El romance del falso caballero: capítulo 5 (IV)

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5: (I)(II)(III)

El Bello había elegido bien el árbol al que subir, pues su tronco no parecía estrecharse por mucho que ascendiera. Siguió trepando hasta que llegó a una altura en la que superaba las copas de los árboles circundantes que, aunque no se apiñaban como en otros bosques, sí podían haberle impedido una visión clara del terreno en rededor. Así pues, cuando ya en torno suyo no había problemas de visibilidad, decidió concluir su ascenso. Comprobó la firmeza de la rama en la que estaba asegurándose de que mantendría su peso, y esperó poder hacerse una idea cabal del camino que tendrían que seguir.

Se orientó mirando al sol, a su izquierda, y contempló la extensión pantanosa cuajada de árboles aquí y allá, intentando encontrar un sendero, un claro, algo que le permitiera tener un punto de referencia, pero pronto su atención quedó atrapada por lo que se levantaba hacia el norte. Incapaz de creer por completo lo que estaba viendo, se frotó los ojos pensando que podía ser un espejismo como aquellos sobre los que Palamedes les hablaba cuando recordaba sus tiempos en los desiertos de Arabia.

Seguía allí, sin embargo: sobre un altozano, al norte, se erigía una fortaleza de murallas redondas y lisas, pintadas del color de los rubíes, que protegían unos altos edificios coronados por cúpulas cónicas que reflejaban el sol de tal modo que parecían estar ardiendo.

–¿Qué se supone que es eso, por el amor de Dios? –masculló incrédulo, dado que no sabía de ningún señor que hubiera levantado una fortaleza en el pantano. Sin embargo, era el único punto de referencia que pudo encontrar, pues Genindas se extendía hasta donde alcanzaba la vista, así que descendió para darle la noticia a Perceval.

–¿Creéis que será prudente ir allá, entonces? –le preguntó el otro caballero cuando le contó qué había visto.

–No. No lo creo. –El Bello miró hacia su armadura y cogió una de las musleras, reflejándose su atractivo rostro en la bruñida superficie de metal–. Pero es la única cosa que se me ocurre que podamos hacer.

–Sea entonces. Os ayudaré a armaros –concluyó Perceval levantando la pieza pectoral, justo en el momento en que se oyó un grito proveniente de lo alto, de más allá de las copas de los árboles que los rodeaban.

–¿Qué ha sido eso? –El Bello miró con desconfianza hacia el cielo, confiando en vano poder ver algo–. Juraría que no ha sido un grito humano.

–Tampoco lo creo yo, caballero. Hay en este pantano demasiadas cosas extrañas, a fe mía. Será mejor que os arméis lo más rápido que podáis, pues no se sabe a qué tendremos que enfrentarnos ahora.

El Bello coincidió y comenzó a cubrir su cuerpo con el acero.

Se escuchó otro grito, como el chillido de un grajo cuyo volumen hubiera aumentado de manera infernal. Esta vez, más cercano.

–¿Creéis –preguntó Perceval– que viene hacia aquí? ¿Es posible que os hayan visto… ahí arriba?

–No lo sé, Perceval. A nadie he visto yo en ese castillo, pero si ellos cuentan con ingenios que permiten atravesar las distancias, como Merlín… Solo espero que no se trate de un dragón.

–¿Un dragón? –preguntó Perceval con alarma.

–¿No oís el ruido de batir de alas? –El Bello levantó el brazo para que el otro hombre le atase las correas de los flancos con las que el pectoral se sujetaba. Con una sonrisa en el rostro, como si se regodeara al pensar en la batalla que podía esperarle, dijo–: Parece el de una criatura gigantesca.

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30 respuestas a “El romance del falso caballero: capítulo 5 (IV)

      1. Bueno, no es la primera. En mi mundillo artúrico remix, sí, pero desde luego no me puedo arrogar la creación de la idea 😉
        En todo caso, ya sabes que me alegra que te guste 😀

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  1. Ya llega el «zuzto», ya. ¿Volverán las oscuras sirenas lechuzas tus sueños a poblar? ¿O será un dragón hembra enamorada del Bello? —Ahora imagínate la suegra que te puedes echar… minina. Y sexo con una hembra que espera que tengas dos penes.—
    Y un castillo extraño y estrambótico sobre el que surgen muchas dudas: ¿Será del elfo malo? ¿Estará maldito? ¿Cuáles serán sus extraños y seguro que mortíferos guardianes? ¿Los cimientos se habrán hecho con zapatas o, estando en tierras pantanosas, con pilotes?
    De Palamedes no me acordaba, ¿seguro que sale en «La Odisea»? —la pregunta es retórica, o como justificación a mi ignorancia o a mi escasa memoria—.
    Una frase seguro que correcta, pero que me llama la atención es: «…Palamedes decía existían en…» ¿No le falta un «que»:«Palamedes decía que existían en»?

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    1. Oye, pues que eligan muete, como ya hemos dicho. Que luego, en vez de salir corriendo, fijo que se quedan a soltar espadazos, que son muy machotes y tal. Si les hieren, que no se quejen.
      Así que la narración adquiere un tono previsible pues, ¿no? Quiero decir: ¿Se nota que llega el momento de acción? 😀 😀 😀 😀
      Hay un Palamedes en la Odisea, cierto, pero hago referencia al caballero artúrico que en algunas versiones es nombrado como el «caballero moro» o «caballero negro», al proceder de tierras de Arabia y tal. De ahí la referencia a los espejismos del desierto 😉
      Sobre la frase, «como aquellos que Palamedes decía existían en los desiertos de Arabia», si no me equivoco, es correcta al poder dejar implícito el segundo «que» por sobreentenderse en estilo indirecto y estar presente ya en la introducción de dicha frase subordinada (la que introduce a Palamedes como el que dice eso), permitiéndose para evitar la cacofonía en textos literarios. Aunque, ahora que caigo, sigue habiendo cacofonía con esos dos verbos en pasado… No sé, le daré una vuelta 🙂
      Y no hablo nada del castillo, aunque algo has dicho tú ya…

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    2. Pues nada, al final, corrijo la frase a:
      «pensando que podía ser un espejismo como aquellos sobre los que Palamedes les hablaba cuando recordaba sus tiempos en los desiertos de Arabia.»
      Creo que así queda mejor… ¿qué opinas? 😉

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  2. Me ha cautivado el gesto del bello,
    atusando en el reflejo sus cabellos
    de la armadura gris de acero
    Y como se queda tan fresco
    para afrontar al fuego presto.
    Corred insensatos
    que os van a asar,
    como a dos patos
    dentro del envoltorio.
    Nada, Milord, ¡Creo que son sordos!

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    1. Es que tiene un complejo de Narciso el hombre que no veas. Tanto llamarle Bello, al final se lo ha creído 😀 😀 😀
      De todos modos, solo se ha mirado un poquitín, no exageréis. Que no es que haya sacado las cremas, el perfilador y el recortador de bigotitos…
      ¡Abrazos!

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      1. Tú dale ideas. Espera a ver si después de la batalla que parece aproximarse se le ha hecho una moradurilla y se la quiere cubrir…
        Ser un caballero andante no quiere decir que tenga que ir hecho un adefesio 😀

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