El compañero Raúl, del blog Mis vidas de papel, no solo me dedicó una amable reseña, sino que, además, me escribió para comentarme más detenidamente sus pareceres con respecto a la lectura de La sombra dorada. Es un bloguero genial y una persona magnífica, como se desprende de la conversación que hemos tenido y en la que hemos mezclado Tolkien, fantasía oscura, maniqueísmo y actualidad (de nuestro mundo). Como siempre, recomiendo su blog, dedicado principalmente a la elaboración de reseñas y centrado en la fantasía, género por el que ambos compartimos pasión. Y, como siempre también, he aquí mi agradecimiento por su tiempo. Espero que tanto él como quienes me seguís disfrutéis el relato.
LA HUIDA DE ESPEJADO
La Ballena cantarina avanzaba con tranquilidad, impulsada por la suave brisa que llenaba el velamen de sus tres altos mástiles, desplegado casi en su totalidad. La mar estaba en calma, como era normal en la zona que antecedía al puerto de Espejado, y el sol, brillante en un cielo azul sin nubes, caía sobre la cubierta haciendo que los marineros remolonearan sobre la tablazón sintiendo una pesada languidez. El capitán, sin embargo, les dejó hacer, contemplándoles con una sonrisa arrastrar los pies de un lado a otro disimulando sin mucho éxito, para que no se les adjudicase ninguna tarea por parte del primer oficial.
No importaba, pues al doblar el Cabo Negro, lo que harían en breves momentos, el timonel viraría la nave para que su proa enfilase a los muelles, no precisando ninguna maniobra para ello.
Rulo colocó los brazos en jarras, mirando desde el castillo de popa y sintiendo, una vez más, el orgullo de ser quien tenía a su cargo la más imponente embarcación que había botado jamás la república de Zuargro; sempiterna rival de Espejado, los genios de los astilleros de la capital, Pendícula, habían logrado construir un leviatán que, si bien poseía una cubierta menos que la nave insignia de Espejado, lograba portar en sus bodegas más del doble de la carga que esta. La Ballena cantarina era un prodigio que surcaba los mares con seguridad y, aunque su enorme panza no la hacía la más maniobrable de las naves, sí que era más rápida de lo que cabía pensar en un mercante de su tamaño.
—Ha sido un viaje muy tranquilo. —El capitán asintió distraído a las palabras de su primera oficial, una mujer alta y delgada con la cara picada por la viruela y pelo rojo como las llamas de una hoguera—. ¿Cree que sentirán envidia al vernos, señor?
—Imagino —dijo él— que sabrán de nuestra llegada. Es de ilusos pensar que nadie en Espejado sabrá de nuestra nao.
—Espías en todos lados…
—Cierto —asintió Rulo, riendo de forma campechana—. Seguro que llevan meses deseando vernos aparecer para comprobar si los informes que habrán leído eran ciertos. Estaba pensando…
—¿Sí? —inquirió ella cuando Rulo se toqueteó el labio inferior, pensando.
—Podemos darles un espectáculo, ¿no cree?
—¿Qué sugiere, señor? —Ella sonrió mostrando los huecos que faltaban en su dentadura.
—Desplieguen todas —ordenó señalando las velas; la mujer gritó la orden con su voz grave y firme, lo que hizo que los marinos parecieran despertar de un sueño. El capitán gritó después—: ¡Timonel! ¡Comience la maniobra! ¡Gire a babor!
El barco se inclinó cuando empezó a describir el amplio arco que necesitaba para doblar el cabo, aunque su gran anchura hizo que la mayoría de la tripulación casi ni se percatara del ligero escoramiento. Su flotación era perfecta a pesar de la enorme panza. El capitán sonreía pensando en la sorpresa que se iban a llevar en el muelle al ver acercarse a la Ballena cantarina y decidió enarbolar la bandera de la república de Zuargro en lo alto del palo mayor para que fuera más visible que en su sitio habitual, en mesana.
