El Polo

EL POLO

 Un viento gélido azota mi cuerpo y, de inmediato, las lágrimas que me provoca quedan congeladas. El dolor es insoportable y creo que no voy a poder conseguirlo, pero me obligo a dar un paso más. Luego, otro. Y otro más.

Varias capas de ropa de abrigo son apenas suficientes para proporcionarme el calor necesario para no colapsarme y, aunque deseo tenderme en el suelo, solo para descansar un par de minutos, sé que, de hacerlo, no volveré a levantarme jamás.

Eso fue lo que le pasó a mis compañeros, cuyos cadáveres se han convertido en estatuas de piel azulada y ropas congeladas, macabras figuras de hielo que, como hitos una vez vivos, marcan el camino que me ha llevado hasta este páramo blanco y ventoso, este infierno de muerte y temperaturas extremas.

No me reconforta pensar en el éxito, que sé está al alcance de mi mano: el eje en torno al cual gira el planeta, cargado de energías místicas que otorgarán fabulosos poderes a quien llegue hasta él, no debe estar a más de cien pasos. El problema es que la nieve, la omnipresente nieve, impide que vea más allá de mis propias narices.

No tengo otra opción que seguir.

Cada paso parece extenderse en el tiempo durante una eternidad, como si estuviera en un lugar en el que se dilata de formas incomprensibles para mí, y recuerdo, una y otra vez, imágenes de la expedición que tantos muertos se ha cobrado. Recuerdo los primeros cálculos geográficos, las visitas para conseguir financiación con que botar nuestra embarcación, los abrazos de despedida dados a nuestras familias, la lucha contra el clan de pieles verdes en el confín de toda civilización…

Sé que el premio está ante mí. Solo necesito dar un paso más.

Y, luego, otro.


5 respuestas a “El Polo

  1. Sublime, a pesar de que en el primer párrafo aparece una tilde que en principio me ha hecho dudar, pero en el contexto que está escrito se sobreentiende que se trata de un mero despiste. Me refiero a «… me obligó…».

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