El romance del falso caballero: Capítulo 8 (VIII)

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8: (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII)

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La inspiración para este pasaje con Ula.

Tras debatirlo unos instantes, llegaron a la conclusión de que montar guardia no era necesario: dormirían en el interior de la villa, en distintas estancias que aún conservaban el techo en buen estado, pero próximas, por si acaso. No creían que en tan apartado lugar fueran a tener ningún problema.

Así, Elin se tendió sobre la misma manta que utilizaba para que Perlita no tuviera roces con la silla de montar, durmiéndose en cuanto cerró los ojos. Llevaría un par de horas cuando algo, una brizna de viento quizá, la despertó.

Lo primero que identificó fue un agradable olor como a jazmín, aunque algo empalagoso, y desvió la mirada —todavía algo perdida entre las nieblas del sueño— hacia la arcada que daba paso a la habitación, donde creyó vislumbrar un tenue fulgor verdoso. Incorporándose con lentitud, obligó a sus sentidos a entrar en alerta, previendo que algo estaba a punto de ocurrir. Sin apartar los ojos de la entrada, tanteó el suelo hasta cerrar la mano con firmeza sobre el pomo de su espada y se levantó con el mayor silencio del que fue capaz.

El acero salió con un siseo de su vaina.

Avanzó de puntillas sintiendo el frescor de las losas del suelo allá donde el pavimento de la villa permanecía inalterado, y una corriente de aire, al salir al atrio, hizo que la blusa ancha que vestía —la ropa que llevaba debajo de su armadura— se hinchara confiriéndole un cómico aspecto; manoteó para devolverla a su sitio y metió su parte inferior por dentro de las calzas de montar, fijándose a la vez que el resplandor esmeralda provenía del otro lado de la casa. Por supuesto, se dirigió hacia allí.

Empujó el filo de una de las pocas puertas que quedaban en pie en la villa con la punta de la espada y avanzó con paso decidido al interior dispuesta a descargar el arma contra quien quiera que fuese que se encontrara en el interior de la sala. Sin embargo, no pudo hacer otra cosa que quedar paralizada, boquiabierta, al contemplar la figura de una hermosa, altísima y esbelta mujer rodeada de un halo como un fuego verde que dañaba la vista al posar los ojos en él mucho tiempo. No pudiendo decidir qué hacer, Elin permaneció en el umbral con la espada adelantada, pero antes de poder decir nada, la figura habló con una voz etérea:

—Nada temas de mí. No deseo haceros daño a ninguno.

—¿Quién sois? —preguntó Elin, aunque conocía la respuesta: se había fijado en el medallón que colgaba al cuello de la mujer.

—Soy tu abuela, Ula.

Elin bajó la espada poco a poco hasta que apoyó su punta en el suelo.

—¿Cómo es… posible? —inquirió.

—He cruzado océanos de tiempo para verte, Elin —respondió a modo de extraña explicación—. Gran parte de mi vida cobra sentido en este momento. Mi exilio, el amor que di, la hija que tuve… todo.

Elin se encontraba como hechizada. Una y otra vez se admiraba al contemplar los hermosos y grandes ojos azules que rezumaban paz, las orejas apuntadas que asomaban entre los rizos de oro, los labios finos que parecían, aun cuando hablaban, curvados en perpetua sonrisa…

—Abuela…

—Elin, cariño. —La mujer extendió los brazos y la joven, llorando como una chiquilla, se arrojó entre ellos tras soltar la espada. El acero levantó ecos al chocar contra el suelo, pero Elin no lo oyó al estar todo su ser concentrado en captar todo el amor que la espectral figura le daba.

Ula era tangible, no una aparición al uso, producto de la magia atesorada por su pueblo durante eones, que se había desplazado, tal y como había dicho, a través del tiempo para abrazar a su descendiente. Sus delicadas manos de largos dedos blancos como el alabastro acariciaban el cabello de Elin mientras esta lloraba, mezclando el dolor por la pérdida de su familia y el consuelo por encontrar alguien que le estaba demostrando un amor más poderoso que la muerte.

—Abuela… —Era incapaz de decir otra cosa. Ula la acariciaba y besaba sin cesar y Elin se encontraba mejor que nunca en mucho tiempo, poseída por una paz y un cariño que jamás pensó volvería a sentir.

