de la invasión astral.

Siguieron al tipo a cierta distancia pero sin necesidad de disimular en exceso, dado que en la zona se encontraba la mayor cantidad de locales de ocio de la ciudad y numerosos grupos de personas deambulaban por ahí hasta altas horas de la noche.

Eva sabía cual era la dirección en la que su objetivo vivía y lo más normal sería que pasara, para ir a ella, por un pequeño laberinto de callejas en el que las diversiones se volvían más sórdidas y se mercadeaba con los cuerpos y los gozos por unas cuantas monedas. Hizo un gesto a Laura para que no lo perdiera de vista, deslizándose por una calle lateral al doblar una esquina. Los edificios, de una altura mayor que en el barrio de los espectáculos y aspecto bastante más humilde, se cernían arrojando sombras que creaban una impresión de inquietud no aliviada por las escasas teas.

Laura hizo un mohín de disgusto al ver que el hombre se detenía, apoyaba la mano en una pared y, tras varias arcadas y convulsiones que sacudieron todo su cuerpo, vomitó con violencia. Se secó la boca de hiel y bilis con la manga de su abrigo, sin preocuparse en absoluto de la suciedad que en ella dejaba, y boqueó para aspirar todo el aire que pudo.

En ese momento, una mujer vestida con muy escasa ropa, una fulana de baja estofa, salió de uno de los portales cercanos y le colocó una mano en el hombro mientras bajaba un tanto el escote para mostrar un pezón sonrosado. Su rostro incitador hizo que el hombre sonriera de forma bobalicona, y Laura supo que su plan estaba a punto de irse al garete.

Dio largas zancadas, sin importarle que sus zapatos repicaran sobre el pavimento, y cruzó la cara de la prostituta antes que se dieran cuenta de que estaba junto a ellos, al tiempo que gritaba:

–¡Quita tus manos de mi hombre, guarra!

La mujer, sorprendida por el golpe y la furia de la recién llegada, desapareció en un parpadeo sollozando, y Laura se giró hacia el hombre, en cuyo rostro se leía la más absoluta de las confusiones.

–¿Qué…? –comenzó a preguntar, pero Laura se puso el dedo índice en los labios y le pasó la mano por el interior del brazo, obligándole a caminar con ella. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no sentir el mayor de los ascos al oler el vómito, el alcohol, el sudor que desprendía el tipo, y lo llevó hacia donde Eva le había dicho que realizarían el conjuro: unas cuantas calles más adelante, en un pequeño patio abandonado hacía años. Cuando entraron allí, el hombre sonrió con lascivia pensando que iba a tener lugar un revolcón gratuito con la mujer que llevaba colgado del brazo sin percatarse en absoluto que, a su espalda, la única entrada había sido cerrada con un murete que apareció de la nada.

Eva, tras materializarlo, salió de las sombras con expresión neutra, ya que lo que estaban a punto de hacer no le provocaba placer ni dolor, sino que pensaba en ello como algo necesario para que Publio… para que Laura pudiera vivir la vida que quería. Lo seguía amando, y dudaba mucho que alguna vez dejara de hacerlo, así que, cuando su marido le dijo qué era lo que tenía que hacer para dejar de sentirse un preso en su propio cuerpo, lo apoyó sin reservas.

Aunque ello le costó derramar noche tras noche amargas lágrimas.

Por completo inconsciente de lo que estaba a punto de ocurrir, el hombre miró a la segunda mujer y se las prometió todavía más felices, aunque le germinó una sombra de duda y sospecha cuando Eva se dirigió a él:

–Eres una daga. –No era una pregunta. Se refería al nombre con que los asesinos a sueldo eran conocidos en los bajos fondos–. Y de la peor calaña. Matas mujeres, niños, ancianos… lo que sea por un puñado de oro.

La frialdad con la que lo dijo puso la piel de gallina al tipo, que se echó hacia atrás un paso, como golpeado por la acusación.

–El mundo será un lugar mejor sin ti. –Quien había hablado era Laura, a su derecha.

–Sí, lo soy –replicó él, bastante recuperado de la borrachera y con los sentidos alerta. Abrió con toda intención el abrigo y puso la mano sobre un largo cuchillo que llevaba al cinto–. Así que será mejor que os vayáis u os rebano.

–Lo dudo. –A la vez que lo decía, Laura accedió a uno de los infinitos mundos que la rodeaban, uno en el que se había desatado un pavoroso incendio en el lugar, y trajo unas llamas hasta su realidad que rodearon, como amantes posesivas, el cuerpo del hombre, lamiendo su carne y consumiéndole con rapidez entre gritos agónicos. Eva había tendido un manto de silencio para evitar que nadie se percatara del drama que estaba teniendo lugar y, en cosa de segundos, todo terminó.

