El horror de zarpas afiladas

EL HORROR DE ZARPAS AFILADAS

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¡La segunda parte de La semilla está a puntito de salir del horno!

Cualquiera que esté en esto de la autopublicación, cuando anuncia algo similar a lo que viene a continuación, lo normal es que sienta un cosquilleo de placer. O, si nos ponemos lovecraftianos, una inenarrable sensación, un cósmico sentimiento, un cosquilleo en la periferia de la mente.

La referencia a Lovecraft no es gratuita: la segunda parte de las aventuras de Lucía Utrilla (cuya primera parte, La semilla, se puede adquirir en Amazon en este enlace) saldrá, si los dioses oscuros y primigenios no lo impiden, durante este mes de febrero. Thriller sobrenatural con regusto al horror cósmico de Lovecraft, convenientemente actualizado y sin la visión misógina (1) del escritor de Providence, por supuesto.

Y, como adelanto, ahí va un cachito de la novela, titulada El horror de zarpas afiladas, avisando que es la versión no filtrada por la exigente lectura de mis lectores cero, Francisco Izquiero (blog, aquí) y Jon Ícaro (blog, aquí).

Vamos con ello.


Lucía, algo achispada por el vino, miró a su hijo dando bocados a su panacota. No pudo evitar una lágrima de amor que mezclaba, también, el dolor del recuerdo por los tiempos pasados. Guillermo era un niño, su niño pequeño, siempre lo sería, pero el tiempo pasaba de forma inclemente y cada vez, sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo, sería mayor. Los dos serían mayores. Vio, como en una sobreimpresión realizada sobre lo que estaba viendo en esos momentos, a Guille jugando con Javier, con su amado Javier, y una oleada de dolor le atenazó el corazón.

—¿Estás bien? —preguntó Sanz, que la vio lanzar un suspiro de tristeza con los ojos húmedos.

—Sí…, sí. Tengo que ir al baño. —Lucía se levantó con rapidez y dio pasos largos para llegar hasta el fondo del restaurante, donde una puerta corredera separaba la zona de comedor de la de los servicios. Al entrar en el baño, le pareció que estaba en otro lugar, pues el ruido de conversaciones, de copas chocando y cubiertos golpeando la vajilla se había apagado por completo.

Había un silencio sepulcral en el limpio servicio, que solo se rompió cuando Lucía abrió el grifo y el agua comenzó a correr emitiendo un ruido que le recordó al de la lluvia de una tormenta repentina de verano.

Se inclinó hacia la pila para lavarse la cara y, cuando volvió a erguirse, dio dos pasos hacia atrás con la mano en la boca, puesta de forma inconsciente para evitar que un grito saliera de ella.

La imagen que reflejaba el espejo no se correspondía con su postura.

Paralizada por la impresión, vio que su gemela en el cristal adelantaba una mano, como queriendo traspasar la barrera del espejo y adentrarse en el mundo real, el mundo habitado por Lucía. Sonrió con una mueca maligna que le produjo escalofríos y abrió los labios despacio, saboreando el terror de Lucía.


1: O, más que misógina, de fobia a las mujeres. Y a muchas otras cosas. Lovecraft era un tipo muy rarito.


13 respuestas a “El horror de zarpas afiladas

  1. ¡Vaya!, la verdad es que no dejas de sorprenderme. Al leer el tercer párrafo he sentido algo parecido a lo que describes en el primero.

    En cuanto a la obra, estoy convencido de que servirá para cautivar al lector/a y para que, con el paso del tiempo, consigas el meritorio reconocimiento.

    Saludos

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    1. Sí, sí, segunda. Y habrá más, si los hados no lo impiden. Una saga de novelas cortas, de thrillers sobrenaturales, así, porque me gusta el personaje y me permite hacer homenajes a Lovecraft en un contexto de lectura de «consumo rápido» 🙂

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  2. Pingback: Ya en mis manos

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