Javier Ruiz: De cómo los animales viven y mueren

Tuve la inmensa suerte de descubrir el blog Doblando tentáculos, del autor del presente libro, como dos meses antes de su publicación. De ese modo, fui testigo de primera mano de sus reflexiones de última hora, me fui haciendo una idea de su estilo al escribir, y fui consciente de las muchas cosas en las que estamos de acuerdo. Así que, por supuesto, me lancé de cabeza a comprarlo en cuanto salió, por las cosas antedichas: conexión intelectual, coincidencia de criterios, y prosa agradable de leer, lo que no es poco en una obra de no ficción. Aunque el tema que trate Javier normalmente no sea agradable.

Ni mucho menos.

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Promo y cubierta del libro.

Porque Javier se sienta frente al teclado principalmente para hablar de cuestiones animalistas (1), para reflejar lo que piensa y siente sobre el trato que los animales humanos damos a los animales no humanos. Sin embargo, en su blog, todo hay que decirlo, no se muestra como una persona de extremos: es mesurado, racional y habla con tranquilidad, sin dejar que la indignación que siente por esto o aquello tomen el timón y las emociones desborden los párrafos.

Y eso, por supuesto, se refleja en el libro. De cómo los animales viven y mueren es un ensayo de un tipo normal (2) que quiere dar a conocer una realidad. Una realidad que, valga la redundancia, es real: la del maltrato animal que destilan casi cada uno de los posts de su blog. Este libro, pues, vendría a ser la culminación lógica de los escritos que ha ido blogueando, la ordenación sistemática y razonada de su pensamiento al respecto. Y es una ordenación muy buena por varios motivos, porque guía a través del museo de los horrores que es el tema tratado de forma ordenada y clara.

No es un tratado proselitista. En eso, coincidimos, y creemos en la necesidad de la adopción de una postura propia individual basada en el conocimiento. La información entendida como algo más que poder, la información como conocimiento que permite adoptar una postura u otra ante la realidad. De ello habla Javier en el libro, de desenmascarar la realidad y dar la información real para poder elegir libremente tu opción. Si no te dan una realidad real, como él mismo señala, eres un esclavo de la ilusión.

Pero, como decía, Javier no opta por dar un sermón, no se erige en un sacerdote de la verdad y reconoce no tenerla. Es un comunicador de hechos, y juega continuamente con el lector o la lectora para que reflexione sobre los mismos y decida. Que decida quien lo lee, una postura muy respetuosa con aquellos que no comparten lo que él defiende y, sobre todo, con la inteligencia de quien sostiene el libro en sus manos. Por eso, el autor no es proselitista, pese a que, evidentemente, le gustaría que todos los humanos nos comportáramos de un modo más ético con los otros animales que pueblan el mundo.

Ese comportamiento por el que aboga Javier abarca diferentes ámbitos, y los capítulos del libro están perfectamente estructurados en materias que se complementan, pero que precisan de su independencia formal. Así, por las páginas del libro discurren los comportamientos humanos en zoológicos, en circos, en festejos, en mataderos, en el sector ganadero… en todos aquellos sectores en los que empleamos animales no humanos. O, en la mayoría de los casos, abusamos de ellos. También en este aspecto hace Javier una gradación, una jerarquización distinguiendo lo que podrían ser niveles de crueldad, algo muy interesante para llevar la información a alguien que, de primeras, podría ser refractario al mensaje: de modo inteligente, el autor plantea preguntas incómodas que mueven a la reflexión cuando lo que se revela es una actividad absurda o, sencillamente, que no tiene razón de ser gracias a los adelantos tecnológicos.

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Presentación en La casa del libro.

Veo en el libro dos principales puntales sobre los que se sostiene, cada uno de los cuales vital para comprender el mensaje de Javier. La crítica al sistema de uso/abuso animal desde una perspectiva económica (en momentos, casi me arriesgaría a decir marxista entendiendo no la lucha de clases, sino de especies) y, por otro lado, el apelar a la razón para cambiar un sistema insostenible. El grueso de la obra se centra en el sistema de consumo carnista y lo aborda desde todos los puntos de vista, tanto desde el aspecto fisiológico (sobre la necesidad o no de consumir productos de origen animal), como evolutivo (sobre el consumo de productos de origen animal en la historia y las consecuencias sobre la evolución humana, tanto física como socioeconómica), por ejemplo. Pero donde carga las tintas, es en el aspecto económico, como decía. No la cuestión del bolsillo individual, sino desde la perspectiva macroeconómica, considerando el sistema como un engranaje más del sistema capitalista que ha adoptado los procedimientos más perversos de este conllevando, además, el sufrimientos de millones de seres por el hecho de ser de otra especie.

