La ciudad de plata: El pozo

LA CIUDAD DE PLATA: EL POZODNPcUJOXUAcC4Gj

Entro en la casa, una típica casa de pueblo, de dos pisos, fachada encalada y habitaciones amplias. La conozco como la palma de mi mano y me dirijo sin dudar al comedor, donde unas cuantas personas —no conozco a todas ellas— se encuentran sentadas a la mesa. La luz es tenue, procedente de una vieja lámpara colgada del techo, y no me deja ver sus rasgos con claridad. Todos contemplan con aire ensimismado los platos frente a ellos, sin tocarlos, salvo una mujer a la cabecera de la mesa.

Hunde su cuchara de madera, en lo que parece un potaje de garbanzos humeante, una y otra vez, comiendo sin pausa mientras me contempla dar unos pasos tímidos en el interior de la estancia.

—El pozo se ha secado. No queda agua —dice uno de ellos, poseedor de una voz ajada por la edad.

—Lo sé —contesto meneando la cabeza, abatido—. El pueblo depende del pozo para beber, y… No queda ni una gota. Lo he visto.

Nos referimos al pozo que se yergue en medio de la plaza central. Acabo de estar junto a él y me he asomado esperando escuchar el rumor del agua, pero no hay nada de líquido en él. No queda nada y la sed será la nueva reina y señora del lugar.

—No es el fin del mundo, hijo —dice la mujer que está comiendo, interrumpiendo los viajes de la cuchara del plato a la boca.

Me giro hacia ella y la veo. Es… No puede ser. Quizá la escasa luz me hacer ver visiones, y entorno los ojos intentando rasgar las tinieblas. Sí. Es ella. Mi compañera de trabajo que falleció hace pocos días en…

Deduzco que esto es un sueño.

Una vez comprendido eso, tomo el control y me doy la vuelta, dejando a los personajes secundarios de mi propio viaje onírico hablando algo detrás de mí, a lo que no presto atención. Es mi sueño. Yo lo domino.

Sé adónde ir.

La plaza está vacía, alumbrada por las débiles estrellas de constelaciones extrañas, alienígenas, no presentes en los mapas de ningún astrónomo. El brillo lunar parece espolvorear un tapete de plata sobre el brocal de ladrillo. El silencio es un manto opresivo y ando de puntillas, no queriendo romperlo, por si alguno de los monstruos que habitan en los rincones de los sueños humanos es alertado y aparece con intención de darme caza.

Me asomo al pozo. Es mucho más ancho que antes, que cuando lo miré antes de entrar en la casa —aunque no lo haya hecho en realidad, pero son recuerdos creados conforme sueño—, y en sus paredes hay tallada una escalera que desciende en espiral hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo… Hacia la negrura.

Es el camino que he de tomar. Es lo que busco desde hace muchos años, desde que descubrí cómo soñar y cómo acceder a los auténticos sueños soñados por el propio Cosmos.

Desciendo.

En realidad, no son tantos los escalones. Tan solo setenta pasos me llevan hasta el fondo del pozo: he dejado atrás el sueño que posee a la humanidad cuando cierra los ojos y me encuentro en la Caverna de las Llamas, frente los dos ancianos sacerdotes que la guardan y juzgan a los recién llegados si son dignos de contemplar el mundo más allá de las gigantescas puertas de ónice, labradas con extraños y fluctuantes motivos.

Sé lo que tengo que contestarles. No soy un neófito o un alma perdida que ha encontrado por casualidad la antesala a las Tierras del Sueño. No responderé de modo equivocado, provocando que un temible ser aparezca y devore mi corazón.

Las puertas se abrirán para mí esta noche.

La ciudad de plata - El pozo


17 respuestas a “La ciudad de plata: El pozo

    1. Forma parte de lo que he venido a llamar «El ciclo de Cthulhu», pero conformando un ciclo (o subciclo :D) en sí mismo: La ciudad de plata, que serán varios fragmentos de un viaje por un territorio de H.P. Lovecraft denominado «Las Tierras del Sueño». Ya iré contando 😉

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  1. Ahora por fin llego a la antesala del otro. Y bueno que me voy satisfecho. Lo que has querido lo has logrado y me he quedado fascinado. Me encanta como cambió el ritmo de la narración cuando el sueño se volvió vivido.
    Y como por ahí dice Lovecraft… pues van puntos extras.

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