El romance del falso caballero: capítulo 6 (XIII)

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6: (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII) (VIII) (IX) (X) (XI) (XII)

SirGawainT1

Poco después, Elin alzó los brazos por encima de su cabeza para ajustarse el yelmo. Se había recogido el pelo en un nudo y sonreía, como una niña en una fiesta, cuando dijo:

–Todo va a pedir de boca, Firdánir. ¿Por qué esa cara tan seria?

El elfo meneó la cabeza con el mismo gesto que los padres dedican a sus chiquillos traviesos. Aunque era cierto que hasta el momento no habían tenido ningún problema y se habían adentrado en las entrañas subterráneas del castillo con tan buena fortuna que incluso las ropas que llevaban los guardias les sentaban a la perfección, no podía dejar de pensar en el poderoso señor que estaba no muy lejos de allí. En cuanto les descubriera, ¿qué pensaba la joven que iban a hacer? ¿Enfrentarse a todo su ejército?

Por de pronto, ambos podían pasar por miembros de las tropas élficas, con sus sobrevestes de color azul pálido que presentaban, con hermoso hilo plateado, un bordado con la forma de un elegante cisne de largo y erguido cuello. Bajo ella llevaban una camisa de escamas de acero, flexible y ligera que ofrecía una gran protección al portador, con mangas hasta la muñeca. Así disfrazados, con solo los ojos visibles, podrían moverse sin despertar sospechas, o eso esperaban.

–Sigamos buscando. –Elin no había olvidado que debían encontrar a los caballeros de la Tabla Redonda y se dirigió a una puerta gruesa con remaches de hierro, añadiendo mientras la abría–: Las mazmorras tienen que estar aquí cerca.

Un nuevo pasillo se abría frente a ella, iluminado por los mismos orbes que resplandecían con una luz amarilla; vieron unas rejas en los muros de gruesa piedra, celdas que bien podrían contener al Bello Desconocido y Perceval. Con pasos rápidos, esperanzada, Elin recorrió el pasillo hasta que, a mitad del mismo, se detuvo y puso las manos en una de las puertas, tirando con insistencia y rugiendo de frustración.

–Es lo lógico –ironizó Firdánir, agitando las llaves que había cogido del cinto de uno de los elfos muertos–. Mala cárcel sería si las puertas estuvieran abiertas.

Elin lo fulminó con la mirada, pero Firdánir se permitió acercarse hasta ella con parsimonia, disfrutando de la impaciencia de la joven. Cuando llegó hasta la celda, vio la causa de la urgencia de Elin, pues en su interior, sobre un montón de paja sucia que era lo único que le protegía del frío y húmedo suelo de piedra, estaba tendido Perceval.

Instantes después, Elin hacía que se incorporara, dejando a un lado el casco y sujetando su desnudo y lastimado torso, pues mostraba signos de haber sido golpeado. Uno de los feos cardenales hinchaba su ojo de forma grotesca.

–¿Sois vos, Elin? –preguntó con un hilo de voz–. ¿Es acaso esto un sueño?

–No lo es, Perceval. –Elin estaba a punto de llorar al ver el estado en que se encontraba el caballero, y acariciaba su cabeza como si fuera un animalillo indefenso. El hombre hizo un movimiento que le arrancó un gemido y colocó la cabeza contra su pecho, buscando consuelo. El nudo del pelo de Elin se deshizo y cayó como una cascada de trigo maduro–. Soy yo. Soy Elin. He venido a rescataros.

–Yo… –Perceval elevó el rostro hacia el de la joven, mostrando una sonrisa cansada al ver el angelical rostro que, por efecto de las luces que provenían del exterior de la celda, parecía enmarcado por un halo–. Os debo la vida, entonces. –Tragó saliva, y Elin supo que el caballero se callaba algo, aunque ella misma no quería oírlo. No, desde luego, en esas circunstancias. Y no, desde luego, teniendo también que salvar al Bello Desconocido. Por un instante, la mente y el corazón de Elin volaron hacia los dos, sus compañeros de aventura, de Tabla Redonda, de amistad.

–Debéis levantaros, Perceval –dijo al fin Elin, pasando sus brazos por las axilas del caballero. Aunque tembloroso, parecía capaz de caminar–. ¿Sabéis dónde se halla el Bello?

–Por desgracia, sí… –Perceval dejó la mirada perdida, pero no respondió.

–¡Hablad, os lo ruego! –apremió Elin.

–Vinieron a por él no hace mucho, Elin –explicó Perceval–. Dijeron que iban a ajusticiarle ante el trono del mismísimo señor del castillo.

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24 respuestas a “El romance del falso caballero: capítulo 6 (XIII)

  1. Ufffff. Pues vaya… encuentran a Perceval y al Bello lo van a ajusticiar, no pueden ni respirar. No sé como lo van a hacer para rescatar al Bello y salir de allí. En fin, amigo a ver cómo me sorprendes, sé que lo harás jahaja, siempre lo haces. Besos a tu alma.

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    1. ¿A respirar? Nada, sin compasión. Si querían algo tranquilo aquí los caballeros, que se hubieran metido en un relato pastoral o algo 😀 😀 😀
      No te preocupes, que ya sé cómo van a salir del atolladero. ¿O no saldrán?

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  2. Vaya tarea que le asignas a nuestra heroína, rescatando caballeros hechos piltrafas y a punto de caramelo para el sacrificio y sin la protección de Morgana. Que por cierto ya empiezo a dudar de cual es su papel en ésta aventura porque parece que no está ni se la espera. Hala que ya veremos como lo apañas! Un abrazo.

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    1. Esto no es un cuento típico de caballeros rescatando princesas. Me he sumado al carro, como ya he dicho alguna vez, de retorcer y volver del revés los clichés del género. No hace falta decir más 😉
      Y no te preocupes, que Morgana volverá. En serio. Pero dejadla, que está a sus cosicas 🙂
      ¡Saludos!

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  3. Leído y gozado como ameritas, pese a ello, qué te parece si en el párrafo 4º lugar de «… Bajo ella llevaban una camisa de escamas de acero, flexible y ligera *pero que ofrecía una gran protección…», eliminases ese nexo adversativo que si lo eliminas no infiere sobre la frase ni el contexto.

    Saludos

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      1. Me alegro de que no te cueste desprenderte de aquello que en principio fue aceptado como válido y que más tarde sea eliminado justo por lo contrario.
        No todas las personas cuentan con esa capacidad de admitir y corregir los errores.
        ¡Feliz y productivo día!
        Saludos

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  4. Me encanta, no puedo decir más! Qué emoción al encontrar a Perceval (sublime la descripción), casi se me escapa una lagrimilla cuando lo acuna y surge entre ellos ¿cariño? Uy, no sé! No veo a Elin cayendo en la trampa del amor…
    Tienen que ir a por el Bello y así conoceremos al rey del castillo, me temo!
    Abrazo, Lord!
    Una pregunta: La locución «Ir a por» creo que requiere la preposición a. Aunque no estoy segura si se acepta sin la preposición. Lo digo por la última frase.

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