El romance del falso caballero (VIII)

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Elin, unos instantes después, se acercó a Perceval y le ofreció la mano; el caballero, con lentitud, se sacó el yelmo sin haberse levantado y la miró con una expresión a medio camino entre la incredulidad y la admiración.

–Os ruego me perdonéis, dama Elin –dijo, aceptando la mano tendida–. Antes he hablado sin saber qué decía y me he comportado como un grosero patán. He deshonrado todo aquello que defiendo al poner en duda…

–No sigáis, os lo ruego –le atajó ella, tirando de Perceval para incorporarle–. Sois el mejor modelo de caballería de toda Camelot…

–¡Ja! –rio él sin humor–. ¡Valiente idiota he demostrado ser dudando de vuestro valor y destreza, señora!

–Algo es cierto, Perceval –dijo el Bello Desconocido, que había llegado hasta Elin y le estaba ayudando a quitarse el escudo–. Habéis demostrado gran grosería.

Ambos, amigos desde hacía muchos años, rieron a mandíbula batiente y Elin, confusa al principio al creer que entre los dos había cierta enemistad, se sumó al coro de carcajadas con un sonido limpio, fresco y amable.

Arturo contemplaba la escena sonriendo y miró a la reina, que tenía las manos cruzadas sobre el regazo.

–Debes hacerla caballero –le dijo al oído Ginebra.

–Así es. –Se giró hacia Kay y le hizo un ademán para que se acercara. El senescal se colocó junto a él y escuchó las instrucciones que el rey le dio con una cara que adoptó distintos tonos purpúreos. Con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, Kay asintió envarado y, dando pasos firmes y rígidos, se colocó frente a Elin levantando las manos.

Todos callaron, pendientes de las palabras de Kay, que exclamó:

–¡Majestades! ¡Nobles caballeros de la Tabla Redonda! Dama Elin… –Hizo un gesto ladeando la cabeza hacia ella–. Hoy es un día para ser anotado en los anales de los cronistas. Hoy es el día en que el terrible azote del reino ha sido derrotado gracias a la brava dama Elin. Hoy es el día en que, en recompensa por tal gesta, Arturo ha tomado una decisión que no es otra que otorgar a la dama Elin el derecho a sentarse en la Tabla Redonda.

Un coro de murmullos se levantó entre los presentes acallado de modo inmediato por Kay, que volvió a levantar los brazos. Quizá no estuviera de acuerdo con la orden real, pero era su deber anunciarla.

–¡Eso quiere decir, hermanos, que la dama Elin será conocida, ahora y por siempre, como Sir Elin, campeona de Tremolgón y vencedora del duelo con Sir Perceval! ¡Que esos sean solo los primeros títulos de una larga lista!

–¡Que sean solo los primeros! –gritaron todos al unísono, y Elin bajó la cabeza, consumida por la dicha y sintiendo las lágrimas de alegría fluyendo sin mesura. Recordó con cariño a sus padres, a su hermano, su hermosa casa destrozada, y les dedicó un largo momento hasta que sintió la mano del Bello Desconocido en su hombro, diciéndole con voz suave y cariñosa:

–Dama Elin, debéis arrodillaros ante el rey.

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7 respuestas a “El romance del falso caballero (VIII)

    1. Es que en el fondo es muy tierna 🙂 🙂 🙂
      Efectivamente, esto es solo el principio. En cuanto la armen caball… (por cierto, que aquí el inglés me ayudaría bastante: knight y a correr pese a su connotación masculina) en cuanto obtenga el puesto de la Tabla Redonda, ¡a vivir aventuras por los caminos! 🙂

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