Renato, el agente castrato: Un día en Venecia

UN DÍA EN VENECIA

Renato se acomodó en los cojines forrados con cuero procedente de, según decía el dueño del local, los animales más exóticos que en Oriente podían encontrarse. Aunque el espía genovés dudaba mucho de la sinceridad de dicha aseveración, tampoco es que estuviera allí, en el único fumadero de opio de toda Europa, para comprobar la calidad de los mismos ni lo mullidos que eran.

Lo que quería era probar ese arte que en los territorios de la Sublime Puerta practicaban desde antaño: habían pasado siglos desde que el Anciano embrujase a sus asesinos con hachís, y el opio había sustituido al mismo en el consumo de sustancias relajantes y medicinales. Un amigo le aconsejó que pasara por el fumadero de Onur, junto a los muelles del Gran Canal de Venecia, y Renato, siempre dispuesto a sentir nuevas experiencias, no dudó en comprobar de primera mano si tal actividad podía calmarle el dolor que sentía hacía días en la zona lumbar, desde que se había pegado aquel talegazo al caer del caballo en una penosa exhibición de sus capacidades como jinete.

El sitio era pequeño, húmedo y atosigante por el calor de los cuerpos apretujados y el humo que exhalaban estos tras dar grandes bocanadas. Al principio, Renato se sintió como una novicia en un monasterio de monjas arrugadas y con experiencia, pero pronto comprendió la mecánica que, a fin de cuentas, tampoco tenía mucho misterio: acercar la boquilla a la boca, aspirar escuchando el gorgoteo del líquido en la pipa, retenerlo un tiempo en los pulmones… y soltar. A la cuarta calada, el genovés ya se consideraba todo un experto.

La cabeza comenzaba a darle vueltas, pero no se sentía fatigado ni extrañado por ello. Lo asumió como algo natural. Divertido, incluso. Sí que notaba cierta alteración en su percepción, como si las paredes empezaran a… moverse adelante y atrás, en un extraño baile que le hizo reír, lanzando una risita floja y tonta que fue coreada por los más cercanos de sus compañeros de vicio.

La puerta, por aquel entonces un rectángulo situado en la lejanía, tan lejos que bien podría estar en Cipango, se abrió con tanta fuerza que golpeó la endeble pared provocando un desconchón de considerable tamaño. Tres figuras –tres hombres altos, bien parecidos, morenos y fornidos que se movían con la elegancia de una pantera y la seguridad de un león– se recortaron contra la prístina luz que se filtraba desde el exterior. La sala se hizo más grande con su mera presencia y Renato vio, boquiabierto, con ojos como escudos de caballería, que los tres vestían el uniforme de la Armada de Su Católica Majestad Felipe II de España. Lo cual no dejaba de ser curioso, porque lo normal era que los marinos llevasen camisas y calzas tan llenas de suciedad y piojos que parecía fueran tristes retales grisáceos.

Y, sin embargo, ahí estaban, espléndidos con sus ropas listadas de azul, orgullosos sin duda de faenar en una de las poderosas galeras del todavía más poderoso monarca.

Llegaron hasta un mostrador, que Renato no había visto hasta el momento, contemplados por los presentes, quienes habían dejado atrás la abulia y aguardaban expectantes, sabiendo que algo iba a pasar, algo en lo que los recién llegados jugarían un papel fundamental.

Como así fue.

Alzando la voz tanto que parecía querer que todos los presentes escucharan la conversación con el tabernero –por un instante, Renato se preguntó si sería correcto llamarlo así aunque, claro, hasta entonces no había visto a Onur limpiando jarras y ordenando botellas–, el que parecía ser el cabecilla dijo:

–Hermosa ciudad tenéis aquí, señores. –Todos aplaudieron. Incluso Renato se vio movido a ovacionar las palabras elogiosas vertidas sobre una enemiga de su propia patria, tan sinceras sonaban–. Quisiera contaros lo que hemos disfrutado de ella, antes de embarcar de nuevo con destino a las ciudades del norte de África.

–¿Combatiréis al malandrín berberisco? –preguntó Onur, sin percatarse, o sí, que lanzaba insultos a gentes de su propia raza.

