La sombra dorada: Una página, una historia

Hace pocos días manifesté mi alegría por la reseña que mi compañero y amigo del Círculo de Fantasía (su web es esta) hizo de mi novela La sombra dorada (en este enlace está mi entrada al respecto). Y, como no podía ser de otra forma, le dedico este pequeño relato, esperando que le guste. Y que os guste a quienes lo leáis, claro.

UNA PÁGINA, UNA HISTORIA

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Qus se agachó con dificultad para recoger la hoja de papel que había salido volando de la carpeta; un chiquillo atolondrado chocó con él y había seguido corriendo sin siquiera lanzar una mirada atrás pese a haber estado a punto de tirarle al suelo. Sus cansadas rodillas protestaron con un crujido y el hombre esbozó una mueca de dolor. Los años y años de postura incómoda y forzada tras las mesas de la Gran Biblioteca de Vetero habían hecho que sus huesos y músculos fueran de muy poco fiar si había que pedirles un esfuerzo.

Poniendo todo el cuidado del mundo, pinzó la hoja entre sus dedos corazón y anular, los únicos que no estaban manchados de tinta; no quería que el valioso documento quedara mancillado. Valioso, por supuesto, según su propia y particular forma de medir la riqueza. ¡Que quedaran para emperadores y cortesanos la pompa y el boato! Qus era feliz con los amigos que nunca le fallaban, los libros, y consideraba un privilegio poder ganarse el sustento en la sección de literatura de ficción, una amplísima sala octogonal en la que los enormes estantes ofrecían miles de títulos creados a lo largo de la historia de la humanidad, categorizados por género y ordenados de modo escrupuloso siguiendo las órdenes de la encargada de la sección, Arina.

Al ver quién pasaba justo por delante, una sonrisa floja y boba le asomó al semblante, como cada vez que posaba sus ojos tímidos en ella; caminando con gracilidad, envuelta en un vestido carmesí y con la cabellera rizada y castaña ondeando tras ella, Lorda pasó sin reparar en él, seguida de cerca por un par de musculosos mastines. Qus imaginó que se armaba de valor y la saludaba, presentándose e invitándola a vivir su vida con él… fantasías absurdas que desechó con un movimiento brusco de cabeza, justo cuando ella era tragada por el gentío.

—Algún día, quizá… —masculló, maldiciéndose por su cobardía.

Continuó el camino que le llevaba a la Gran Biblioteca, accediendo a su interior por la puerta lateral que permitía a los trabajadores sortear el gentío que siempre se agolpaba en la zona de recepción principal, y se dirigió a la mesa de Arina, quien le interrogó con la mirada.

—Mira —dijo él al tiempo que le tendía la hoja. La mujer se rascó la mejilla y tomó el papel; su expresión fue de cada vez mayor sorpresa conforme leía. Qus no pudo evitar decir—: Una poesía de Atróbate. ¿Sabes dónde la he encontrado? —Ella negó con la cabeza, un tanto molesta por haber sido interrumpida en medio de la lectura—. En una tienda de quincalla. ¿Qué te parece? —concluyó triunfal.

—Me parece —respondió Arina sonriéndole— que si no fuera por tus cacerías, desaparecerían muchas joyas en el olvido.

Qus no necesitaba más. El halago era suficiente recompensa. Satisfecho por un trabajo bien hecho, dejó a la encargada estudiando el poema y fue a su lugar de trabajo, donde pronto se vio sumido en la apacible, hermosa y aburrida rutina que a él, sin embargo, le proporcionaba la mayor de las felicidades.

Levantó la vista cuando una curiosa pareja pasó frente a él, de camino a la sección de Teología, anexa a Ficción. Por sus facciones, tirando a angulosas, y su piel más lechosa que la de los pobladores de Vetero, los catalogó como gente de Lorry, una pareja a punto de entrar en la cuarta década de su vida; tenían un cierto aspecto huidizo. Enseguida, su imaginación comenzó a divagar: se trataba de un par de agentes del consulado de Lorry, espías en realidad, que habían acudido a Vetero para saber cuáles eran las nuevas tarifas arancelarias que desde el Palacio del Estatuto se querían imponer a las importaciones de madera. O, mejor aún, eran dos eruditos, esposa y esposo, que querían rebuscar entre los fondos de la Gran Biblioteca, habiendo conocido que un grimorio de gran poder escrito hacía mucho por el sabio Caldún de Lorry se encontraba en Vetero. O…

—¿… anterior obra? —Una joven le había hecho una pregunta, pero Qus solo llegó a entender el final de la misma.

