No tuvieron tiempo para recuperar el resuello, sin embargo: en cuanto coronaron la cima, los cuatro contemplaron con horror que la elfa había controlado a su herida montura, elevándola por encima de sus cabezas y obligando a que iniciara un picado mortal contra ellos.
—¡Corred! —gritó Elin volviendo a sofocar una mueca de dolor al notar la herida en su costado. Perceval y el Bello la obedecieron, desperdigándose para no ofrecer un único blanco al monstruo, pero Firdánir no se movió, plantándose con firmeza en el sitio.
—Firdánir… —La joven no dijo nada al ver la resolución que había en el rostro del elfo, que sacaba con toda la ceremonia de la que fue capaz una flecha del carcaj y la colocaba en la cuerda.
Sin apartar la vista de la criatura que se lanzaba con sus dos poderosas extremidades por delante, el elfo dijo:
—Elin, escúchame. —Su voz era tranquila, la de alguien en paz o, mejor, decidido a hacer el último sacrificio—. Viaja al Cabo de las Almas Dichosas… Busca una antigua villa romana… —La frente del elfo comenzó a perlarse de sudor por la tensión que le suponía mantener el arco preparado para disparar; la sierpe seguía acercándose, dispuesta a devorarlo de un solo y terrible bocado, las fauces abiertas—. El medallón es la llave, Elin. —Giró su cara solo un poco hacia la joven, que escuchaba con atención y miedo a un tiempo, sabiendo que eran los últimos momentos de Firdánir en esta vida; no pudo evitar que los ojos se le anegaran.
—Firdánir…
—No, muchacha. —El elfo volvió a centrar toda su atención en la criatura—. Llórame luego. Ahora, debéis huir. ¡Volved a Bretaña y alertad a Arturo! ¡Vamos!
Con su última orden, soltó la cuerda del arco y la flecha silbó rasgando el aire, en una trayectoria ascendente que cruzó en un latido del corazón la distancia que mediaba entre Firdánir y la bestia. El proyectil, con exquisita puntería, se clavó en el ojo izquierdo de la sierpe, que agitó dolorida la cabeza, y solo continuó en línea recta gracias a la velocidad que llevaba: la inercia hizo que no se desviara de su objetivo y el colosal cuerpo escamoso cayó, en un aterrizaje nada elegante, en el punto donde, instantes antes, había estado Firdánir.
Elin, que había echado a correr, se giró al escuchar el tremendo golpe sobre el suelo y, entre las nubes de polvo que levantó el cuerpo al caer, vio que la jinete había caído unos pasos más allá del monstruo agonizante. Se levantó, pero al empezar a moverse, una de sus piernas le falló, cayendo al suelo tras gritar de dolor.
Elin no veía a Firdánir por ningún lado. El enorme cuerpo de la sierpe lo debía haber aplastado en su caída y tuvo que obligarse a sí misma a no llorar: tenían que huir de ese lugar o el sacrificio del elfo habría sido en vano. Acariciando el medallón al que se refería Firdánir, aquel que Merlín le dio en Camelot, se reunió con los dos caballeros, que habían contemplado estupefactos el drama, y les dijo:
—Vamos, caballeros. Bretaña está cerca. ¡Debemos continuar!
Ellos asintieron.
Leído y disfrutado como ameritas. Triste final para Firdánir…
Saludos
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Gracias, Fran. Un sacrificio heroico siempre es necesario. Tanto, que es un cliché, pero en fin… 🙂
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Ya sabes que sobre este género estoy totalmente pez, es decir, no tengo ni idea de su estructuración ni forma de presentar al público; es más, lo poco que he leído te lo debo practicamente a ti.
Saludos
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Bueno, lo cierto es que las figuras en plan «mentores» que guían durante un trecho a la protagonista para luego caer en un sacrificio con el que se lucen son habituales, incluso en otros géneros que no tienen que ver con la fantasía, si incluyen acción. Como te digo, en fantasía es muy usual… 🙂
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Agradezco la información.
Saludos
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Jolines te cargaste al elfo con esa puñetera serpiente, qué lastimica me da. Deseosa quedo para poder saber qué seguirá después. Me encantó, como todo lo que escribes, amigo. Besos a tu corazón.
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Sacrificio heroico. Le había dado algo de protagonismo a Firdánir en el capítulo anterior a sabiendas de que, en fin… su triste final se acercaba. Lo siento, pero ya lo sabía hacía rato: Firdánir no iba a durar hasta el final 😉
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Nah, no me creo la muerte de nuestro Elfo, por lo menos no todavía. La sierpe no está necesariamente muerta aunque quizás sí su jinete. Quizás alguien más (EJEMEJEMCOFCOF) podría aparecer más adelante para salvar la situación montando cierta sierpe tuerta.
A Camelot las maletas.
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Nada, nada. Como dijiste que Firdánir había robado protagonismo a Elin en el capítulo anterior, había que darle un merecido castigo. Aunque parece que el castigo ha sido definitivo, independientemente de lo que teorizas… 🙂
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uy… pobre Firdanir, no vuelvo a destacar por encima de uno de vuestros protagonistas nunca jamás que luego me llueven sierpes.
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Jajajaja 😀 😀 😀
No, hombre, no, sacúdete la culpa de encima. Que a Firdánir me lo iba a cargar lo tenía decidido desde que lo hice salir, al pobre 🙂
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Pobre Firdanir, hubiese merecido algo más épico y escabroso que ser pisado por la culebra esa. Pero usted es el master mi Lord y nosotros sus humildes vasallos.
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En fin, no todas las muertes son gloriosas. Aunque el buen elfo sí ha dado su vida por Elin, que es la que cuenta, ¿no? 🙂
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En eso tiene usted toda la razón su excelencia.
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De hecho, debería agregar… no hay muerte que sea gloriosa.
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Te doy toda la razón. Y voy más allá: No hay buena muerte.
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Muy tristemente lo de Firdánir. ¿Cómo te parece: la última raya (antes de «Ellos asintieron») sobra o no?
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Tocaba un sacrificio. El personaje ha estado por ahí, ha cumplido una labor de apoyo y mentor, y, en fin… qué dura es la vida de un personaje secundario relevante en fantasía 🙂
Tienes razón. Al terminar el fragmento narrado, queda mejor fuera del parlamento de Elin, como acción independiente en un párrafo aparte. Lo cambio, y gracias 😉
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Vaya por dios Milord, Y ahora quién preparará el almuerzo? Todo ha sido por reducir el presupuesto y agradar al productor de la serie. seguro.
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😀 😀 😀 😀
En Camelot habrá algún cocinero que otro, digo yo. Y tienes razón: la visita al otro mundo de marras se nos ha comido una buena parte de producción…
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