Capítulo 4: (I)
Pero Elin no podía permanecer callada mucho rato. Entendiendo que la ausencia de los dos caballeros facilitaba a Morgana soltar la lengua de una vez por todas, compuso su mejor sonrisa y, pestañeando como una chiquilla curiosa que pregunta a sus padres, dijo:
–Esa criatura… ese ser de luz que hemos visto, ¿es obra vuestra?
–Bien lo has captado, niña. –Morgana asintió, se recogió el pelo con una mano mientras con la otra se enjugaba el sudor de la nuca. La humedad era mucha y empezaba a hacer que las ropas de las dos parecieran empapadas–. Como ya he dicho, con cualquier cosa que huela medianamente a aventura se entretienen.
Elin levantó las cejas, un tanto molesta por la desidia de la hechicera para con quienes, a fin de cuentas, eran sus compañeros de la Tabla Redonda. Sin embargo, se le escapó una risita; se estaba habituando a la mordaz forma de ser de Morgana. Y lo que era peor: le gustaba.
–Antes de nada –continuó Morgana haciendo unos movimientos con el brazo derecho que más parecían volatines–, explícame por qué Merlín te envió a este pantano. Y al castillo del barón Melquíades, porque ahí dijo Perceval que estabais, ¿no es así?
–Sí. –Elin contempló cómo un rastro de luz de plata se formaba ante ellas, en el suelo, iluminando una senda no vislumbrada con anterioridad. Morgana tanteó el inicio del camino con un pie, comprobando que era firme; satisfecha, comenzó a andar por él sin miedo a mojarse las botas–. Pero no había nadie en el castillo. Parecía como si todos hubiesen desaparecido.
–Sígueme, niña. No te quedes pasmada ahí. Eso es, sin miedo. Que el camino no va a desaparecer mientras yo no lo quiera.
»Lo que dices es más o menos cierto –explicó–. No había nadie, pero no porque se los llevaran. Lo que visteis se debió a una deformación de la realidad, un solapamiento de los dos reinos… –Elin hizo aletear las pestañas con incomprensión y Morgana torció el gesto, frustrada–. Estabais entre nuestro mundo y el de las Hadas, pero más en este que en aquel. ¿Lo entiendes?
–No mucho, la verdad –respondió Elin encogiéndose de hombros. Las ranas callaban a su paso, pero reanudaban su cansino concierto en cuanto quedaban a sus espaldas.
–Bueno, es igual. Para tu solaz, el barón y su gente se encuentran bien. Sanos. Rubicundos. Felices. Como siempre suelen estar, según se dice.
–¿Se dice?
–Eso hablan. Que las tierras de Melquíades son las más dichosas de toda Inglaterra. Que sus habitantes sonríen sin cesar y viven sin penuria alguna. Si te he de ser sincera, creo más bien que se trata de una cuestión de estupidez congénita, pero…
–¿Y el libro? –Elin la interrumpió, provocando que la hechicera lanzara un suspiro.
–¿Qué pasa con el libro? Ya te he dicho…
–Sí, dama Morgana. Lo habéis dicho. Habéis dicho que es algo vital para que Camelot siga existiendo. Así que no os sorprenderá si insisto en que me contéis algo más del mismo.
–Tienes valor, niña. Muchos caballeros de tu Tabla ni siquiera se atreven a desearme los buenos días por temor a que les fulmine mi legendaria mala baba.
–No os veo tan temible. –Elin lo dijo con desparpajo y Morgana, por primera vez desde que la vio, dulcificó su expresión. La sonrisa le produjo unas arrugas en las comisuras de los labios, sin duda debido a su poca experiencia en tales menesteres.
–Eso es porque no me conoces bien, niña –respondió la hechicera.
uy, eso de que es porque me conoces bien,niña ahí hay algo por el medio. y el libro ¿de un libro es por que existe camelot?, calla no me lo cuentes, que si no pierde la esencia.
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Pues no te lo cuento 😉
El libro, que al compañero Torpeyvago le trae de cabeza desde el capítulo anterior :D, es el que Morgana llevaba cuando se pulió al gigantón con un relámpago (lightning bolt nivel 10, en términos roleros y tal) y que en la casa esa del otro mundo debía haber estado en el atril… pero no estaba.
¡Saludos!
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Episodio breve, claro, conciso e instructivo, y lo mejor de todo: de manera altruista.
Gracias por tu generosidad y por saber estar y escribir.
Saludos
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Bueno, altruismo hasta cierto punto: Que me siento muy satisfecho cuando comentáis que os gusta 😉
¡Gracias por comentar!
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¡Bien! el primer acierto, el del armario empotrado del barón —vale que es del palacio en general, pero yo me he empeñado en el armario empotrado en particular—. Por cierto, lo de la estupidez congénita me recuerda el gag de la TV de «Les Luthiers»: «Y nos alejamos, sin saber de qué se ríe».
