La semilla (X)

Por si te lo perdiste: (I)(II)(III)(IV)(V)(VI)(VII)(VIII)(IX)

Nyarlathotep_by_erkanerturk-d4h5bgg
¿Qué hace por aquí el Caos Reptante? (Vía http://lovecraft.wikia.com)

Atravesó el supermercado todo lo rápido que pudo, salió por la puerta que llevaba al otro extremo de la manzana y se dirigió hacia la parada de taxis más cercana, donde cogería uno que la llevara al centro de la ciudad.

Cuando el taxista llegó a la dirección que le indicó, bajó del vehículo y se dirigió al portal donde vivía Ignacio, uno de los miembros de la sección de Delitos Informáticos y buen amigo de Javier desde hacía años, con quien compartía aficiones musicales y conversaciones sobre comics de superhéroes. Todo un adolescente eterno, ni siquiera atemperado por la, como ella decía, cobertura de responsabilidad que da el casarse y tener un hijo. O hijastro, como en el caso de Javier. Sin embargo, la afabilidad y el buen humor de Ignacio le hacían una persona muy agradable, y bajo esas gafitas de pasta azul y esa barba desaliñada había un hombre inteligente y perspicaz. Y, lo que más le importaba a ella ahora, un genio con los ordenadores.

Ignacio no estaba en casa, tal como imaginaba. Se metió en el bar más cercano y se dedicó a dejar pasar las horas zumo y café tras zumo y café.

Por fin, poco después de las siete de la tarde, Ignacio llegó a casa y Lucía salió corriendo, despertando miradas de perplejidad del camarero, que la había visto sentada, casi adormecida, durante tanto tiempo. Lo abordó cuando estaba metiendo la llave en el portón.

–¡Ignacio! –dijo, y este se giró sonriendo al reconocerla.

–¿Lucía? ¿Qué pasa? ¿Va todo bien?

–No, no va –respondió ella, llegando hasta el informático–. Necesito tu ayuda.

–Sí, claro –dijo atropellado, abriendo la puerta e invitándola a pasar al interior del edificio–. ¿Qué quieres?

–Hablemos en tu casa. –Con aire conspiratorio, Lucía se metió dentro y no dijo nada más hasta que entraron en el pisito de Ignacio. Había estado una vez antes, así que no le sorprendieron las figuritas de acción colocadas en perfecto orden dentro de las vitrinas que saturaban las paredes del salón.

–¿Quieres algo? –preguntó Ignacio–. ¿Cerveza? ¿Un refresco?

–No, gracias –negó, dejándose caer en el sillón frente a la televisión.

–Pues tú dirás.

Ignacio se sentó en una silla, frente a ella, con una mano encima de otra sobre las rodillas, mirándola pensativo. Sabía, como todos en la comisaría, lo que le había pasado a Javier, y se sentía impotente por no poder hacer nada.

–¿Sabes algo de…?

–No –respondió Lucía–. Nada nuevo. Pero necesito que me ayudes.

–Sí, sí –respondió él–. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

–Necesito –comenzó con la mayor determinación de la que fue capaz, aunque la magnitud de lo que iba a pedirle resultaba enorme– que entres en los ordenadores del CNI.

Ignacio abrió la boca y la cerró de nuevo, como un pez, atónito por lo que le acababan de pedir.

–¿El CNI? –preguntó por fin, con voz débil.

–Sí. –La respuesta de Lucía fue tajante.

–No. –Él se echó hacia atrás en la silla, como queriendo huir del lugar, hasta que su espalda tropezó con el respaldo–. O sea, no puedo. Tampoco es que quiera, entiéndeme…

–¿No puedes? –Lucía se sintió desconsolada.

–A ver –aclaró él–. Tengo bastante mano con las redes, pero de ahí a pensar que soy un hacker… La verdad es que no, Lucía. Y lo que pides… infiltrarse en un servidor seguro de una agencia de inteligencia… No te diré que sea imposible, porque todos sabemos que incluso han entrado en la CIA…

Ignacio se calló cerrando la boca de forma abrupta. Había empezado a divagar y la mirada de Lucía le advirtió que lo que estaba diciendo se alejaba mucho de lo que a ella le interesaba.