–Tenedlo por seguro, buen señor. –Dio una palmada y los otros dos, con un ágil salto, subieron a la barra, empezando a bailotear con gracia y habilidad entre platos, escudillas, cubiertos y vasos–. Y si hemos de morir, que sea con el grato recuerdo de la hermosa Venecia, a quien dedicamos esta canción.

–¿Una canción, señor? –Todos comenzaron a marcar el ritmo de los pasos de baile de los españoles. Incluso, no se supo muy bien de dónde, un par de violinistas y una guapa gitana con pandereta atacaron una alegre pieza. Renato seguía fumando.

–En efecto. ¡Una canción!

Y los tres bailaron por la sala, levantando a las muchachas que acompañaban a los fumadores de opio y haciéndolas volar entre sus fuertes brazos, besándolas con desparpajo y provocando las risas felices de los presentes, que disfrutaron hasta la extenuación de lo que los tres, con una voz digna de los ángeles, cantaron:

En junio quería yo visitar

Venecia, la ciudad del mundo más bonita,

pues hay muchas cosas dignas aquí

que hay que ver en esta vida.

Bajamos del barco cansados

tras batallar con dureza en el mar,

pero nuestros corazones rieron

al contemplar de San Marcos la catedral.

Pasamos junto a los leones

que guardan la entrada al templo.

¡Cuán fieros eran en Constantinopla!

así al menos lo parecieron.

La estatua del Dogo es enorme

y junto a ella aprendimos

que las venecianas son mujeres

a las que le gusta mucho un marino.

¡Es que está claro, amigos!

Venecia es ciudad marinera,

y a la orilla de sus canales,

los enamorados pasean.

Mas esta canción llega a su fin,

y gran congoja siento al pensar

que el capitán nos llama

y tenemos que embarcar.

¡Adiós, amigos, adiós!

os recordaremos siempre.

a vuestra ciudad, vuestras casas y mujeres.

¡Que el paso del tiempo os sea leve!

Y, cuando los tres salieron por la puerta para dirigirse a su barco, Renato suspiró y cayó dormido.

Un día en Venecia


35 respuestas a “Renato, el agente castrato: Un día en Venecia

  1. Uy, al puro estilo peli Disney!! Jajaja 😂 Me da que al pobre Renato se le subió tanto el opio a la cabeza que creyó ver la actuación improvisada de unos marineros en plena fumadero…😅
    Muy bien narrado, como siempre. Y me pregunto: ¿la canción es también de tu autoría? Tendrías que añadirle música y colgarla para podernos hacer a la idea 😉

    Le gusta a 1 persona

    1. 😀 😀 😀
      Ahora que estamos con el hype de «La Bella y la Bestia», ¿qué mejor, no? Aunque la referencia cinematográfica oculta va por otro camino (es complicada de ver, eso sí)
      La canción sí, la he parido hace un ratito. Lo de poner música… hace años que no intento (nótese el verbo usado) componer algo con la guitarra… y Youtube me da mucha vergüenza 🙂

      Le gusta a 2 personas

      1. Lo de la referencia cinematográfica me pilla en fuera juego (como no sea hna de esas en tecnicolor…?! 😅)
        Vaya con tu imaginación! Un aplauso por esa canción 👏 Eh, pero solo uno, no te vayas a emocionar… 😉 que escribir, escribes muy bien, pero sigo diciendo que hasta que no escuche la música que acompaña a esa letra pues no voy a poder valorar al 100%.
        Así que, en otra face de tu vida también «intentaste» componer con guitarra?! Vaya, vaya… supongo que no sería muy melódico, dados tus gustos por el heavy metal 😂😂
        Lo del youtube, todo es empezar. Yo, siendo profe, tengo una vergüenza muy limitada. Vamos, que tengo poca, quiero decir. 😀
        Que tengas un feliz jueves con tus expedientes (X) 😉

        Le gusta a 2 personas

      2. Pozí. Es una película, un musical, de cuando reinaba Carolo. Del Technicolor. Lo voy a decir, va, venga: se trata de «On the town», traducida (alegremente, en España somos muy dados a traducir como nos sale del churro) como «Un día en Nueva York», de 1949, con Gene Kelly y Frank Sinatra como principales protagonistas 😉
        Sí, de adolescente estuve en un grupete, que por supuesto no llegó a nada 😀 😀 😀 Además, soy un negado con mis dedacos para tocar los trastes de la guitarra… Y, ¡oye! Al heavy metal hay que entenderlo, que la creencia de que es solo ruido es bastante errónea. Solo te digo que disfruto igual en un concierto de clásica que en uno de metal 🙂
        ¡Feliz jueves para ti también!