No llegó a emitir la orden.
—¡Naos, capitán! —gritó desaforado el vigía en la cofa—. ¡Salen naos del puerto!
Rulo sacudió la cabeza, confuso, y echó mano del catalejo acercándose a la borda. Un vistazo le confirmó las palabras del hombre, aunque no terminaba de creer lo que estaba viendo: un gran número de embarcaciones de todos los tamaños estaban dejando el puerto de Espejado, rodeados por un sinfín de botes y esquifes; la escena le resultó parecida al caos que se produce en la huida de una casa en llamas y la impresión de horror que le provocó un escalofrío se acentuó al ver diminutos puntos en el agua, cabezas de mujeres y hombres que pugnaban por mantenerse a flote y elevaban los brazos, implorantes, hacia los barcos a su lado. La marinería de las naves atestaba las cubiertas.
—Por todo lo sagrado… —gimió, pasando el catalejo a su primer oficial—. No son marineros. Son gente corriente…
Apoyó, preso de una gran debilidad, las manos en la regala y contempló con horror que el curso de navegación de un galeón le iba a llevar a embestir el costado de una nave más pequeña. Pensó en indicar que, desde la cofa, se comunicaran al galeón señales para que cambiara su rumbo y evitar así el accidente, pero en su fueron interno sabía que era absurdo. Los barcos huían de Espejado sin mirar atrás, sumidos en un pánico del que Rulo nada sabía pero que era, dado lo que estaba presenciando, más grande que el océano.
—¿Señor? —La primera oficial le devolvió el catalejo plegado. Lo miró interrogativa. Rulo meneó la cabeza apesadumbrado y suspiró, incapaz de separar los ojos del terror que se desarrollaba ante ellos. Ella preguntó—: ¿Nos desviamos o…?
—No. —El capitán aferró la madera con fuerza—. Ponga proa al viento y suelte escotas. Fondearemos a una distancia segura de todo eso —continuó señalando el caos de naves, gentes y gritos.
La mujer se giró para dar las órdenes correspondientes, pero Rulo la cogió del hombro, haciendo que lo mirara de nuevo.
—Y vacíen todas las bodegas —dijo elevando la cuadrada mandíbula. La mujer enarcó una ceja, como pidiendo confirmación, y él asintió con gravedad—. Necesitamos todo el sitio disponible para recoger a los pobres diablos que están flotando en el mar.
Me ha gustado mucho Lord Alce, sobre todo porque veo cierto paralelismo con hechos actuales que imagino no será casual.
Un abrazo.
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¡Gracias Mayte, me alegra que te haya gustado! Sí, no te equivocas. Defiendo que, al escribir fantasía, no se debe hacer un ejercicio de mero escapismo, sino mirar a nuestra realidad y criticarla si es necesario, que sea una metáfora, paráfrasis o lo que se quiera.
En el texto, en efecto, retomo la cuestión de los terribles sucesos de los que estamos siendo testigos desde hace ya un buen montón de meses.
¡Un saludo!
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Leído y disfrutado como ameritas.
Saludos
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¡Gracias!
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No hay de qué.
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Un ejemplo excelente de compasión marinera Milord. Un ejemplo literario que el pueblo armenio hubiese agradecido en el puerto de Esmirna. Un abrazo
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Y tantos otros a lo largo de la historia, por desgracia… Como he dicho en otro comentario, y como alguna vez he señalado, la fantasía para mí es un vehículo con el que reflejar y criticar nuestra realidad. Creo que la cosa está clara.
¡Saludos!
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Magnífica reseña, merecida totalmente. Además me da envidia, yo no sé hacer reseñas, solo se mal comentar jajajajaja, pero pongo todo mi cariño e interés, eso sí. Besitos a ambas almas.