–Lo siento mucho, Lucía –dijo, bajando los ojos, como avergonzado–. Además, ¿para qué quieres…?

–No puedo decírtelo –lo interrumpió, sintiéndose como una tonta.

–Pues, la verdad –Ignacio se permitió un tono ligeramente gracioso–, sería difícil que buscara algo entre los datos sin saber qué es.

Lucía pensó a toda velocidad mientras Ignacio paseaba la vista por el salón, fijándose en cosas que parecía no haber visto hasta el momento, como si fuera la primera vez que estaba ahí y no en su casa, incómodo a más no poder.

La policía decidió cambiar el enfoque.

–¿Puedes seguir a alguien con un método de reconocimiento facial? –preguntó por fin.

–Bueno… –Ignacio parecía contento por el cambio en el tema de conversación–. Si hay suficientes cámaras en el lugar donde esté el sujeto, teóricamente, sí. Creo que es posible, aunque nunca lo he intentado. Pero no es tan fácil como en las películas, claro. En las películas todo es muy fácil.

–Por favor –Lucía interrumpió sus divagaciones–, Javier necesita nuestra ayuda. Tenemos que encontrar a uno de los agentes del CNI que estuvieron en comisaría.

–Volvemos a pisar terreno resbaladizo, Lucía –susurró él, comenzando a pensar que la mujer estaba desquiciada y pensando en llamar lo antes posible a la comisaría–. En primer lugar, me tienes que explicar qué sabes del secuestro de Javier y qué tiene que ver el servicio de inteligencia. Porque entenderás que todo esto me suena muy raro.

Lucía se mojó los labios, secos de repente, con la punta de la lengua y dudó de nuevo. Ordenó los acontecimientos en su mente antes de hablar para no sonar como una chiflada y decidió, al fin, contarle parte de la historia. Conforme hablaba, se autoconvencía más y más de la verosimilitud del relato, habiendo omitido los aspectos más tétricos e increíbles.

–Vamos a ver –recapituló, cuando terminó, Ignacio, que no había abierto la boca mientras ella hablaba–. A Javier lo han secuestrado para obligarte a que sepas dónde está el cadáver del tipo ese. Al cadáver se lo llevaron los del CNI. Y tú no sigues la forma oficial de actuar ante un secuestro dando parte del contacto que el secuestrador ha tenido contigo, sino que te lanzas en una búsqueda solitaria de Javier. ¿Así, en resumen?

–Sí –contestó.

Ignacio enarcó las cejas y se levantó de la silla, suspirando. Puso las manos a la espalda y dio unos pasos cortos encaminándose a la ventana, reflexionando. Lucía temió que pensara que la historia había sido producto del trauma, pero no dijo nada más, esperando que Ignacio la creyera.

El informático se pasó una mano por la cara y se rascó el mentón.

–Podemos intentarlo –dijo por fin–. Puedo coger las imágenes de la comisaría de estos agentes del CNI y buscar en las cámaras urbanas, pero no te prometo nada. Puede ser muy difícil… incluso imposible.

La cara de Lucía se iluminó y sintió ganas de abrazarlo. Por fin encontraba un asidero al que agarrarse tras horas y horas de desazón. Por fin tenía un aliado con cuya ayuda contar para traer a Javier sano y salvo, de vuelta a casa.

–Esto es lo que voy a hacer –dijo Ignacio–. Miraré las cintas de la comisaría para tener las caras de los tipos del CNI y buscaré en los sistemas a los que tenemos acceso en la ciudad. Ya sabes, tráfico y demás. En cuanto lo localice, te avisaré…

–No tengo móvil –le interrumpió Lucía–. Quiero decir, lo he dejado en mi casa.

–Para que no te localicen –adivinó él–. Quizá estés un poco paranoica para mi gusto…

–Ignacio…

–Vale, vale. Hay una tienda de telefonía en la manzana de al lado. Pilla uno desechable y me das el número.

–De acuerdo –accedió ella.

–Pero –advirtió Ignacio, cruzando las manos a la espalda y adquiriendo un aire académico, como si explicara una lección– todo eso tendrá que esperar a mañana. Resultaría extraño que apareciese cuando no es mi turno y me pasara horas frente al ordenador en comisaría. –Lucía hizo un mohín y, para calmar su decepción, Ignacio hizo una concesión–. Iré un rato antes de mi hora de entrada, ¿de acuerdo?

