Actores desechables

ACTORES DESECHABLES

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Retrato de isabel de Este, por Tiziano.

El hombre saludó con tristeza mirando hacia atrás, contempló por última vez la hermosa faz de Isabel y dio un taconazo a su caballo, que lo puso rumbo a un destino desconocido. Había cometido el peor de los delitos: amar a una mujer de cuna mayor que la suya y, lo que era peor, consorte de su propio señor, Francisco II Gonzaga, marqués de Mantua.

Una lágrima se adivinaba en el rostro de ambos amantes frustrados y, de fondo, el sol comenzaba a ponerse arrojando llamas escarlatas sobre el verdor del campo en que se encontraban.

Su historia de amor había concluido, para bien de todos, salvo el de ellos.

—¡Y corrrrten! ¡Perfecto! ¡Una toma perfecta! —gritó el director antes de estallar en aplausos coreados por el resto del equipo.

La ilusión se disipó y el hombre hizo frenar a su caballo, ayudándose en un asistente de producción para bajar de la montura. Lanzó una mirada a Isabel de Este, la cual le sonrió con alegría.

De inmediato, dos hombres vestidos con elegantes trajes de tres piezas se acercaron al director de la película y preguntaron:

—¿Está todo hecho? ¿Ha terminado el rodaje?

El director apenas levantó la vista del monitor en el que estaba repasando ciertos aspectos de la grabación. Sacudió una mano y contestó:

—Sí, sí. Llévensela.

Se encaminaron hacia la mujer, que los saludó con amabilidad. En los últimos dos meses —tiempo que había durado el rodaje—, habían sido los encargados de escoltarla del sitio donde se hospedaba a los lugares en los que se filmaba y vuelta. Isabel, aún confusa por haber sido arrancada de su tiempo y teniendo que hacer frente a una realidad que no acababa de comprender por mucho que se la explicaran, los siguió con docilidad.

—No es justo —masculló Francis Vindenson, el actor de segunda categoría que había interpretado al hombre que se enamoraba de la famosa mecenas de las artes a finales del siglo quince.

—¿Hum? —preguntó una distraída compañera de reparto.

—Digo que no es justo —protestó apretando los puños mientras veía a Isabel desaparecer en el interior de un coche de alta gama, propiedad de la multinacional farmacogenética Atirus-Jano.

—¿El qué? —La mujer lo miró con curiosidad—. ¿Lo del reciclado?

—Eso mismo. Es una persona.

—No lo es —replicó ella—. Es un clon creado a partir de las secuencias de ADN recuperadas de los descendientes…

—Sí, sí. Lo sé —interrumpió Francis—. Pero no es una cosa. No es un pañuelo de usar y tirar, ¡por Dios!

Ella sacudió la cabeza. La última semana, conforme se acercaba el momento del final del rodaje, había estado escuchando las quejas de Francis al respecto y había optado por dejarlo por imposible. El muy tonto se había tomado su papel tan en serio que se había enamorado de verdad de Isabel.

Y, ahora, por supuesto, no le gustaba la idea de que, en cumplimiento de las órdenes legislativas que regían las acciones de clonación para fines lúdicos, Isabel tuviera que volver al largo y oscuro sueño en el que se había sumido en el año 1539, cuando la auténtica Isabel de Este falleció en su hogar de Mantua.

—Y todo por contentar al público —siguió rezongando Francis—. No les valían los efectos CGI, querían mayor verosimilitud…, ¡joder!

Estaba enfadado. Era comprensible. Pero no había solución al dilema en el que se encontraba. Su compañera posó una mano en el hombro de Francis y dijo

—Es lo que hay. Más te vale aceptarlo. El mercado manda y el cliente no se equivoca.

»No se te ocurra hacer ninguna tontería, o te detendrán —advirtió refiriéndose a una más que posible y loca idea que pudiera tener acerca de salvar a Isabel.

Él entrecerró los ojos, descargando su rabia en ella con una mirada furiosa, pero no dijo nada. ¿Se contentaría con ello? ¿O desafiaría al poder de Atirus-Jano y sus lacayos? Se calmó y, con voz glacial, dijo:

—Ya veremos. Ya veremos…


10 respuestas a “Actores desechables

    1. Te voy a contestar lo mismo que le voy a escribir a Lídia 🙂
      La idea, en efecto, me surge para una novela. Romántica de ciencia ficción, en efecto. Pero, como estoy liado con varias sagas, por ahora, al menos, no puedo desarrollarla ni de coña. Pero, sí, me surgió la idea al tiempo que varios elementos para una posible trama que dan juego 🙂

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    1. No lo ves bien 😛
      Así, en plan vagonetas, te copio la respuesta a Carlos 😉
      La idea, en efecto, me surge para una novela. Romántica de ciencia ficción, en efecto. Pero, como estoy liado con varias sagas, por ahora, al menos, no puedo desarrollarla ni de coña. Pero, sí, me surgió la idea al tiempo que varios elementos para una posible trama que dan juego 🙂

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