Un cadáver calcinado y retorcido yacía en el suelo, los miembros crispados y ennegrecidos, la boca abierta en un mudo grito de horror y agonía. Laura hizo un último pase mágico e hizo que la dentadura del cadáver fuera exactamente igual a la que su anterior cuerpo, el cuerpo de Publio, había tenido.

Miró a Eva y le dedicó la más dulce sonrisa, la más sincera mirada de agradecimiento que pudo. Su esposa asintió, de nuevo con tristeza, y se dirigió sin una palabra hacia el murete, que se difuminó, tembló y desapareció en la noche.

Posó de nuevo sus ojos sobre el muerto. Los investigadores de la taumatocracia cerrarían el caso concluyendo que Publio había fallecido, y sería libre para viajar a Tautarro, para vivir su nueva vida.

Una nueva vida de mujer.

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22 respuestas a “El género de la magia (II)

  1. ¡Qué final!
    Sabía que habría sorpresas, y aquí están.
    Cuál será el destino de Laura, para qué querían al hombre de la taberna y las angustias de Eva sin Plubio.
    Fantástico. Literalmente.
    PS.—¿Los funcionarios no pueden encontrar rastros taumatúrgicos de cualquier tipo?

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    1. Gracias, compañero. No ha habido triángulo, era algo… diferente. Y por cierto que he de ser sincero: la fuente de mi inspiración ha sido Lili Elbe, tanto para Laura como Eva 😉
      PS: No, no. Te lo dice un funcionario 😀

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  2. A pesar de no ser menester, he de hacerte saber que me ha gustado, y mucho. Y de igual modo, ponerte al corriente de algo que no termina de convencerme por el hecho de haberme generado ambigüedad el término utilizado en el primer inciso, como consecuencia de no haber dejado ningún tipo de evidencia en el parlamento del personaje, más si cabe, teniendo en cuenta que más adelante lo presentas vomitando el alcohol ingerido. Asimismo, indicarte que en el párrafo trece aparece tildado equivocadamente un término cuya función no es otra que la de un pronombre relativo, y no con la de interrogante que le has asignado, posiblemente, sin darte cuenta.

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    1. Un momento, que me he perdido… No entiendo lo primero. Te refieres al tipo que Laura y Eva vigilan en el local, el que luego vomita, hasta ahí vale; sin embargo, no sé a qué te refieres. Acláramelo, por favor 😉
      Vamos con la tilde…

      Cierto. Ese «cual» no lleva tilde. Editando… ¡Gracias por indicarlo!

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      1. Pues, que si utilizas el masculló como verbo de habla en el primer inciso, y el significado del término, según la segunda acepción de la RAE: » Hablar entre dientes, o pronunciar mal las palabras, hasta el punto de que con dificultad puedan entenderse». Considero que si es porque se encuentra en estado de embriaguez, qué mínimo que haberlo evidenciado en el parlamento del personjae. Y que si no querías transmitir eso, entiendo que el término formuló sería más apropiado, ya que según la susodicha fuente en su segunda acepcción: «Exponer o expresar una cosa de forma oral o escrita, generalmente con términos claros y precisos», y de ahí lo de la ambigüedad.

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      2. Sigo perdido… El personaje que masculla es Publio. Es decir, Laura, que, en efecto, habla entre dientes al quejarse (bajito) de la deriva dictatorial de sus propios colegas magos. No el hombre al que van «a dar caza». Publio-Laura ha bebido bebida sin alcohol. El que va borracho es el tipo al que se cargan tras vomitar…

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    1. La verdad es que en los relatos cortos, incluso en los microrelatos, hago en mi cabeza una cierta tarea de worldbuilding (sí, sé que es un palabro, pero estoy acostumbrado a usarla en vez de la traducción literal «construcción del mundo») que suponga el fondo, el contexto en el que narrar algo… por poquito que sea.
      Considerando eso, cualquiera de mis textos puede desarrollarse con facilidad. Y lo cierto es que lo que he levantado para este relato podría tener miga, la verdad. De hecho, la clave de este concurso es, precisamente, el «worldbuilding», indicándonos para el relato que «mostremos» pero no nos «enrollemos», así que espero haberlo logrado 😉

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  3. Wow Genial. Me ha gustado mucho!
    Una falta he visto. En el párrafo 12 o así, cuando Publio, quiero decir, Laura, abofetea a la prostituta y se lleva del brazo al hombre… pone «(…) hacia un año» el hacia debería llevar tilde.
    Un saludo, Lord!

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    1. Como siempre, mi gratitud por leer y mi satisfacción porque te haya gustado.
      Tiene usted muchísima razón. Malditas palabras que aunque no lleven tildes no son subrayadas en rojo por el autocorrector del procesador, ¡voto a bríos! Editada pero ya, mil gracias 😉

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      1. El placer es mío. Piensa que voy de culooo por leer todo lo que cuelgas porque me encanta pero mi tiempo es escaso!!! Hala, ya lo sabes!!! 😛
        Un abrazo 🙂

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