Ahí carga las tintas Javier: en el sufrimiento innecesario. Haciendo gala de esa moderación que comentaba, el autor no exige la abolición del sistema, sino que hace ver sus contradicciones inherentes: el desperdicio de comida, el horror para infinidad de criaturas, el desapego emocional para aquellos más activos en el sistema, la insostenibilidad ecológica de un modelo cuyas costuras ya crujen en un mundo malthusiano (3), la voracidad con la que desaparecen especies por el afán de conseguir un puñado más de monedas… Javier enseña las vergüenzas del sistema con un discurso, insisto, mesurado y hábil, con una prosa sencilla y directa que, en ocasiones, emociona y entristece cuando se piensa en lo que en el libro se refleja.

Una prosa que se dirige a quien lo lee en muchas ocasiones, siguiendo el método socrático para hacer que reflexione con preguntas directas, tratándolo de tú a tú como si estuvieran ambos (escritor y lector/a) en la misma sala, debatiendo, reflexionando. Es un acierto para lograr una mayor empatización, pero, he de decir, es quizá lo que menos me ha gustado. Porque no soy fan de Sócrates, para empezar, pero, además, porque estoy acostumbrado a ensayos en los que los datos se muestran desnudos y yo me encargo de reflexionar sobre los mismos conforme los leo, sin necesidad de acicate. Pero, ¡ojo!, esto es una cosa exclusivamente mía. Mirado objetivamente, Javier logra proximidad, complicidad, y a muchas (creo que a la mayoría) lectoras tal cosa, que se dirijan a ellas, les gustará.

En suma, un libro que hace suya la idea de los mataderos de cristal y que informa, informa y, sobre todo, informa sobre una realidad silenciada sobre la que cada vez hay una mayor concienciación en todo el mundo, que adopta diversos nombres (desde el mascotismo más simple hasta el veganismo más activo, pasando por el animalismo, el ecofeminismo, el vegetarianismo o tantos otros -ismos) y que tiene un objetivo, a mi juicio, loable: ser acompañados por los seres de otras especies en un viaje en pie de igualdad, dejando atrás el rancio antropocentrismo que una herencia cultural supremacista nos ha hecho llegar al punto en el que estamos. Un libro con el que he disfrutado (es un decir) y que es una perfecta puerta de entrada para otros de la misma temática que ahondan en esta cuestión.

Un aplauso para ti, Javier.


1: También tiene post de escritos propios, muy interesantes, y algunos de contenido político.

2: Con gran inteligencia y sensibilidad, eso sí.

3: Y en el que las inmensas poblaciones de Oriente están entrando, sobrecargándolo todavía más.


14 respuestas a “Javier Ruiz: De cómo los animales viven y mueren

  1. ¿Qué puedo decir? Primero, que me has sacado los colores; segundo, millones de gracias por tus palabras y, tercero y último, que me alegra que hayas encontrado, por lo menos, una cosa en la que no estás de acuerdo conmigo. 🙂

    Voy a rebloguear el texto con una sonrisa, y con una pizca de orgullo también…

    – Javier

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    1. Imagino que lo dices por la mayéutica. A mí es que la terna Sócrates-Platón-Aristóteles me cae muy, pero muy gorda (y si bien reconozco que el método socrático es muy útil en el plano didáctico), sus filosofías me dan bastante asquito. De los griegos, yo soy más de Epicuro, con algo de Zenón (el estoico) y unas gotas de Pitágoras (no muchas, que empalaga un poco con tanta cosa mística de los números y la música)
      Y podemos seguir hablando de filosofía y el peso que tiene en nuestra visión del ser humano y el mundo y, por ende, del impacto sobre el resto de los seres vivos, lo que hace que este comentario no se haya ido por los cerros de Úbeda. Al menos, no del todo 😀

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    1. Se trata de una relación claramente asimétrica y, por desgracia, cruel y de dominación debido a una herencia cultural especista. O, visto desde otro ángulo: si nos hacemos a nosotros mismos lo que nos hacemos día a día, ¿qué no vamos a hacer a otros que no son como nosotros?
      ¡Un abrazo!

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  2. Sigo desde hace un tiempo, tras leer un post que me impresionó mucho, el blog de Jesús y le deseo mucho éxito con su libro. Espero que sirva para concienciar a las personas sobre el respeto a los animales, criaturas que sufren igual que nosotros… Gracias por la reseña que haces del libro, me ha parecido magnífica.
    Un abrazo, Lord.

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    1. Lo es, es muy interesante, muy bien descrito y sin un proselitismo chirriante: bien construido y mejor razonado.
      Tienes razón en lo que dices, el sistema actual de consumo (ciñámonos solo al consumo alimentario, pero podemos seguir con otro tipo de productos) está sobredimensionado por encima de las capacidades planetarias, y si a los hábitos alimenticios occidentales se suma la ingente población asiática en breves, sencillamente reventará, pues no creo que ni una gigantesca revolución tecnológica pueda solventar el problema malthusiano propuesto.
      Esa es una de las razones (hay más) por las que soy vegetariano.
      ¡Saludos!

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