El romance del falso caballero: capítulo 5 (II)

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5: (I)

Perceval y el Bello Desconocido intentaron, pese a todo, desandar el camino que habían seguido… pero tuvieron que reconocer que estaban perdidos un rato después. Las zonas que creían reconocer por haberlas atravesado antes les llevaban a otras que les eran desconocidas por completo, y cuando creían ver un árbol de forma peculiar que les había llamado la atención horas antes, al seguir caminando se daban cuenta de que no era así.

Todo lo que les rodeaba, de hecho, parecía fluctuar, como si el pantano de Genindas formase parte de un sueño extraño. Extraño y maloliente, porque el hedor a hojas putrefactas y agua estancada aumentaba cada vez más, lo que hizo que Perceval preguntara para sí:

–¿Acaso este pantano es tan extenso que no tiene fin?

–¿Qué decís, amigo mío?

–Estaba pensando en voz alta, simplemente. Tengo la impresión de estar adentrándonos cada vez más en el pantano; no creo que estemos acercándonos a la salida.

–Os puedo decir, Perceval –dijo el Bello–, que este pantano es uno de los lugares mágicos del reino. Como la Isla de las Manzanas o la misma Camelot, poderosas energías sobrenaturales bullen en su aire, por debajo de su tierra, en cada una de las piedras.

El Bello entrecerró los ojos y lo miró con gesto inquisitivo, diciendo:

–¿Conocéis este pantano acaso?

–¡Oh, no, amigo mío! No en realidad. –Tronchó una rama, que pareció soltar un quejido, para poder seguir su camino –. Como vos, es la primera vez que lo piso, pero antes de venir aquí, Merlín me contó cosas…

–¿Qué os dijo? –lo interrumpió Perceval cogiéndole del brazo, obligándole a parar –. ¿Con qué motivo os mandó?

–¡Más despacio, amigo! –rio el caballero ante la expresión de urgencia de Perceval–. Las preguntas de una en una… aunque bien es cierto que todas pueden ser respondidas al mismo tiempo.

–¡Pues hablad! ¡Por Dios os lo pido! Que la dama Elin y yo fuéramos enviados también a este pantano pero por el camino nos encontráramos con la hechicera, no deja de ser escamante…

–Entiendo que Merlín no os dijo nada…

–Tan solo que hallaría respuestas sobre mi búsqueda.

El Bello Desconocido cruzó los brazos sobre el pecho, tabaleando contra la placa pectoral de su coraza con el dedo índice. Dijo:

–Es curioso. Pues también a mí me dijo que encontraría respuestas a mi búsqueda en el pantano.

–¿Os referís a vuestro nombre? –supuso Perceval. El Bello asintió; como bien se sabía, el Bello deseaba por encima de todo conocer cuál era su pasado, su linaje, su nombre. No hizo falta que expresaran en voz alta cuál era el principal acicate en la vida de Perceval, pues de toda Camelot era conocida la obsesión por el Santo Grial.

–Es posible, entonces, que también el viejo nos haya engañado. ¿Acaso se creerán estos magos del demonio que somos acémilas a las que tomar el pelo?

–No os pongáis así –lo calmó Perceval, siempre dado a la mesura–. De nada vale lamentar ahora haber hecho caso a Merlín. Y, además, es posible que nuestra misión aquí sea ayudar a la hermosa Elin. Quizá la búsqueda, en realidad, sea la suya, ¿no creéis?

El otro, con el mentón bien alzado en gesto de altivez, pareció ablandarse un tanto al escuchar el nombre de la muchacha e incluso curvó los labios en una leve sonrisa.

–Decís bien, amigo mío. Por ayudar a la dama Elin, bien podría adentrarme en el Hades… ¡o en este maldito pantano!

Perceval torció el gesto un instante tan breve que el Bello no lo vio por fortuna. No le había gustado la mirada ensoñadora que el otro adoptara al hablar de Elin, pues sentía por la joven algo más que una mera camaradería de armas pese a las palabras un tanto bruscas que le había dedicado. Se consideraba a sí mismo, frente a la legendaria galantería del Bello, un patán maleducado por no ser capaz de decir a Elin ciertas cosas que, de seguro, saldrían de los labios del Bello con total fluidez, un torrente de frases melosas y cantarinas que regalaran los oídos de la joven.

¡Sigue leyendo!


20 respuestas a “El romance del falso caballero: capítulo 5 (II)

  1. Pero bueno, qué sarta de incongruencias, por favor. ¿No se trata acaso de los dos jóvenes más castos de Camelot? ¿Qué hacen los dos relamiéndose en pensamientos y celos de la virginal pero contundente Elin? 😛
    En serio, facilidad para mezclar acción, descripciones y diálogos con verosimilitud, con tal naturalidad que, si repasas los diálogos, realmente no son los más adecuados para dos personas perdidas en un pantano y, sin embargo, no desentonan en absoluto dentro de la narración. Es más, tiene su lógica y casi diría que se esperan estas diatribas en este preciso instante —justo antes del «zuzto» 😉 —.
    Por tanto, una vez más, me descubro ante las letras de usarced, Maese de los Cérvidos del Norte.

