El romance del falso caballero: Capítulo 8 (XII)

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Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8: (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII) (VIII) (IX) (X) (XI)

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Estos dos tampoco acabaron bien…

Con el mentón apuntando al cielo, llena de orgullo herido, Elin montó a Perlita y, con la voz más serena que pudo poner, pese a que la rabia la dominaba adivinándose en su tono cierto temblor, dijo:

—¿Podemos seguir el rastro, Bello Desconocido?

—Así es, dama Elin —contestó él subiendo al caballo—. Cabalgad detrás de mí a unos cuantos pasos, por si he de volver atrás para recuperarlo.

Ella asintió e hizo lo que le decía. Conforme avanzaban, a un trote más bien ligero dado que el Bello era formidable rastreando, capaz incluso de seguir un rastro que hubiese detectado desde el caballo, la joven rumiaba una y otra vez la discusión habida con Perceval. Seguía sintiéndose furiosa, pero, a la vez, dolida y con la impresión de haber sido traicionada. Del mismo modo, se recriminaba su brusquedad y la bofetada que la había propinado, por completo fuera de lugar. Examinaba sus sentimientos, y pensaba que en el arranque de ira que ambos habían demostrado había algo… algo más que una discusión por una cuestión de orgullos heridos y recriminaciones hechas por los errores cometidos.

Alzando la voz para que la oyera por encima del chacolotear de los caballos, dijo al Bello:

—¿Me he comportado mal?

El caballero detuvo al caballo con un suave tirón de riendas y, apoyándose en el fuste, giró su cuerpo hasta mostrarle la cara, respondiendo:

—Tanto vos como ser Perceval habéis mostrado el ardor de la sangre propia de… jóvenes enamorados. —Esto último lo dijo haciendo una mueca, pues no era mucha la edad que lo separaba a él mismo de la de Perceval.

—¿Enam…? ¡¿Qué decís!? —protestó Elin echándose hacia atrás, como esquivando un golpe.

—Dama Elin… —Su voz era la de un tutor explicando a su displicente chiquillo la manera correcta de traducir a César—. Hay que ser ciego o estúpido para no ver que los ojos de ambos sueltan chispas cuando miran al otro. Sin que os deis cuenta, y lo mismo le ocurre a Perceval, os embobáis mirándolo cuando este no os ve y disimuláis con rapidez si él se gira hacia vos. En más de una ocasión he oído al caballero suspirar y vuestro nombre ha escapado de sus labios entre sueños más veces que comidas he tomado desde que os conoce.

»Es inútil negarlo, dama Elin. —Levantó la mano para evitar que ella lo interrumpiese, pues había abierto la boca para hacerlo—. No, como os digo, no soy ciego ni estúpido. Y si en un principio vuestra belleza y lozanía también a mí me deslumbraron, lo que siente Perceval por vos es mucho más profundo que las grutas en las que Merlín de vez en cuando se adentra para recoger sus ingredientes.

—¡Pero yo no lo amo! —protestó ella, aunque con mayor debilidad de la que hubiera querido.

—Seguid contándoos eso si os place, mas contáoslo cabalgando, o el rastro de Niall se enfriará y todo esto no habrá servido para nada.

Sin decir más, apuró al caballo con un golpe seco de talones y continuó cabalgando, dejando a Elin con la palabra en la boca, optando por no retomar la conversación. Una calandria llenó el vacío que produjeron las voces al callar con su hermoso canto y la joven siguió al Bello con lágrimas luchando por aflorar en sus ojos. Lo que el caballero le había dicho, ahora lo veía, era verdad, y ella pensó que se había mostrado tan cruel que jamás, nunca jamás, volvería él a mirarla a los ojos. Se preguntó por qué, si su rebeldía y espíritu libre hicieron que se enfrentara a sus propios padres cuando estos quisieron prometerla contra su voluntad, se sentía entonces como si el corazón fuera a salírsele del pecho: ¿acaso no era lo mismo? ¿Acaso no había pensado siempre que dar su vida y su cuerpo a un hombre era sacrificar su propia libertad?

¿O quizá no?


12 respuestas a “El romance del falso caballero: Capítulo 8 (XII)

  1. En el primer párrafo se te ha pasado por alto la norma con respecto a los nexos en oraciones adversativas, es decir, has elidido la coma que ha de preceder a «pese».
    En el primer inciso, podrías evitar la redundancia con poner «–dijo él subiéndose al caballo» y eliminar el resto de la frase.
    En el siguiente fragmento creo que hay un «de» que está demás: «… Sin decir más, apuró al caballo con un golpe *de seco de talones…».

    Por lo demás, fetén.

    Saludos

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    1. Que la relación romántica tenía que aparecer estaba claro… había pistas a lo largo del texto hasta aquí, pero, claro, no de la forma del amor cortés típico de las novelas de caballerías, claro. Algo más moderno, más acorde con nuestros tiempos, eso sí.

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