Érase una vez un cráter

ÉRASE UNA VEZ UN CRÁTERcrater-de-impacto

Érase una vez un cráter y un hombre mayor caminando por su perímetro vallado. El hombre paseaba con tranquilidad, mirando al frente; al lado, un niño de unos diez años, que a duras penas seguía el ritmo ágil con que caminaba su abuelo. Había sido un valiente capitán de las tropas condales, y pese a los años, su forma física seguía siendo envidiable.

—Cuéntamelo otra vez —pidió, casi exigió, el niño. Hacía unos minutos que no habían dicho una palabra, así que el sonido de la voz infantil pareció retumbar en el silencio de la zona que circundaba al enorme cráter.

—¿Ahora? ¿Aquí? —preguntó el hombre mayor deteniéndose e inclinando un tanto el torso hacia el niño.

—¡Sí!

—Bien. De acuerdo —concedió. Se volvió hacia el cráter y dio un par de pasos. Apoyó las manos en la valla y dijo—: Hace muchos, muchos años…

—¡No! —gimió su nieto con una sonrisa—. Cuéntamelo como siempre.

El hombre sonrió y asintió, comenzando de nuevo:

—Érase una vez un cráter que estaba en la parte trasera de la ciudad en la que vivía un niño muy travieso. —El niño se envaró orgulloso al saber que él era el mencionado en el cuento de su abuelo—. Era un agujero enorme, y muchos decían que ni siquiera tenía fondo, que atravesaba el mundo de parte a parte y que, si lo cruzabas, podías salir a las tierras de los arcani.

»Muchos sabios, durante muchos años, lo estudiaron intentando saber por qué se había producido, y el conde convocó un certamen en el que se premiaría con oro y joyas a quien consiguiera desentrañar el misterio de su origen: Vinieron magos, alquimistas, estudiosos y charlatanes de las cuatro esquinas del mundo, y cada uno de ellos lanzó su propia teoría.

—¿Quién tenía razón, abuelo?

El hombre miró al niño con humor. Le había contado la historia un millón de veces, así que ya conocía la respuesta a su cuestión. No obstante, se arrodilló, quedando los ojos de ambos a la misma altura, y señaló hacia atrás, hacia el cráter. Dijo:

—Ninguno de ellos. Nadie supo por qué ocurrió; el porqué de que la tierra se abriera no pudo ser desentrañado y el conde despidió a todos los que habían acudido a la corte con cajas destempladas.

—Pero tú lo sabes, abuelo…

—Claro que sí. Me lo dijo Drierdina, en un sueño.

El niño lo miró con ojos desorbitados. De nuevo, como si fuera la primera vez que oía que la diosa tutelar del ejército real en que el hombre había servido se le había aparecido.

—¿Y qué dijo? —preguntó el niño.

—Drierdina me contó que hubo una terrible batalla hace siglos. Aquí, en este lugar. —Otra vez volvió a señalar a su espalda—. Se utilizaron armas mágicas terribles, capaces de exterminar un regimiento entero de un solo golpe, contra las que ni siquiera los grandes dragones tenían nada que hacer.

»Pero una de esas armas se escapó del control del ejército que las manejaba y… ¡PUM! —El niño se sobresaltó al escucharlo—. Todos los soldados que estaban luchando desaparecieron en un estallido. No hubo fuego ni gritos, solo… un ruido como un trueno y, de repente, se acabó la guerra.

—¿Y nadie sabe qué armas fueron?

—No, pequeño —respondió el hombre levantándose y mirando al cielo. Comenzaba a hacerse tarde y habría que volver a casa para la cena—. Por fortuna, nadie ha logrado saber qué se usó ahí. Y espero que nunca jamás se sepa.


13 respuestas a “Érase una vez un cráter

  1. Pues sí, mejor que no se sepa. Me ha inspirado mucha ternura la relación del nieto y el abuelo. Estaban en el lugar más adecuado para contar y escuchar esa historia, así aparecía ante los ojos del niño mucho más real. Y no olvido ese toque de misterio y de originalidad que siempre te caracteriza. Mi querido amigo Lord, extraordinario relato. Besos a tu alma.

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    1. Gracias, María del Mar. En efecto, la idea era centrarme en la relación entre ambos personajes. El cráter es el mero telón de fondo para desarrollar una serie de ideas que me han venido a la cabeza. Habrá más historietas en este lugar 🙂

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  2. Me ha gustado la relación entre el abuelo y el nieto, que con solo el diálogo y pocas pinceladas envuelves de ternura y complicidad.
    En cuanto al cráter, me has dejado con la intriga…
    PS: «atraviesa la tierra (…) quien lo atravesase» muy junto. Igual mejor quien lo cruzaba.
    Besacos!

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  3. Hay varios crateres como ese en realidad en la Tierra, y tienes razón, en ocasiones nadie sabe seguramente que se usó para ellos. Es posible imaginarse las cosas horribles. Muy buen relato, y buena antiposición entre lo espantoso y lo tierno (el niño con su abuelo).

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    1. Sí, cierto, la idea era que recordáramos, al leerlo, los paseos con nuestros abuelos y abuelas: como siempre digo, el escenario (que en este caso da pie al tema de conversación) es lo de menos para desarrollar la relación entre personajes 😉

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