La entrevista

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—Entonces, señor Feathersmith, ¿está usted contento? —preguntó la atractiva mujer apartándose un mechón de cabello rubio del rostro. Su melena era tan larga que el pelo dorado caía sobre los hombros y el pecho, conformando una especie de estola que combinaba a la perfección con el vestido rojo.

—Por supuesto —respondió él, aflojando el nudo de la elegante corbata. Aún vestía el elegante traje con que se había presentado al público tras ganar las elecciones a la alcaldía—. Mi equipo ha trabajado mucho para conseguir lo que hemos logrado esta tarde, Rachel. La alegría es evidente entre todas las personas que han formado parte de este sueño, de este proyecto, y es el momento de celebrar los estupendos resultados. Mañana, seguiremos trabajando por la gran ciudad de X y sus habitantes. Ese es nuestro cometido. Para eso nos han votado.

»Y, por favor, llámame David —concluyó guiñando un ojo a la mujer, gesto que, al ser una entrevista para la radio, no se vería más allá de esas cuatro paredes del estudio en el que se encontraban, una estancia amplia con muros de pladur blancos en los que había colgadas fotografías de gente insigne que había pasado por la emisora.

—David, entonces. —Rachel sonrió mostrando sus dientes de perla—. Una pregunta incómoda para ir terminando, si me lo permites.

—Te lo permito —bromeó él haciendo un gesto de invitación.

—En el último tramo de la campaña, asistimos a una situación incómoda para mucha gente. Me refiero a las acusaciones de tu contrincante de estar utilizando la memoria de tu esposa para lograr…

—Sí, lo sé —la interrumpió el próximo alcalde de X—. Cuando el señor Orchaid vio que las encuestas no le eran nada favorables, que la población había dejado de confiar en él y que los casos de corrupción que lo implicaban a él o a miembros de su gabinete se multiplicaban, jugó a intentar desestabilizar mi discurso desde lo emocional. Se lo dije a él, en privado y en público: acusarme de estar utilizando la trágica muerte de mi mujer para provocar pena y simpatía entre el electorado era rastrero, por decirlo suavemente.

»Mary fue… sigue siendo mi gran amor. Y, sí, reconozco que la he mencionado en algún momento en la campaña, pero lo he hecho por la promesa que le hice: que X, esta gran ciudad, brillaría de nuevo con la luz que tuvo antes.

—Entonces, ¿está diciendo que lo hace por ella? —Rachel se acercó al micrófono para que la pregunta se escuchara con toda claridad.

—Sí… y no. Las promesas que hacemos a las personas que queremos son un motor importante en nuestras acciones, en las decisiones que tomamos. En ese sentido, puede decirse que todo el trabajo de todos estos meses pasados ha sido un homenaje a su memoria. —Tomó una bocanada de aire profunda y prosiguió—: Pero, por supuesto, también pienso en el bienestar de mis conciudadanos. Esta gran ciudad la conforma quienes viven en ella, y estos se merecen un alcalde mejor que lo que hemos tenido estos cuatro años anteriores.

—Se nos acaba el tiempo, David —dijo Rachel, al tiempo que empezaba a sonar la sintonía de fin de programa—. Ha sido un auténtico placer tenerte aquí…

—El placer ha sido mío, Rachel —dijo él con una gran sonrisa—. Te prometí en campaña que este programa sería el primero al que acudiría tras el recuento de votos.

—Y te agradezco que hayas cumplido la promesa, David. —Rachel movió la cabeza, haciendo que el collar que llevaba colgado tintineara con suavidad—. Alcalde Feathersmith, te deseo lo mejor en este ciclo que se abre.

—Muchas gracias, Rachel. —La contempló mientras ella se despedía de los oyentes con las frases que, al término de cada edición, recitaba con pocos cambios. Era un programa con buena audiencia, aunque no la mayor de la ciudad, pero Rachel había sido un altavoz mediático importante en su campaña. En política, hay que contar con el apoyo de los medios, y Rachel formaba parte del conglomerado periodístico que estaba de su parte. Cuando ella, por fin, se quitó los auriculares y se levantó, él hizo lo mismo y, en dos zancadas, se plantó junto a ella y la abrazó con pasión, sintiendo de inmediato la humedad de los labios carnosos de Rachel en los suyos propios. Después de haber entrelazado las lenguas, con una lujuria que anticipaba lo que un rato después pasaría en la cama, dijo, sofocado por la excitación—: Estás increíble con ese vestido.

—Lo sé —dijo ella con un mohín coqueto—. Me lo he puesto para ti. Para que me lo quites.

—Y lo haré —prometió David—. Ven a mi casa esta noche.

—David… —Ella se separó poniendo la mano en el pecho del alcalde electo—. Sabes que no me siento cómoda…

—Hace ya dos años, Rachel —replicó él entrecerrando los ojos—. Tenemos que olvidar a Mary de una vez por todas.

—No… no creo que pueda hacerlo nunca. —Rachel se abrazó para calmar el frío que sintió de repente—. Lo que pasó… estuvo mal.

—No tuvimos otra opción, cariño —dijo él—. Mi carrera política se habría ido a la mierda si ella hubiera hecho público que tú y yo estábamos juntos…

—Sí, pero… —Rachel se volvió dándole la espalda y David la abrazó, acariciándole los hombros con suavidad—. Matarla… Fue horrible, David.

—Lo sé, cielo —coincidió él. Una nube pasó por su rostro cuando recordó sus manos en torno al cuello de Mary, la vida escapándose de la mujer poco a poco mientras intentaba luchar sin resultado contra la asfixia—. Fui yo quien tuvo que hacerlo…


19 respuestas a “La entrevista

    1. Da para eso, sí, un thriller político con su asesinato, corruptelas y demás… pero he de reconocer que quizá me saliera algo demasiado parecido a la fuente de la inspiración de este relato, que es la serie «Forbydelsen» (y su versión estadounidense, «The killing»), que es muy recomendable, por cierto 🙂

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  1. ¡Espectacular! ¡Cruel, pero bellamente redactado! Y, a decir verdad, completamente real. Por lo que me han comentado, se acusa a Enrique Peña Nieto de estar involucrado en el asesinato de su propia esposa por motivos que ahora se me escapan; mas ello, en cualquier caso, sirvió de telón de fondo para auparle a la presidencia de México.

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    1. Pues… ahora que lo dices, lo cierto es que no había leído lo de Peña Nieto (sobre él he leído otras cosas no muy halagüeñas tampoco), y mi fuente de inspiración es la serie danesa «Forbydelsen». Pero, vamos, como dices, muchas veces la unión entre crimen (en sus muchas variantes) y política es, lamentablemente, muy real.
      ¡Un abrazo!

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