        Le gusta a 2 personas

      3. jeje sabía yo que era una peli en technicolor 😉
        Lo del «grupete» es muy títpico, yo también tuve uno y siempre me pregunto ¿quién no tuvo un grupo en la adolescencia y quiso ser músico? Yo rascaba la guitarra pero ni siquiera sé solfeo así que se quedó en eso, en rascar y pasar el rato con los amigos jajaja.
        Yo no soy de las que dicen que el heavy es solo ruido, aunque hoy en día no sé si iría a un concierto ;P
        Y, de la clásica, qué decir! Mi playlist de escribir (sí, tengo una playlist que solo uso para escribir jiji) es de clásica 🙂

        Le gusta a 2 personas

      4. Esa es una de las actividades que me dije «no es para ti, chaval», y la abandoné tras intentos infructuosos y casi desencajarme los dedos intentando hacer bien algún rasgueo que otro… para perder el tiempo, casi que lo dejo, decidí acertadamente 🙂

        Le gusta a 2 personas

    1. Esto… no, no. La frase es «Y, cuando los tres salieron por la puerta para dirigirse a su barco, Renato suspiró y cayó dormido.» Los tres mencionados son los marineros (que existen solo en la imaginación drogada de Renato, ya que estamos); en cuanto salen por la puerta (Renato se los imagina saliendo), Renato se duerme. O, mejor dicho, cae inconsciente por la fumada que lleva el buen hombre 😀

      Me gusta

      1. Es evidente que no has captado la intención del comentario. La frase se entiende perfectamente, lo que resulta infumable o incoherente es hacer creer lo narrado; ya que: «Los efectos del opio
        Si quieres saber cuáles son los efectos del opio lo primero que debes tener en cuenta es que éstos tardan en aparecer entre 15 minutos a 1 hora después de haber ingerido la droga. Sus efectos pueden durar hasta 12 horas y son más fuertes si se opta por comer opio en lugar de fumarlo.
        Cuando se consume opio, lo que ocurre es que los alcaloides de la droga llegan al cerebro ocupando los receptores de las endorfinas, por eso, la sensación al consumir opio es placentera y estimulante. De entre los efectos del opio caben destacar los siguientes, al ser los más habituales:
        El efecto narcótico de esta droga hace que tengas sensación de felicidad y euforia
        Puede afectar a la conciencia y la visión de la realidad
        Un efecto generalizado de relax y sueño
        El efecto del opio impide que sientas dolor
        No causa alucinaciones fantásticas como otras drogas alucinógenas
        Las pupilas se hacen más pequeñas (al contrario que otras drogas estimulantes como la cocaína o las anfetaminas que aumentan las pupilas)».
        Espero lo tomes como una crítica constructiva.
        Saludos

        Le gusta a 2 personas

      2. Sí, hombre, no pasa nada, aunque lo de infumable es bastante despectivo, no me tiro de los pelos.
        Vamos a ver: en el texto, no se dice que a la primera ya esté flipando en colores, sino que lleva un rato dándole a la pipa. En efecto, el opio produce laxitud y, por lo general, el consumidor se queda tirado, adormecido, embotado, como señalas. Que se lo digan al Emperador chino cuando declaró la guerra a los occidentales por la que estaba liando el opio entre sus súbditos.
        La cuestión es que, en el Renacimiento, no había discotecas en las que consumir anfetas para alucinar pepinillos, y lo más parecido a los «clubes de cannabis» eran los fumaderos de opio, en Asia Oriental, Central y los territorios otomanos, así que de ahí que me tomara la licencia para elaborar un divertimento en el que lo me apetecía era crear un número musical. ¿Inverosímil histórica y biológicamente hablando? Pues sí, lo sé. Pero me da igual. Es un divertimento que pretendía ser gracioso, no un ensayo sobre el consumo de opiáceos con estadísticas, tablas de consumo y precios de la adormidera, ni sobre las consecuencias en el cerebro, sistema cardiovascular o el neurológico.
        En fin, que tampoco creas que te respondo cabreado, es solo que la intención era pasar un buen rato, por lo que tu crítica, aunque acertada, no la comparto.