El segundo —no los pongo por orden de lectura, soy así de proentrópico—, los versos de «El amor brujo»: «Lo mismo que el fuego fatuo, lo mismito es el quereeeer…». Sólo puedo decir ¡Lo sabía, lo sabía, lo sabía!
Y lo de porqué no alumbraba —en este caso, mejoraba— el camino con su magia.
Lo del libro estaba ya anunciado, aunque me quedó un algo de lo de la rumba catalana, un queseyó, una desazón… en fin, nos queda el consuelo de saber que su dueño la va a liar parda y que es el eje central de esta novela por capítulos. ¿Recordáis «Lucecita»?
Hoy ha sido un día de prosa ascética, y sin embargo bella, clara y contundente.
Yo, que soy como un niño, como Perceval y el Bello, me quedo esperando más aventuras de nuestra virginal, femenina y nunca ñoña, Elin.
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Digo la verdad: Les Luthiers los he visto pocas veces. Y no sé por qué, la verdad, porque me he reído con ellos una jartá en dichas escasas ocasiones. Cosas raras que tiene la vida. En resumen: no conocía dicho gag 😀
Premio para el caballero. Con lo del libro. Y que conste que me estuve pensando si marear o no la perdiz con el dichoso volumen. Al final, sí que tiene importancia. Se verá lo que es, desde luego. Y, por supuesto, sabremos del dueño. O dueña. O ello.
Búsqueda en Google de «Lucecita»
…
…
…
¿Es la telenovela venezolana de la que no tenía ni repajolera idea hasta que la has mencionado?
Y es posible que mañana cuelgue más de Elin. Que estoy pelín lanzado 😀
¡Saludos a cientos!
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Sí es que no existe un ser con más buena voluntad y deseo de dar cariño que una maga con mal genio. O un mago con lentes. Lo que sucede es que no hay más tontos sobre la superficie del planeta porqué habría que amontonarlos en batería.
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Si al final, estas dos acabarán como madre e hija. Que más partido le sacará que a Mordred, visto lo visto 😀
Lo de apilar tontos en batería es bueno. Muy bueno. Como ese de Forges que dice que «el día en que los tontos vuelen, no veremos más el Sol» 😀
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Joooo, no podía entrar, no me dejaba leerte, ajajajaja, casi me pierdo el capítulo, Morgana a sonreído es buena señal para la chica, la puede acoger como ayudante, y ya puestos a quedarse con alguien más, prefiero Percival. A mi lo la de la estupidez supina me recuerda un libro que se volvieron todos tontos por el agua y siempre sonreían, pero no creo que lo hayas ni visto, era una novelita de estas para entretener. Me parece genial tu historia de hoy. Cuida de mi Morgana. Un beso
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La relación de Morgana y Elin se definirá, pierde cuidado. Que la tengo pensada 😉 ¿Actuarán como madre e hija con lo que ello conlleva al ser Elin una adolescente? ¿Serán amigas del alma y compartirán cuitas y secretos? ¿O quizá en un arrebato discutan y no se puedan ni ver, arrastrando a todo Camelot en su pugna por ver quién es más chunga?
Ah… ya veremos.
Y reconozco que no, que no me suena la novela que dices 😉
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Ya me has dejado totalmente intrigada, ¿Como actuarán? Desde luego no te pierdo de vista, ajajaja, estás en el punto de mi mira. Un abrazo.
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Pero no dispares. A no ser que de tu arma salgan primorosos versos de un haiku. Entonces, sí, dispara 😉
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Esa Elin!!! Ahí, con bravura!! Jeje No le teme ni a la mismísima Morgana! Di que sí!!
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¿Quién dijo miedo? ¡A ver! Solo porque haya visto a Morgana hacer una cosica tal que así con la mano y dormir a un sátiro y lanzar un relámpago a un gigante que lo ha fulminado en el acto, no se va a achantar nuestra moza.
O eso, o es muy inconsciente, que también puede ser…
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Yo apostaría por inconsciencia juvenil!! Jajaja 😉
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No podemos olvidar que es una adolescente, en efecto. Aunque los diecesiéis años en esa época no eran lo mismo que ahora, es una chiquilla a fin de cuentas 😀
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Reblogueó esto en rererebloguer.
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Más, más… ¡Quiero más!
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Pues… por ahora hay cuatro partes del capítulo 4. Mañana, cuelgo la quinta. Palabrita 😉
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Habrá que inyectársela en vena para que haga más efecto, ja,ja,ja
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La tinta, aunque sea virtual, me da a mí que puede causar daños irreversibles en el organismo. Por si acaso, no lo hagas 😀 😀 😀
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No hay que preocuparse. Mi organismo (mental) está ya echado a perder.
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