El romance del falso caballero: capítulo 3 (III)

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3: (I)(II)

 

 

Con lentitud, no queriendo romper la fantasmal quietud que reinaba en el ambiente, Perceval descabalgó y sacó su arma entrecerrando los ojos, buscando rasgar la negrura que se desenvolvía ante ellos.

¿Creéis que debemos acercarnos? –Elin hablaba en susurros, pero su voz pareció el retumbar de un trueno. No pudo evitar hacer un gesto con el que parecía pedir disculpas.

Este es un misterio que hay que desentrañar –contestó el caballero. Se estaba acercando con pasos cautos, el acero por delante de él–. Es nuestra tarea.

Bien. –Ella descabalgó y avanzó colocándose a su par. Perceval dejó atrás toda reticencia que había mostrado a la presencia de la joven. Más valían dos filos que uno solo.

Con la punta del arma, Perceval rasgó la cortina ondulante de tinieblas, que pareció lanzar un suspiro, un susurro.

Es como humo –comentó ella.

No huele a nada, sin embargo.

Y no desprende calor. No hay fuego cerca. –Ahora que lo decía, se dio cuenta del frescor que reinaba en el patio del castillo, en claro contraste con la agradable y luminosa mañana bajo la que habían cabalgado hasta llegar al sitio.

Entremos –dijo Perceval con gesto decidido, justo antes de calarse el yelmo.

Elin se frotó el ojo izquierdo un tanto dubitativa, pero asintió y traspasó con la mano la extraña cortina. Sintió que el frío aumentaba al tocarla y reprimió un temblor involuntario, no sabiendo bien si era de miedo. Un jirón de niebla se desprendió de la masa al dar un manotazo, pero volvió a incorporarse a la misma enseguida.

Perceval ya estaba dentro y Elin decidió no dudar más.

Era arrojada como el que más.

Una vez rodeada por completo por la negra bruma, se extrañó al comprobar que podía ver. Las imágenes cercanas resultaban difuminadas, como si un dibujante hubiera decidido que sus contornos no quedaran claros para el ojo, pero pasada la confusión inicial, tuvo idea cabal de lo que había alrededor suyo.

Elin bajó la vista al notar que la mano libre de Perceval, enguantada en acero, se posaba sobre la suya. Para su propia sorpresa no la apartó y, de manera inconsciente, apretó un poco los dedos en torno a los suyos.

El caballero apuntó con la espada hacia delante y ella asintió, comprendiendo que debían ir hacia la construcción central del castillo de Melquíades, un edificio de tres plantas con techumbre de madera y puerta gruesa de roble labrado con imágenes de seres que resultaban repulsivos a la vista dado lo depravado del comportamiento que mostraban.

Este no es el castillo del barón –masculló Perceval.

¿Habíais estado antes?

Una vez. Pero no era…

Quizá es un edificio nuevo –aventuró Elin.

No. –Perceval enfatizó su negación con la cabeza y tocó con su espada la madera de la puerta con gesto asqueado–. El barón es un hombre muy pío. Jamás habría dejado que estos… horrores adornaran la puerta de su casa.

¿Dónde estamos, entonces? –Elin volvió a temblar y apartó la vista de la puerta labrada, mirando hacia una ventana cercana a través de la cual se filtraba un resplandor anaranjado.

No lo sé, dama Elin. –Chascó la lengua mientras Elin comenzaba a sacar su arma–. Pero estad preparada para cualquier…

Perceval fue interrumpido por el ruido de cristales al hacerse añicos. La ventana que estaba contemplando Elin saltó hecha pedazos que cayeron sobre el suelo de piedra con un ruido que reverberó en el ambiente. Ambos giraron sus espadas, colocándose en guardia por instinto, y vieron con terror cómo una criatura simiesca, roja como el fuego, salía por el vano mostrando unos dientes puntiagudos en una sonrisa sin labios.

 

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20 respuestas a “El romance del falso caballero: capítulo 3 (III)

  1. ¡¡¡Ssssstupendo!!! Ya tenemos el primer cruce por la puerta dimensional de nuestro héroes, y supongo que estarán, además, cerca de poder resolver ese misterio. ¿Adónde – cuándo habrán aterrizado? ¿Qué o quién produce ese humo casi legamoso que indica la entrada al reino —supongo— de los bichos malos? Y ya tenemos a un bichito con intenciones desconocidas pero aspecto temible —¡oooole descripción!— en el escenario. Como siempre, explicaciones sencillas sin renunciar a un lenguaje rico y natural, incluyendo los diálogos.
    Sólo hay una cosita, tan pequeña que si se cae se rompe, y que será debida seguramente a mi torpeza al entender: cuando Perceval le da la mano a Elin, ¿con qué mano maneja cada uno la espada que antes has comentado desenvainadas?
    Magnífica continuación que nos deja con ganas de saber en qué quedará el encuentro con «er bischo»

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    1. A ver, una cosa: de pequeña nada. Que si te soy sincero, le di vueltas y vueltas a la descripción de los dos haciendo manitas. De hecho, lo reescribí creo que cuatro veces y no acabé satisfecho con el resultado. Así que a ver qué te parece que cambiemos a:
      «Elin bajó la vista al notar que la mano libre de Perceval, enguantada en acero, se posaba sobre la suya.» Y, para ahorrarnos los problemas de ambos somos diestros, con lo que tocarnos será complicado sin darnos un tajo, suprimo los pasajes anteriores de Elin con el arma desenvainada, ¿te parece mejor así?
      Si me das el placet, lo reescribo 😉
      Y sí, ha sido un cliffhanger (el castizo «continuará» no acaba de captar el matiz correcto) hecho con bastante idea…

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      1. ¡Qué compromiso!, ¡qué compromiso! ¡Y qué honor! Yo dar un placet al autor… A mí me parece perfecto. Y qué quieres que te diga, mejor las manos controladas que descontroladas… que está al aparecer la criatura y no es cuestión de tener las manos perdidas… 😉

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      2. ¡Te meto en un brete! 🙂
        No, a ver, ya he dicho que esto está escrito para que vosotros también participéis y no hay mejor modo de hacerlo que descubriendo errores para que pueda corregirlos. Así que vamos a envainar la espada de Elin y ya la desenvainaremos luego. Voy a editar el post y ya dirás si eso 😉
        ¡Mil gracias por tu ayuda!

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  2. Esto parece un aviario… y no lo digo por los pajaritos en la cabeza de Elin. ejem.

    Me ha encantado, me encantan las sombras que reptan y se arrastra y afirman a sus presas de muñecas y tobillos y… ejem, me gustan las sombras. Siempre me han gustado las sombras.

    Habrá que seguir mirando y a saber si a donde han entrado es una dimensión aparte o solo una ilusión-carnada para atraer a los tórtolos incautos… tórtolos… ya decía yo que parecía aviario.

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    1. Seguiremos indagando a ver dónde demonios se han metido estos dos…
      Sombras reptantes propias de los escritos lovecraftianos, sombras oscuras como jirones de noche desgajada, sombras… no son buen augurio por lo general, es el rol que se les ha dado a las pobres.
      Este capítulo se centrará, efectivamente, en el sitio/ilusión/dimensión/sea-lo-que-sea que acaban de descubrir Elin y Perceval 😉

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