
CAPÍTULO 7
Firdánir, cerrando el grupo, meneaba la cabeza en silencio cada vez que Elin procuraba insuflar ánimos en los otros. El elfo estaba convencido: no podrían llegar a un lugar seguro antes de que los encontrasen y, entonces, quizá sus enemigos se dieran cuenta de quién era Elin en realidad. Habían escapado del castillo, pero no estaban a salvo, ni mucho menos.
Perceval y el Bello habían insistido en que no necesitaban ayuda, que tenían fuerzas suficientes para caminar por sí solos. También la joven decía que estaba bien, aunque de vez en cuando se echaba la mano al costado, allá donde Guedin’has la había herido, y la retiraba manchada de sangre; la gasa improvisada no conseguía restañar el tajo. La única opción con la que contaban era que los elfos de Calau’dar’Onieril erraran en la persecución y no vieran que habían seguido el túnel horadado en la pared del acantilado, pero Firdánir no contaba con ello.
Soltarían a sus macabros sabuesos —criaturas repelentes, negras como la noche, que recordaban a los perros de los humanos, pero que eran todo hueso y pellejo, con fauces enormes y babeantes y ojos como carbones encendidos— y darían con ellos antes de encontrar el pasaje entre mundos.
Y, si por un casual lograban llegar a Bretaña… poco podrían hacer, pues el jirón en la realidad era tan grande que podrían pasar por él y registrar el pantano de Genindas.
No, el futuro no se presentaba nada halagüeño. Firdánir volvió a menear la cabeza.
—¡Vamos, caballeros! —Elin volvió a intentar animarlos, pero solo le respondió un coro de jadeos fatigados—. ¡No queda nada para llegar!
Su voz, de modo apenas perceptible, había descendido en la última palabra, y su rostro se contrajo en una mueca de dolor. Volvió a llevarse la mano a la herida y miró, viendo para su disgusto que, aunque no de manera abundante, seguía fluyendo la sangre. El elfo no había alcanzado ningún órgano, pero Elin sentía las fuerzas mermar cada vez más, a cada paso que daba; sabía que, de continuar así, acabaría desangrándose.
Mas, en efecto, alcanzaron al fin la salida del túnel. El círculo de luz que se filtraba desde el exterior les indicó que llegaban al aire libre y, con cuidado de no despeñarse, de forma lenta e incluso torpe dada la condición de todos ellos, pusieron los pies en la cornisa, preparándose para continuar el ascenso. Antes de continuar, sin embargo, Elin echó un vistazo hacia abajo: muchísimos codos por debajo del pequeño grupo, los elfos del rey hormigueaban saliendo por las puertas del castillo. Se oyeron los graves toques de cuerno que llamaban a la cacería. Hasta ellos ascendió un sonido como el que producirían unos feroces mastines, si estos fueran habitantes del Infierno. Y, en una de las torres que formaban el perímetro, se abrió la cúpula como se abren los pétalos de una flor, descubriendo lo que contenía dentro de ella.
—¡Por Dios bendito…! —gimió Perceval, recordando el modo en que Guedin’has, en el pantano, había llegado hasta ellos.
Incluso Elin, con ojos desencajados, sintió temor al ver a la gigantesca serpiente alada elevarse en el aire, portando en su lomo una ornada silla con correajes de seguridad que impedían que la elfa que montaba a la criatura se cayera.
¡Que me agobio ya solito!. Ya casi me había puesto al día, y comienzas el capítulo siete. ¡Y con qué contundencia!
Pero no me preocupan las sierpes: de todas maneras le van a dar caña a la castaña. ¡Lo divertido es ir viendo cómo!
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No te agobies, hombre… La culpa es de estos dedos míos, que son muy torpes pero no paran de escribir 🙂
Aunque das muchas cosas por sentado. No sé si hacer un GRR Martin y cargarme a alguien de los cuatro (según a quién, que le den bola al canon artúrico 😀 )
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Leído y disfrutado como ameritas, y me descubro la cabeza.
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Decidle a la señorita Elin, que en su presurosa escapada se le ha caído el titulo de la historia, capitulo, segmento o comoseasequeselellame y, que por más que lo he buscado, no he podido hallarlo por ningún lado.
Tras eso, una entrada cortísima pero justa para dejarnos con ganas de más… Eso es maldad pura! pero maldad de la buena.
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¡Cierto! Me he dado cuenta en un comentario anterior, ya lo he arreglado. Estas prisas… ¡Gracias muchas!
Como siempre, intentando terminar cada entrada con un cliffhanger. Cuando en el futuro la publique en formato novela, creo que será una sucesión continua de «continuarás» 😀 😀 😀 😀
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Ah estar atento cuando llegue ese grandioso momento.
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Por supuesto, la tendré que revisar y tal, por lo que no será inmediatamente después de publicar la última entrada, pero, no lo dudes: ¡Avisaré! 🙂
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Imagino que sí, unas setecientas revisiones mínimo para quedar medianamente conforme.
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Setecientas 😀 😀 😀 😀
No serán tantas, no, pero lo cierto es que lo miras y remiras, y nunca hay ni una vez en la que no cambies nada…
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I konow that, yo tengo textos de hace más de diez años y no pueden pasar por mis manos sin que alguna palabra cambie de forma o de lado.
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Ahora aparece la puñetera Elfa y la serpiente?. No salen de una y se meten en y encima van heridos. A ver como sigue el próximo capítulo. Me encantó. Besos a tu alma.
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¡Claro! ¿No te creerías que, por cargarse a Guedin’has, se iban a ir de rositas? Y es que a esa sierpe voladora tenía que volver a sacarla sí o sí 😀 😀 😀
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Acabo de leer el capitulo 6 y este comienzo del 7, uff y aquí me he quedado con la elfa (que no se cae, supongo) y la serpiente. Muy bueno Luis, leyéndote se va uno a otro mundo por momentos. Un abrazo ¡
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Gracias, Francisco. Me encanta que digáis que acompañáis a esta cuadrilla a un mundo diferente y fantástico, siendo como es mi principal deseo haceros pasar un rato ameno y transportaros a otro sitio imaginado por mí. ¡Un abrazo para ti también!
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Milord levanta el pie del acelerador o no voy a poder seguir la historia, que se amontonan las tareas. La elfa parece un piloto de caza que hasta porta arnés de seguridad. Voy a por la siguiente etapa.
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😀 😀 😀 😀
Me lo decís algunas y algunos, sí… pero es que me comprometí (conmigo mismo) a hacer una entrada diaria y… A lo mejor bajo un poco el ritmo, de todos modos, que tengo mucho lío en muchos frentes y a veces no doy abasto… ¡Saludos!
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