–Muchas gracias, Ignacio –asintió ella, levantándose–. Creo que debería irme.

–¿Dónde? –preguntó él–. Porque imagino que a casa no irás.

–No. Alquilaré una habitación en alguna pensión.

–¡No digas tonterías! –exclamó el informático–. Tengo una cama plegable en la habitación del ordenador, por si… para cuando vienen visitas.

–No quiero molestarte. –Lucía dudaba de lo conveniente de importunar todavía más a Ignacio, y tampoco le parecía bien dormir en casa de alguien que, a fin de cuentas, era amigo de su marido, un mero compañero al que ella no conocía en exceso.

–No es molestia, mujer –dio una palmada y sonrió–. Tú tranquila. Arreglaremos todo este lío, ya verás.

¡Sigue leyendo!

la-semilla


32 respuestas a “La semilla (X)

  1. Leído, y disfrutado tanto como a quien es invitado a comeer después de tres días de ayuno obligado.

    «Como imaginaba, Ignacio no estaba en casa, así que se metió en el bar de enfrente y se dedicó, zumo y café tras zumo y café, a pasar el rato, aburriéndose más y más conforme pasaban las horas». ¿No podrías hacer algo menos farragoso en el segundo inciso?

    «–No es molestia, mujer* –dio una palmada y sonrió–. Tú tranquila. Arreglaremos todo este lío, ya verás». Se te ha pasado por alto aquello de que: cuando el comentario del narrador no lleva verbo de habla, la primera parte del diálogo se cierra con un punto, y la acotación comienza con mayúscula…

    Saludos

    Le gusta a 1 persona

    1. Sí, la frase es algo farragosa. Voy a darle una vuelta: «Ignacio no estaba en casa, tal como imaginaba. Se metió en el bar más cercano y se dedicó a dejar pasar las horas zumo y café tras zumo y café.» ¿Qué tal así?
      Y cierto lo de la raya de diálogo. A veces se cuelan cosas así 😀 😀 😀

      Le gusta a 1 persona

  2. Uysssss, no me preguntes por qué pero Ignacio no me gusta nada, hay algo en él que no sé si me equivoco, pero nos va a sorprender, no, no me fio. Jolines, dame por privado la novela entera, leches que al final me quedo sin uñas. ¿ Qué estás haciendo conmigo. Lord? No me canso de leerte y estoy a la espectativa todo el tiempo, vaya sufrimiento, yo quiero más, leches. Fijate estoy tan cabreada que no te doy un beso a tu alma jajaja hoy te doy dos. 😀 😀

    Le gusta a 1 persona

    1. Calma, calma, que te va a dar algo 😀 😀 😀
      Me niego. Soy una roca. Inamovible. No te paso la novela, no 😉
      Nah, en serio: como dije, la terminé hace un tiempo, pero estoy repasándola al tiempo que la voy colgando, y las contribuciones que vais haciendo la están mejorando, así que, paciencia, que así el resultado, lo que leéis, es mejor que lo que tengo en el disco duro 😉
      PS: ¿Qué pasa con Ignacio, pobre hombre? Encima que dice que la ayudará… veis malos en todos los sitios 🙂

      Le gusta a 1 persona

  3. Me cae bien el tal Ignacio. Amante de los cómics y coleccionador de legos, seguro que es un tío genial!! Se ha enrollado al ayudar a Lucía porque cualquier otro pasa de ella.
    Bien, se está poniendo interesante!!
    Abrazo, Lord!

    Le gusta a 1 persona

    1. Bueno, pues por fin alguien defiende al pobre Ignacio. Que lo estaban poniendo a caer de un burro diciendo que estaba conchabado con los otros, que si le dejaba dormir en su casa, que si no sé qué… ¿O a lo mejor estás equivocada y no es tan majete?
      Bueno, bueno… 😉

      Le gusta a 1 persona

      1. Pues no entiendo por qué lo ponen a caer de un curro. Me sigue pareciendo majete aunque me digas que quizás no lo es!
        Ya se verá… 😛
        PS. Ahora no cambies la historia pa’ fastidiar ¡¿eh?!

        Le gusta a 1 persona

Deja un comentario