    Le gusta a 2 personas

    1. ¿Va a haber un «chuto»? Pues que elijan «muete», digo yo 😀 😀 😀
      En efecto, una conversación de ese cariz en tal tesitura es un poco raruna, pero la culpa es tuya. Que para eso me dijiste que habría un triángulo ahí de los de dramón y medio. Y qué mejor momento para darle al tema que cuando no estuviera el objeto de sus desvelos presente. Además, que dos hombres se olviden de todo lo que les rodea y piensen en féminas (por muy castos y muy caballerosos que sean) tampoco es tan raro. Me parece a mí 😀
      Y, por otra parte, recuerda que los amores caballerescos son, en esencia, platónicos. Muy castos. Tanto como el de Lanzarote y Ginebra, que no se revolcaron en el heno. ¿O sí? 😀 😀 😀

      Le gusta a 2 personas

      1. Tengamos en cuenta que los mitos germánicos no son, ni de lejos, tan divertidamente guarros como los mediterráneos. Aún así, no ha de faltar lo escabroso en la mesa de Odín. Ahí tienes a Ginebra y Lanzarote, a Morgana y Arturito, al sufrido Sigfrido y la cotilla…, y lo que nos haya de deparar el destino de estos protagonistas.
        Además, se las darán de castos en búsqueda del Grial, pero la Elin está buena de c.j.n.s y con ella se puede hablar de caballos, armas y «fúrgol». ¡Menudo chollo!

        Le gusta a 1 persona

  2. No será Milord, que el Bello, cual lindo Dondiego, aprovecha la situación más que apurada para darle celos a Perceval, porque en el fondo…Bueno no pensemos mal que luego nos salen los culos por la tirata y el charco más que oler ya hiede a lo que excede el deglutir. Ahora las culpas a Merlín y además le tildan de viejo y de mago endemoniado porqué no se ha acordado ninguno de poner un mapa en el macuto. Hale que otra noche que se quedan sin cenar. Un abrazo.

    Le gusta a 2 personas

    1. Y es que a mí me da que el Bello, en efecto, se huele que a Perceval le tira la dama Elin, y por eso le está picando, como en patio de colegio. Es posible que tengas razón, cierto 😀
      Merlín es taimado. Nunca confíes en un tipo que lleva sombrero de cucurucho. Da mala espina…
      Y aún queda tiempo para cenar, no desesperes.

      Le gusta a 2 personas

  3. ¡Cabrones los magos y las magas! ¡Qué ganas de cachondeo tienen!
    A ver, el relato me gusta, mucho, como el resto de los capítulos, pero permiteme alguna sugerencia para futuras entradas, a ver si…

    Sugerencia uno:
    Yo haría enfermar a Merlín y a Morgana cuanto menos con una buena gonorrea, que estuvieran entretenidos rascándose con la punta de la varita mágica durante varios capítulos y no dieran tanto por saco, que tendrán motivaciones que los simples humanos no podamos entender, pero… ¡Cooooñoooo…! se pasan un poquito ¿no?.

    Sugerencia dos:
    Elín no es en realidad una dama caballeresca, o u caballero afeminado, o… ¿No crees que podría ser un transexual de los que se ofertan en la rotonda que hay justo antes de entrar al pantano? Daría bastante juego ya que es un personaje de gran ambigüedad sexual..

    Sugerencia tres y, de momento, última. Que no quiero yo trastocar demasiado la historia:
    Percival y el Bello se sientan a descansar al pié de un árbol y se miran a los ojos. En un primer lugar se niegan a reconocer la verdad, pero tras quitarse la armadura para refrigerarse un poco e insinuarse los torsos sudorosos bajo la camiseta de Abanderado, no pueden resistir los impulsos y se enzarzan en un abrazo con sobe que acaba como tenía que acabar: colonizándose (ya conoces el significado de la palabra) mutuamente. Conclusión: Ninguno se acuerda de Elín, de Morgana, de Merlín ni de la madre que los parió a todos.

    ¿Qué tal? ¿Ves posibilidades a mis sugerencias?

    Le gusta a 2 personas

    1. Yo… esto… yo…
      A ver, esto solo se arregla con ese universo alternativo que empecé a montar a medias con Lidia y Torpeyvago en el que había Elins borrachas, chonis y barriobajeras. Quizá habrá que hacer un «A través del espejo» a modo de epílogo cuando terminemos la novelilla, es una opción. Así, en plan erótico-festivo 😀 😀 😀

      Le gusta a 2 personas

  4. Ay, ay, ay… que va resultar que estos dos se batirán en duelo por Elin!! Jajaja 😉 Un poco acémilas los dos (por cierto, he tenido que hacer uso de la sagrada RAE pa’ saber qué era eso… jajaja 😅) pero hombres, al fin y al cabo. Ninguno de los dos está a la altura de Elin, si se me permite la opinión…
    Saludo!

    Le gusta a 2 personas

      1. Molan esas palabricas 😉 Y lo del romance… Pues gracias a Torpeyvago por ser tu guionista en la sombra jajaja Un poco de romance diempre artrae a las masas! 😝

        Le gusta a 1 persona

      2. Al estar escrita a vuelapluma, que hago el texto, lo repaso y lo cuelgo, os animo continuamente tanto a indicar si hay algún problema (ortográfico, sintáctico, argumental) como a plantear hipótesis sobre por dónde puede ir la historia. En efecto, os uso para seguir escribiéndola, muahahaha! 😀 😀 😀

        Le gusta a 2 personas

Deja un comentario