Pero todo debe terminar.

Ula, con suavidad, la apartó de su pecho y colocó el índice bajo la barbilla de su nieta para que esta la mirara a los ojos. Un tanto borrosa por el mar de lágrimas que derramaba, la miró mientras ella decía:

—No tengo mucho tiempo, cariño. He estado esperándote muchas noches desde mi propio tiempo, y las energías se me agotan: busca el joyero del fresco, Elin. —La joven asintió, dando a entender que había entendido esa parte del enigma—. En su interior hay un mapa, el mapa más importante de cuantos hayan existido.

»Debo irme. —Ula la empujó un poco más, creando mayor distancia entre ellas, pero todavía dulcificó más su sonrisa cuando dijo—: Siempre estaré en tu corazón, Elin. Busca en el sótano. Ahí lo enterré, a salvo de ojos indiscretos. Usa el mapa, cariño.

Y en un pestañeo, Ula dejó de estar frente a Elin.

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20 respuestas a “El romance del falso caballero: Capítulo 8 (VIII)

  1. Ameno y plausuble, a pesar de que si tenemos en cuenta las normas, en lugar de «Lo primero que identificó fue un olor como a jazmín, agradable aunque algo empalagoso,…» quedaría bastante mejor «Lo primero que identificó fue agradable olor como a jazmín, aunque algo empalagoso,…».

    Y con respecto al final del episodio, no entiendo el porqué lo presentas así, ¿no habría quedado más natural indicándole el sitio exacto? No creo que lo hayas echo con el propósito de generar intriga o con el fin de incitar a seguir leyendo, pues a estas alturas de la historia no es menester: los lectores está,os ávidos por saber cómo sigue y termina esta elaborada y bien narrada novela.

    Saludos

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    1. Sí, tomo nota del cambio propuesto y pongo «“Lo primero que identificó fue un agradable olor como a jazmín, aunque algo empalagoso”
      Sobre tu segundo comentario, no acabo de entenderlo. Creo que te refieres a la indicación de Ula para que Elin use el mapa. ¿O es acaso sobre lo que le dice de buscar en el sótano, que ahí lo enterró? 🙂

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      1. Ahm, vale. Bueno, date cuenta de que el «sótano» es poco más que un zulo. Cuando bajó Elin, era una «sala» muy pequeña, así que no hay mucho que buscar. Por otro lado, la aparición mágica de Ula cruzando el tiempo, como dice, requiere de mucha energía mística, así que mejor no tentar la suerte, no vaya el hechizo que (en su tiempo, en el pasado) está haciendo a reventar o algo 🙂
        Es decir, el sitio donde está enterrado es tan pequeño, que poco tendrá Elin que buscar. Además, es una broma que me he permitido por los comentarios que ha habido al respecto de la búsqueda del joyero, ya que algunos compañeros han hecho referencias al teatro de marionetas, cuando los niños dicen «ahí, está ahí. ¡Mira bien!», así que, como pequeño homenaje, meto el joyero en el sótano 🙂

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  2. ¡Ajá! ¡Sabía lo del sótano! Y bueno… también nos lo habías contado antes, claro, además de que hemos insistido y, en fin… %-)
    Un buen capítulo con unas descripciones estupendas y la aparición fantasmal de la abuela —que ya se le podía haber aparecido antes, releñes, y si no puede dar más explicaciones, que se las hubiese dado por escrito… claro que entonces esto no estaría tan interesante—.
    En fin que esperamos a ver a quién le toca cavar. Que son todos muy caballeros y muy nobles y se les pueden caer los anillos…

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    1. A mí eso de cavar, que da dolor en la riñonera, no sé, no sé 😀
      Me apetecía meter una aparición, en efecto, en plan Dama del Lago, que siempre viene bien en los relatos artúricos. Un pequeño deus ex machina que, a fin de cuentas, tampoco es necesario porque la trama no está atrancada, sino porque me parecía adecuado 😉
      Y sí, ha sido una «broma» dedicada a vosotros: habéis insistido unos cuantos con el sótano-zulo, así que allá que va el asunto.

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      1. Tenía pensado en el exterior, en plan «bajo un árbol» o algo así, y sacar una escena imaginada de lo que podría haber hecho Ula al enterrarlo… pero así la he sacado «en carne y hueso» 🙂

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