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Bueno, en tus palabras se nota la pasión por la escritura y lectura, así que no desmerece nada leer lo que comentas, María del Mar 🙂
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Lord, ¿me puedes decir qué comes para cada día superarte como escritor? Haz el favor y comparte😉
Me gustó la historia con final solidario, las descripciones y el buen uso de los «palabros» marinos.
Besacos!
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Pues… no sé yo qué decirte. Me arrebolas 🙂
En efecto, tenía claro que el capitán iba a lanzar por la borda toda la mercancía que tan pingües beneficios iba a dar. Eso lo sabía…
Sobre las palabrejas náuticas, si yo te contara lo que he tenido que sufrir para aprenderme un mínimo de la terminología esta del demonio… En «Resurge la plata» lo he utilizado bastante, así que me dije que, ¡oye!, vamos a meterlas aquí también un poco para dar color marinero. Eso sí, no puedes pasarte metiendo términos, porque si no hay que estar con el diccionario náutico al lado leyendo (como en Patrick O’Brian, que está muy bien, pero tela…)
¡Un saludo enorme!
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Pues sí, algunas se entienden por el contexto, pero otras (no te voy a mentir) he tenido que buscarlas😉
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Y eso que no me he metido con las jarcias, los foques o la madre que parió a Panete 😀 😀 😀
En «Resurge la plata» hago una pequeña broma al respecto. Ya la verás en, calculo… mitades de junio, que está al principio del texto, tú ya me entiendes 😉
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Jaaajjjjj, a ver si el diccionario se va a convertir en mi libro de cabecera😂😂😂
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No, no… prometo no usar más terminología náutica en los relatos del blog (promesa válida hasta que la rompa, claro) 😀 😀 😀
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Excelente, sobre todo la actitud, como muchos ya han mencionado, heroica del capitán. Un excelente inicio, un conmovedor final y un perfecto guiño a vuestro universo que, como siempre, nos deja con ganas de más… de muchísimo más.
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Como he comentado alguna vez, la fantasía puede ser mero escapismo, pero también una crítica a nuestro mundo (el nuestro, no el tuyo 😉 ), como mucho más adecuadamente ha sido siempre la ci-fi. De ahí que siempre trate temas sociales, políticos o económicos de traslación fácil entre mis escritos y lo que nos rodea. Hay tanto de lo que hablar…
¡Gracias por pasarte! 🙂
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La mentira más firme es la que se afirma en los pilares de la realidad, y eso es aplicable también a la ficción pura y dura. Además que eso le da una dimensión totalmente nueva a cada uno de los escritos. Yo siempre admirado de su prosa y de su literario altruismo mi Lord.
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Gracias, Amo de las cuestiones. Me alegra y llena de satisfacción leer tales cosas 😉
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Me encanta, Luis. Me apasiono por el tema marino, y también es muy precioso todo que ya está comentado anteriormente, sobre la solidaridad y todo. Otro buen episodio de tu gran obra. 🙂
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Gracias, Yulia 🙂
Para la segunda parte de «La sombra dorada», estuve empapándome de terminología náutica (que complicadita que es, por favor… 😦 ) y, oye, tenía que aprovecharla, aunque fuera un poquito solo. Y, en efecto, abogar por la empatía y la solidaridad, aunque sea desde mi humilde texto, es algo necesario en este mundo. ¡Un saludo!
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Muchas gracias por «mi relato» Luis. La verdad es que como ya te comenté por mail, me ha hecho mucha ilusión. Como comento en mi blog, me parece una forma más que curiosa de agradecer una reseña.
Todo un placer el formar parte del mundo de La Sombra Dorada.
Un abrazo!
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Soy yo quien te agradece, una vez más, tu tiempo por leer mi novela y hacer tu atenta reseña. Además, hacer estos relatos dedicados también tiene un componente egoísta: me permito así expandir el universo de «La sombra dorada» y, recreándome en él, le aporto más color 🙂
¡Un abrazo para ti!
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