La prisión sobre el cráter

LA PRISIÓN SOBRE EL CRÁTERcrater-de-impacto

—La verdad, preferiría estar en cualquier sitio, menos en este.

—Tú y todos, amigo —respondió el hombre barbudo y alto a su lado mientras contemplaba los altos muros que rodeaban el patio de la prisión—. Tú y todos —repitió.

El primero que había hablado, un tipo de piel blanca, barba rasurada con esmero y pelo cortado a cepillo, lanzó una mirada de reojo al otro. Desde que había ingresado en la cárcel, hacía tres horas, el Barbas —así lo llamaba él, pues no le había dicho su nombre— no se había despegado de su lado, lo cual no era extraño si se consideraban las reglas que los alguaciles habían ladrado mientras iban en el vehículo que los depositaría en la zona de recepción de presos de la cárcel más segura del mundo. Una cárcel que albergaba, en sus diferentes módulos, a delincuentes de toda condición, de un tamaño tan descomunal que sus veinte mil presos y presas —la instalación se dividía en dos mitades estancas para cada sexo— disponían del suficiente espacio como para no tener que luchar por él.

Aunque, claro, había algunos reclusos que no necesitaban ninguna excusa para montar una trifulca: en la sección de máxima seguridad, la que albergaba los más peligrosos pobladores de la cárcel, los alguaciles eran los únicos que estaban armados con rifles paralizantes. Además de ser los únicos que tenían acceso a munición mortal.

Sin embargo, el Barbas y su nuevo compañero estaban en la zona destinada a los ladrones, los que habían cometido delitos sin sangre ni excesiva violencia. Durante los últimos minutos, el Barbas había estado hablando de las rutinas diarias que se llevaban a cabo durante las salidas al patio; ese día, se jugaba a baloncesto o fútbol, a elegir. Aunque siempre quedaba la opción de no participar y dedicarse a dar vueltas o sentarse en los numerosos bancos desperdigados aquí y allá, que era lo que habían decidido hacer los dos.

—No hay muchos guardias —dijo el recién llegado haciendo visera con la mano para evitar que el fuerte sol le deslumbrara al mirar hacia lo alto, hacia la parte superior del muro perimetral.

—La verdad, ¿para qué van a colocarlos? —preguntó el Barbas.

Tras reflexionar un rato, su compañero contestó:

—Tienes razón. —Se mordisqueó una uña hasta hacerse sangre y masculló una maldición al ver la gota escarlata que manó—. Aunque alguien lograra escalar hasta allá arriba, solo tendría una vía de escape: hacia abajo.

—Sí. —El Barbas lanzó una carcajada—. Y es una caída muy larga, ¡joder!

Así era: la prisión, que recibía condenados de todo el país, estaba suspendida gracias a unos ingenios que utilizaban el poder de los gravitones para que flotara por encima del enorme cráter que horadaba la estepa. No había instalación más a prueba de fugas posible, y las naves de transporte de presos volaban desde las ciudades y sus palacios de justicia hacia la prisión del cráter —Cratercárcel, como era conocida— llevando y trayendo cientos y cientos de personas al mes. Junto a esas naves, solo las aves eran capaces de posarse en el terreno de la prisión, y la libertad solo sería alcanzada tras cumplir la condena impuesta; no había posibilidad de fuga.

El recién llegado suspiró, anhelando la libertad perdida, arrepintiéndose ahora del delito cometido. «Siempre piensas que no te van a pillar», pensó, pero, con un pequeño desliz en las cuentas… se acabó todo.

Así que no le quedaba más remedio que aguardar a que pasaran los diez años que le había impuesto Su Señoría.

—Diez largos años —dijo mirando el reloj.

—Todo pasa —dijo el Barbas—. En cuanto te acostumbras a esto, no se está tan mal. Haz lo que te diga, sigue las reglas y pasa desapercibido. Antes de que te des cuenta, estarás fuera.

Algo en la voz del Barbas le hizo creer en lo que decía. Sí, cuando saliera, aún tendría una larga vida por delante. Recompondría los lazos familiares rotos o encontraría nuevas amistades. Alzando la cara hacia el sol, recibiendo sus cálidos rayos, pensó en que una década pasaría enseguida.

Con ese sentimiento esperanzado en mente, sonrió y siguió escuchando los consejos que el Barbas le daba.

—¿Sabes? —dijo interrumpiéndole—. Creo que vamos a ser muy buenos amigos. Cuando estemos fuera de aquí, te invito a una cerveza.

—Eso está hecho, amigo —respondió tendiéndole la mano—. Eso está hecho.


20 respuestas a “La prisión sobre el cráter

  1. La verdad es que me has sorprendido. Me esperaba un final más cruel, acaso sanguinario; pero esta resolución me ha gustado más. Enhorabuena. No hay nada peor que la pérdida de libertad. ¿Acostumbrarse a ella? Bueno… Supongo que a todo se resigna uno. El problema, como diría Woody Allen, es que la comida es tan mal y las raciones tan pequeñas…

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  2. Me ha gustado, sobretodo la descripción de la cárcel en el crater. Es difícil cuando se pierde la libertad tener que acostumbrarse a ello y tu describes muy bien esa sensación. Me gustó lo de mirar el reloj y que dijese que le quedaban 10 años. Muy bien, enhorabuena 🙂

    Un saludo

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  3. Qué tal si en lugar de «… respondió el hombre barbudo y alto mientras contemplaba los altos muros que rodeaban el patio de la prisión—…. «, pones «… respondió un hombre alto y barbado mientras contemplaba los elevados muros que rodeaban el patio de la prisión—…» y, ya puestos… Qué tal si en lugar de: —¿Sabes? —le dijo interrumpiéndole—…», pones «—¿Sabes? —dijo interrumpiéndole—.».

    Por lo demás, fetén.

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    1. Tienes razón. Para la primera cuestión, cambio a «el hombre alto y barbudo (me gusta más así el orden de adjetivos, como dices tú, por musicalidad) a su lado…», para que así el artículo determinado no quede tan extraño. No pongo el indeterminado «un» porque se desprende del texto que habían estado hablando antes, no es que se le pegue el Barbas en ese momento.
      Y sí, me sobra el «le».

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    1. ¡Ojo, Estrella! Sí ha habido sangre, aunque solo haya sido una gotita por morder un repelo 😀 😀 😀
      El mus, je… acabo de responder diciendo que siempre pueden matar el tiempo jugando a las damas. Pero siempre pueden tirar de órdagos 😉

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  4. ¿Unirás todas las historias del cráter en la antología «La crátera del destino» —por poner un ejemplo—?
    Este tipo de relato que parece la introducción a algo más me gusta porque suele ser un mero reflejo de la realidad, donde no existen relatos terminados, sino sucesiones de hechos —que pueden ser tan interesantes como éste—.
    Sólo un pequeñísimo comentario – pregunta. ¿Después de los dos puntos no le correspondería minúsculas tras «trifulca», «escape» y «era»?

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    1. Bueno, lo cierto es que tengo proyectado hacer un «Fragmentos Mentales II», antología en la que la sección «El cráter» existirá, en efecto, porque el escenario no cambia, aunque lo haga el tiempo, la trama, los personajes… Otra sección sería «El ciclo de Cthulhu», en fin, ya me entiendes 😉
      Tienes razón sobre los dos puntos. Gracias y corrijo. Me temo que la regla ortográfica se me ha dado la vuelta en la cabeza 😀

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