—¿Perdone? —inquirió con una gran sonrisa.

—Decía que si puede dejarme el libro que escribió antes que este. —Mostró el volumen y Qus asintió dando su aprobación. La placidez de la noche, de Xantia, era un hermoso texto que hablaba sobre la necesidad de la soledad para desarrollarse como ser humano, pero también de lo importante que son las relaciones. Todo ello, narrado con elegancia, llevando al lector por reflexiones y peripecias a través de los ojos de su protagonista.

—Déjeme comprobar… —pidió él, abriendo un grueso volumen donde se anotaban todos los libros de la sección—. Aquí está. Tres son un mundo —dijo, levantándose de inmediato y yendo a por el libro, que la joven agradeció con una sonrisa.

Los dos de Lorry volvieron a pasar frente a su escritorio. Ya había decidido que se trataba de un par de refugiados de una ciudad pequeña que había sufrido el ataque de una horda surgida de las montañas, un ejército de bárbaros sedientos de sangre que se abalanzaron sobre los habitantes desprevenidos de… luego imaginaría el nombre. A lo mejor miraba un plano para localizarlo. El caso era que esos dos estaban en la Gran Biblioteca porque… porque buscaban referencias en autores antiguos y olvidados a los creadores de la raza que se ocultó en las montañas. Entre el polvo acumulado en hojas de ejemplares añejos, descubrirían qué motivos movían a los asesinos y, con suerte, encontrarían la forma de hacerles frente. De derrotarles y retomar su ciudad.

Sí. Era una buena historia. Comenzó a garrapatear notas para que no se le olvidara, aunque en su fuero interno sabía que nunca la desarrollaría en un texto coherente. Había empezado muchas veces a escribir, pero no se sentía capaz de ello. Se sonrojaba cada vez que pensaba en querer codearse con nombres de autoras y autores de renombre. Le resultaba una muestra de desmedido orgullo.

Pero escribió las notas, de todas formas.

Era una buena historia.

Una página, una historia


24 respuestas a “La sombra dorada: Una página, una historia

    1. ¡Gracias! Es una pequeña broma metaliteraria que hace referencia a la propia novela de la que parten estos relatos que dedico a aquellas personas que han sido tan amables de reseñarla, «La sombra dorada» 😉
      ¡Me alegra que te haya gustado!

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  1. Siempre es un honor que un escritor de tu calidad me dedique un relato, pero si es un amigo esto se magnifica hasta llegar al corazón. Tanto Lourdes, como yo, te queremos dar las gracias por esta deferencia que has tenido con nosotros. Sigue siempre escribiendo con tu pluma acertada y deparándonos tantas buenas horas de agradable lectura, que seremos los dos tus incansables lectores. Muchas gracias Luis. Un abrazo virtual bien fuerte.

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  2. La Gran Biblioteca, donde todos van a buscar información de otros tiempos…
    Tus relatos son impecables, creo yo, entretenidos y bien escritos y además, con mucha imaginación y en éste ¡no se ven vísceras por ningún lado!
    Creo que me pasa como a Qus, no sería capaz de escribir una historia entera.
    Un abrazo, Lord.

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    1. 😀 😀 😀 😀 😀
      ¡Es cierto! ¡No hay decapitaciones ni monstruos! Me ha quedado un texto muy ligerito, para todos los públicos incluso… Tendré que solventar eso para el siguiente. Voy a ver si empiezo a hacer acopio de casquería 😀
      ¡Abrazos!

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  3. Tienes un don especial para hacer que nos metamos en la historia y conozcamos los rasgos de los personajes con escasas pero precisas pinceladas. Enhorabuena! Qus tenía buen ojo: una buena historia, sin duda. Besacos!

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    1. Inventados, inventados. Al transcurrir en el mundo de «La sombra dorada», tuvo que lanzar un par de títulos a la buena ventura… ¡Por fortuna no tardaron mucho en salir!
      Añaden algo de color y muestran una pequeña faceta del mundo que la persona que lo lee puede desarrollar en su imaginación, así que aunque sean meras anotaciones, creo que son importantes para dar verosimilitud.
      ¡Un abrazo!

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