        Le gusta a 2 personas

      3. Lo de infumable era por que guardase coherencia con el relato, no con intención despectiva.

        Entiendo que tratabas de hacernos pasar un rato agradable y, de hecho, asía ha sido.
        Si lo he manifestado así es para que seas consciente de que el opio no provoca alucinaciones y evites quedar mal en el supuesto de que algún día optases por cambiar de género literario.

        Entiendo perfectamente que no compartas mi punto de vista y agradezco que te lo tomes con tanta deportividad.

        Saludos

        Le gusta a 2 personas

    1. En efecto, en efecto… La droga esta, que hace ver cosas rarunas. Menos mal que no habían inventado el LSD aún, porque Renato viendo colores flotando sería la bomba 😀
      PS: Solo canto en mi casa, cuando la música está a todo trapo para evitar que se me oiga. Y en algún concierto (donde la música está todavía más alta)

      Le gusta a 2 personas

  2. Que gran ambiente el del fumadero y que marcha le dan los caballeros marinos al local que hasta las paredes bailan al ritmo de su cantar. La escena es gloriosa y la referencia al sultán de Constantinpla perfecta. Nihil Obstat Milord. Un abrazo.
    P.S. Yo, puesto en su lugar, que no será el caso, lo de añadir acordes ni lo intentaba, pero sé que a vuecencia, lo que es valor, no le falta.

    Le gusta a 2 personas

    1. Quosque tandem? Nada, si nos ponemos a hablar con latinajos, yo también (aunque no abusas de mi paciencia en absoluto… es solo que en «SPQR», de Mary Beard, ayer estuve leyendo un capítulo en el que se centra bastante en la frase del primer discurso de Cicerón de las Catilinarias y me apetecía decirla 😀 😀 😀
      Valor para según qué cosas que sé podré hacer, tengo. Pero si son para otras en las que reconozco ser un torpe, un negado o un completo inútil, ni lo intento. Ya lo intenté en su día, de hecho, así que…
      ¡Gracias por tus palabras!

      Le gusta a 2 personas

    1. Me venía dando vueltas la idea desde que vi «La la land», pero no sabía cómo demonios meter a unos tipos cantando y bailando y que quedara resultón en prosa. Así que me decanté por este divertimento. Si os ha agradado, misión cumplida 😉

      Le gusta a 2 personas

      1. No te preocupes que si algo no me gusta sin problema te lo diré, pero tienes una gran imaginación y sabes cómo expresarla escribiendo, créeme te tengo envidia, es un sentimiento muy negativo, pero si digo, envidia sana lo arreglo, jsjaja. Gracias siempre.

        Le gusta a 2 personas

  3. Me divertí con el cuento y con los comentarios.

    Sobre la canción te diré que no. Estudié durante dos años en SADAIC (equivale a la SGAE en Argentina) y carece de todos los requisitos para serlo, excepto la idea del relato.
    Gracias por compartirlo. Me animo a la crítica porque he visto que la aceptas sin rencores.
    Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

    1. No, claro que no es una canción al uso. Tiene algo de ritmo, algo de rima, algo de yo qué sé, pero desde luego, no soy un compositor de letras para canciones. Ni siquiera hago poemas, lo mío es la prosa (o lo intento). La idea central era hacer un relato divertido, que pudiera provocar sonrisas, como todos los que escribo sobre Renato; si eso lo he conseguido, ¡misión cumplida! 🙂
      Y en efecto, acepto críticas con buen humor, así que, como he dicho en otra entrada, te animo a hacerlas.

      Le gusta a 1 persona

Deja un comentario